El Gobierno indonesio toma una atracción para submarinistas por restos de una civilización sumergida

Dos buceadores entran en una de las zonas amuralladas del Jardín del Templo Submarino. Foto: Paul Turley.
Dos buceadores entran en una de las zonas amuralladas del Jardín del Templo Submarino. Foto: Paul Turley.

«Hay templos bajo el mar entre Java y Bali», escribió el periodista indonesio Andrie Djarot en Twitter el martes de la semana pasada. Incluía el enlace a una foto en la que dos buceadores exploraban un recinto amurallado. La noticia corrió como la pólvora y, horas después, The Jakarta Globe contaba que el Gobierno indonesio iba a abrir una investigación por el posible valor histórico del hallazgo. «La primera vez que oí hablar de estos templos submarinos fue hace dos meses», explicaba Surya Helmi, director de arqueología subacuática del Ministerio de Cultura y Turismo. Si las fotos eran reales, añadía, se trataba de un descubrimiento «fenomenal».

Las fotos son reales, pero el hallazgo no obligará a reescribir los libros de historia, aunque algunos medios locales hayan hablado en los últimos días de poco menos que de una Atlántida indonesia. «Me eché una risas cuando me enteré de la noticia. ¿Cómo puede alguien creer que algo tan bien conservado es antiguo? Es sólo otro ejemplo de cómo se crea una leyenda urbana gracias a Internet», me ha indicado Paul Turley, un británico de 43 años que dirige un centro de buceo en la bahía de Pemuteran, al norte de Bali. Él fue, en 2005, uno de los constructores de lo que se conoce como el Jardín del Templo Submarino.

Una de las estatuas del Jardín del Templo Submarino. Foto: Paul Turley.
Una de las estatuas del Jardín del Templo Submarino. Foto: Paul Turley.

Turley lleva en Indonesia 14 años y, antes de instalarse por su cuenta, trabajó para Chris Brown, un australiano también apasionado del submarinismo. «La idea del Jardín del Templo Submarino fue suya. Durante años, hablamos una y otra vez de ella, pero no teníamos el dinero para hacerla realidad». Hasta que se les ocurrió vincularla a un proyecto de conservación de los arrecifes de coral y consiguieron el apoyo de la Agencia Australiana para el Desarrollo Internacional (AusAID). Ahora, cada submarinista que bucea por las falsas ruinas de la bahía de Pemuteran ha de hacer una donación a los Jardineros del Arrecife, un proyecto de protección de esas formaciones en el que trabajan desempleados de la región.

A 29 metros de profundidad, se puede bucear entre estatuas de Buda y Ganesha, y atravesar una puerta de una fortaleza balinesa; más arriba, a unos 15 metros, hay otra zona parecida para los menos experimentados. Las figuras y sillares son obra de artesanos que las producen para el mercado local y los turistas. «Fueron fáciles de conseguir. Lo difícil fue ponerlas ahí abajo», dice Turley, encantado con la publicidad gratuita que ha conseguido su proyecto y sorprendido de que el Gobierno de Yakarta creyera al principio estar ante auténticos templos, cuando en su web está explicado todo sobre esta atracción submarina con fotos como las de esta página, incluidas desde hace años.

Reportaje publicado en el diario El Correo y en Magonia el 12 de agosto de 2010.


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