La falsa inscripción bíblica del siglo X antes de Cristo o el fundamentalismo religioso camuflado de ciencia

El fragmento de cerámica que se dice que contiene el texto bíblico más antiguo. Foto: Bukvoed.
El fragmento de cerámica que se dice que contiene el texto bíblico más antiguo. Foto: Bukvoed.

¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡La arqueología ha probado que la Biblia se escribió siglos antes de lo que hasta ahora postulaban algunos incrédulos! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡La ciencia ha confirmado que el bíblico Reino de Israel, el de Salomón y David, existía en el siglo X antes de Cristo (aC)! Y, cómo no podía ser menos, la noticia la han dado prestigiosos medios de comunicación. No en vano, la información procede de la Universidad de Haifa, y la nota de prensa -titulada «Descifrada la más antigua inscripción bíblica hebrea»– ha sido rebotada nada menos que por Eurekalert!, el servicio de noticias de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS). Entiendo la entrega acrítica de The Jerusalem Post y Haaretz, pero no la de otros medios sin intereses políticos en el asunto como la revista National Geographic y el sitio ScienceDaily. Vayamos con los hechos, de los que por estar de vacaciones me enteré ayer a media tarde con días de retraso.

El arqueólogo Yosef Garfinkel, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, desenterró en 2008 en Khirbet Qeiyafa, cerca del valle de Elah, un trozo de cerámica de 15 centímetros de altura por 16 de anchura con una incripción en tinta que dató hacia el siglo X aC, la época en la que según la tradición judía existió el bíblico Reino de Israel. El asentamiento de Khirbet Qeifaya está siendo excavado por la Universidad Hebrea de Jerusalén, cuyos expertos lo consideran un enclave fortificado de tiempos de David y lo identifican con la ciudad de Saaráin citada tres veces en la Biblia: Josué 15, 36; 1 Samuel 17, 52; y Crónicas 4, 31. Los responsables de los trabajos destacan que en la zona tuvo lugar «una de las batallas más famosas de la Historia, la batalla entre David y Goliat».

Un año después del hallazgo del fragmento de cerámica, el historiador Gershon Galil, jefe del Departamento de Estudios Bíblicos de la Universidad de Haifa, asegura haber descifrado la inscripción y que se trata del primer texto bíblico conocido: «Esto indica que el Reino de Israel ya existía en el siglo X aC, y que al menos algunos de los textos bíblicos fueron escrito cientos de años antes de lo que creían los investigadores hasta ahora». No es ninguna tontería. A excepción de ese trozo de cerámica, todas las pruebas arqueológicas conocidas apuntan a que el Reino de Israel bíblico es una ficción, a que en el siglo X aC Jerusalén era una aldea, a que Salomón y David -de existir- fueron caudillos tribales y a que el Antiguo Testamento se redactó en tiempos de Josías (639-609 aC) con fines propagandísticos, para dotar de un pasado glorioso al pueblo judío. ¿Echa un trozo de cerámica por los suelos décadas de arqueología seria? Veámoslo.

La traducción de la inscripción de Galil dice aproximadamente (entre corchetes, texto supuesto):

1 … no hagas [eso], pero adora al [Señor].

2 Juzga al es[clavo] y a la viu [da] / Juzga al huer[fano]

3 [y] al extranjero. [Re]za por el niño / reza por el po[bre y]

4 la viuda. Rehabilita [al pobre] a manos del rey.

5 Protege al po[bre y] al esclavo / [apo]ya al extranjero.

Según Galil, «este texto es una declaración social respecto a los esclavos, las viudas y los huérfanos», en la que se utilizan palabras y referencias exclusivas de la cultura hebrea. «Incluye elementos sociales similares a los encontrados en las profecías bíblicas y muy diferente de profecías escritas por otras culturas para la glorificación de los dioses y el cuidado de sus necesidades físicas», sostiene el experto, quien sostiene que la inscripción tiene un contenido equiparable al de Isaías 1, 17; Salmos 72, 3; Éxodo 23, 3 y otros fragmentos bíblicos. Eso le lleva a concluir que «resulta muy razonable sostener que en el siglo X aC, durante el reinado del rey David, hubo autores en Israel capaces de escribir textos literarios e historias complejas como las de los libros de los Jueces y Samuel».

A primera vista, no me parecía que del texto pudiera deducirse ni que el glorioso Reino de Israel existiera hace 3.000 años ni que estuviéramos ante una «inscripción bíblica hebrea»; pero yo sólo soy un periodista. Por eso, decidí ponerme en manos de expertos de mi confianza y escribí sendos mensajes de correo electrónico a Israel Finkelstein y Ze’ev Herzog, miembros del Instituto de Arqueología de la Universidad de Tel Aviv a quienes manifesté mis dudas abiertamente. Les dije que no veía nada en la traducción que probara la existencia del Reino de Israel y que tampoco entendía lo que lleva a Galil a concluir que estamos ante un texto bíblico, ya que el supuesto parecido con fragmentos del Antiguo Testamento no prueba nada porque los escribas de tiempos de Josías bien pudieron tradiciones anteriores en la línea de esta inscripción cuando redactaron la Biblia. Todo eso suponiendo que la información que había trascendido fuera cierta, claro. Y les pedí su opinión sobre el hallazgo y lo que se estaba diciendo en los medios.

Las letras contorneadas son aquéllas sobre las que no hay seguridad acerca de su interpretación o siu existen. Imagen: Universidad de Haifa.
Las letras contorneadas son aquéllas sobre las que no hay seguridad acerca de su interpretación o siu existen. Imagen: Universidad de Haifa.

Finkelstein, coautor del libro La Biblia desenterrada, fue contundente en su respuesta: «Mi interpretación del yacimiento de Khirbet Qeiyafa es muy diferente de lo que se lee en los periódicos últimamente. No creo que los hallazgos reflejen en modo alguno el Reino de Judá; no creo que ese asentamiento de la Edad de Hierro estuviera fortificado; la identidad de sus pobladores tampoco está clara; probablemente estaban sometidos a los poderosos filisteos de la cercana Gat; su nombre de tiempos bíblicos probablemente seguirá siendo un enigma (es decir, no podemos identificar la aldea con la Saaráim bíblica); el ostracon -fragmento de cerámica con texto- protocananeo es parte de un grupo de inscripciones similares que se encuentra sólo en la Sefelá -tierras bajas- y en la llanura costera del sur (nunca se ha encontrado una en Judá) y, por tanto, pertenece a ese entorno cultural. El lenguaje del ostracon está más allá de mi especialidad».

La traducción del texto

Herzog me explicó, por su parte, que «las fortificaciones en Khirbet Qeiyafa son muy probablemente del período helenístico, y la inscripción, así como parte de la cerámica, corresponde a un pequeño asentamiento de la Edad del Hierro I. No estamos ante una prueba de la existencia del Reino de David, en absoluto». Y, para que me hiciera a la idea del valor de la inscripción, me remitió al blog de Neil A. Silberman, coautor de La Biblia desenterrada, quien considera que estamos asistiendo, otra vez, al «espectáculo del fundamentalismo religioso disfrazándose de arqueología científica» y que la traducción del texto propuesta es «una fantasía que entusiasmará a los fieles y que demuestra poco más que la habilidad de Galil a la hora de hacer crucigramas». Silberman advierte de que hay otra primera»que da una mejor idea de la magnitud de la incertidumbre de la reconstrucción»:

1 No hagas [¿algo malo?] y sirve a [¿nombre de persona?]

2 gobernante de [¿nombre geográfico?]… gobernante…

3 [¿nombres geográficos?]…

4 [irreconocible] y siembra el juicio sobre YsD rey de Gath…

5 seren de G[¿aza?]… [irreconocible]…

«Basta ver el dibujo [de la inscripción] que presenta Galil para darse cuenta de la extensión que alcanzan las letras dudosas o inexistentes, representadas como perfiladas. ¿Ciencia? ¿O test de Rorschach epigráfico?», se pregunta retóricamente Silberman.

¿Qué nos queda después de todo? Una inscripción de hace 3.000 años, descubierta en una aldea de la época que luego se fortificó durante el período helenístico, y que no se sabe qué dice. ¿Y la conexión con la Biblia, con David, Salomón, Goliat…? Pues la misma que la de los círculos del cereal con visitantes de otros mundos. Pero el fundamentalismo religioso y político judío necesita que el Antiguo Testamento sea históricamente cierto para justificar sus pretensiones y, como cualquier otro nacionalismo, no tiene reparos a la hora de manipular la Historia.

Nota publicada en Magonia el 12 de enero de 2010.


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