Los alrededores del Empire State registran un misterioso apagón electrónico: los coches se paran, los semáforos se apagan, las radios y los móviles dejan de funcionar, un chalado va gritando por la calle que oye frecuencias y un guarda jurado muere en extrañas circunstancias dentro de un furgón blindado. Así arranca El triángulo, décimo episodio de la quinta temporada de CSI: NY, en el cual el equipo de investigadores dirigido por Mac Taylor (Gary Sinise) se enfrenta a la leyenda sobre el entorno del famoso rascacielos neoyorquino.
Al final -no sigan leyendo quienes no hayan visto el capítulo-, la muerte del agente de seguridad por la explosión de su marcapasos y todos los demás hechos extraordinarios se deben al uso de un arma experimental por unos ladrones de bancos. Algo casi tan sorprendente e improbable, todo hay que decirlo, como la existencia del triángulo del Empire State. El golpe a la leyenda se da cuando, a más de 380 metros sobre Manhattan, Taylor, Danny Messer (Carmine Giovinazzo) y Sheldon Hawkes (Hill Harper) miden las emisiones de las antenas trasladadas al edificio después del 11-S y, tras no registrar nada anormal, el primero dice: «Somos culpables de crear una leyenda urbana, pero este edificio no es culpable de asesinato». Y así CSI: NY no abandona el mundo real, con todas las licencias obvias que se tiene que tomar una serie, claro.
Cada vez es más común que algunos productos de ficción, como parte de la trama, desmonten leyendas urbanas o creencias sobrenaturales. Lo han hecho, que me acuerde ahora, en Mentes criminales, con los crímenes satánicos; en New Amsterdam, con la falsa memoria; en Boston legal, con la cienciología y la religión en general; y en El mentalista, con los dotados de poderes paranormales, al gual que en Psych. Es cierto que son más las series que giran en torno a lo paranormal desde un punto de vista crédulo, pero casi todas esas producciones coinciden en situarse abiertamente al margen de la realidad, desde Expediente X hasta Fringe, pasando por Entre fantasmas, Médium…
Nota publicada en Magonia el 30 de marzo de 2009.