«Petit argumentó que la elección del nombre de Carl Sagan ha desagradado a muchos ufólogos consultados, que entienden que el fallecido científico fue un férreo crítico de la presencia extraterrestre en la Tierra defendida por el IGG. Una propuesta contraria, defendida por Gevaerd, de que la entidad se centrará en la cuestón de la vida extraterrestre, y no necesariamente en la ufología, fue vencida y el nuevo nombre entró en vigor».
No sé lo que habrá pesado -si ha pesado- la posibilidad de acciones legales por parte de los herederos de Carl Sagan, pero hay que alegrarse de que el legado intelectual del astrofísico no vaya a ser violado bautizando con su nombre una entidad pseudocientífica. No tendrá tanta suerte el sabio de Pisa. Recuerden que Galileo Galilei es «el santo patrón (¡pobre hombre!) de todos los chiflados autocompasivos», como acertadamente dijo Isaac Asimov en 1977. Es la referencia a la que se agarran los promotores todo tipo de excentricidades para justificar que lo que hoy no es aceptado por la ciencia mañana lo será. Ya saben, cosas como la comunicación con los espíritus, la telepatía y las visitas extraterrestres.