Millones de personas corren cada año el peligro de desaparecer para siempre. Vuelan o navegan por una región del planeta que fue identificada hace décadas como un agujero espacio-temporal que engulle hombres, barcos y aviones. Fue el 16 de septiembre de 1950 cuando un despacho de la agencia AP firmado por E.W. Jones llamó por primera vez la atención sobre unas misteriosas desapariciones acaecidas entre Florida y las Bermudas. Dos años después, en la revista esotérica Fate, George X. Sand situó los hechos dentro de un triángulo con vértices en «Florida, Bermudas y Puerto Rico». Y el periodista Vincent H. Gaddis bautizó la zona como «el triángulo mortal de las Bermudas» en 1964 en la revista Argosy.
Casi nadie se acuerda, sin embargo, de Jones, Sand y Gaddis en relación con el misterio del triángulo de las Bermudas. La región y su enigma se asocian al fallecido lingüista Charles Berlitz, nieto del fundador de las academias de idiomas que llevan su apellido. Y es que publicó dos libros, El triángulo de las Bermudas (1974) y Sin rastro (1977), de los que vendió millones de ejemplares. Berlitz proponía dos explicaciones para lo sucedido en una región en la cual, decía en 1974, «más de cien barcos y aviones han desaparecido en medio de una atmósfera transparente»: que los ovnis estén secuestrando gente o que todo se deba a una «antigua, e incluso actual, actividad atlante en la zona».
Vuelo sin regreso
Aunque el misterio se remontaría, según los autores que han escrito sobre él, a las «extrañas luces danzantes sobre el horizonte» que vieron Colón y sus hombres la víspera del día del Descubrimiento, el libro seminal de Berlitz se centra en sucesos mucho más próximos en el tiempo y, supuestamente, mejor documentados. A fin de cuentas, las luces de Colón bien pudieron ser las de hogueras de los indios tainos. Frente a eso, él presenta casos como el del Freya, un buque alemán que el 4 de octubre de 1902 fue encontrado en la región a la deriva poco después de salir «desde Manzanillo, Cuba, hacia varios puertos de Chile»; y el de un avión Globemaster que se esfumó en marzo de 1950 «en el borde norte del triángulo».
La desaparición, en octubre de 1931 cerca de Bahamas, del carguero noruego Stavenger y sus 43 tripulantes es una de las más impactantes. Pero la más conocida es la del Vuelo 19, que se saldó con la pérdida de seis aviones y veintisiete hombres el 5 de diciembre de 1945. Cinco torpederos TBM Avenger, y sus catorce tripulantes, se esfumaron aquel día -de condiciones meteorológicas ideales, dice Berlitz- mientras participaban en un vuelo de adiestramiento en orientación sin instrumental ni puntos de referencia. Cuando se perdió el contacto con ellos, un hidroavión Martin Mariner con trece hombres despegó en su búsqueda. También desapareció. Nadie ha encontrado hasta hoy restos del Vuelo 19, cuyos aviones son hallados intactos en el desierto de Sonora al inicio de Encuentros en la tercera fase (1977) y cuyos tripulantes salen, al final de la película, de una gigantesca nave nodriza extraterrestre.
Se han achacado estas desapariciones y otras muchas a diferentes causas, la más popular de las cuales es el secuestro por parte de seres de otros mundos, gracias en parte a Steven Spielberg. Pero Berlitz apostaba por la explicación atlante: creía que es posible que en la región haya «grandes complejos de energía, antiguas máquinas o fuentes energéticas de una civilización anterior, que yacen en el fondo del océano» y que «incluso ahora podrían ser ocasionalmente accionadas por aviones que, al sobrevolarlas, crean torbellinos magnéticos y provocan perturbaciones magnéticas y electrónicas».
Falsedades en cadena
Poco después de la publicación de El triángulo de las Bermudas, Lawrence David Kusche, bibliotecario de la Universidad de Arizona y piloto, comprobó cuánto había de cierto en los sucesos narrados por Berlitz. Descubrió, así, que el Freya no había partido hacia Chile desde el puerto cubano de Manzanillo, sino desde uno del mismo nombre situado en la costa pacífica de México. Según los archivos de la aseguradora Lloyd’s, había sido encontrado a la deriva en el Pacífico -a más de 2.500 kilómetros del vértice occidental de la región maldita- el 4 de octubre después de sufrir los efectos de un maremoto.
Ningún avión Globemaster desapareció tampoco cuando y donde sostiene Berlitz; ni lo hizo ningún barco noruego llamado Stavenger. Y así sucesivamente. La pérdida del Vuelo 19 se debió, por su parte, a una sucesión de errores de los jóvenes pilotos -todos, menos uno, novatos- en un día no idílico, sino de «fuertes vientos y con el mar muy alborotado». Desorientados, los aparatos cayeron al agua cuando se les acabó el combustible y los aviadores murieron por el choque o ahogados. Del hidroavión Martin Mariner -un modelo conocido como tanque de gasolina volante– se perdió todo rastro al mismo tiempo que la tripulación del buque cisterna SS Gaines Mills veía en el cielo una explosión. Luego, se encontraron manchas de aceite en el mar.
La aseguradora Lloyd’s diagnostica que en la zona «las desapariciones se deben normalmente a condiciones meteorológicas adversas». «La leyenda del triángulo de las Bermudas es un misterio manufacturado. Empezó a causa de una investigación descuidada y fue elaborada y perpetuada por escritores que, consciente o inconscientemente, se sirvieron de errores, razonamientos incorrectos o simple sensacionalismo», concluye Kusche en su libro El misterio del triángulo de las Bermudas solucionado (1975), en el cual demonta el enigma caso por caso. El explorador submarino Jacques Cousteau coincidía con él: «El tan comentado triángulo de las Bermudas no es tal punto de desapariciones misteriosas, sino un simple montaje publicitario que radica en el interés de ciertas empresas editoriales por vender libros. Un camelo».
El libro
El misterio del triángulo de las Bermudas solucionado (1975): la demostración de que todas las demás obras publicadas sobre el tema están basadas en mentiras, rumores y tergiversaciones.
Reportaje publicado en el diario El Correo y en Magonia el 4 de agosto de 2008.