
Estudios realizados en los últimos años por la Institución Smithsoniana, el Museo de Quai Branly y el Museo Británico han constatado que tres calaveras de cuarzo parecidas de supuesto origen precolombino fueron en realidad talladas en Alemania en el siglo XIX. Frente a eso, hace unos meses, fantasearon en Cuarto Milenio, entre otras cosas, con que estamos ante «calaveras para las que no se tiene una explicación» (Carmen Porter); que la descubierta por Mitchell-Hedges procede de Belice (José Luis Cardero) y que fue encontrada en una pirámide maya (Nacho Ares); que no se sabe con qué maquinaria se han tallado y pulido (Porter); que se ha demostrado que el cráneo del Museo Británico y otras dos piezas similares, a escala microscópica, «no tienen marcas de herramientas», «es como si la piedra hubiese cristalizado así» (Santiago Camacho)… Acuérdense de estas sentencias cuando NGC deje claro que la Calavera del Destino es tan antigua y sobrenatural como las otras.