
Dawkins no tiene pelos en la lengua, y se agradece. Como se agradece otro libro que acabo de leer y el ¿último? testamento vital de Carl Sagan. El primero es La vida eterna (Ariel), un ensayo en el que Fernando Savater reflexiona sobre las creencias religiosas y, en especial, acerca del cristianismo y de la jerarquía católica. El filósofo guipuzcoano no se deja en su análisis nada en el tintero y reivindica, entre otras cosas, la necesidad de una educación laica y de que las religiones no invadan terrenos que no les corresponden en las sociedades democráticas, algo habitual en España. La segunda obra es The varieties of scientific experience: a personal view of the search for God (Penguin), de Sagan, un volumen editado por Ann Druyan que recoge las intervenciones del astrónomo estadounidense en las conferencias Gifford que dictó en octubre de 1985. Druyan es, por cierto, objeto de una interesante entrevista a cargo de Michael Shermer en el último número de la revista Skeptic, dedicado al divulgador científico con motivo de los diez años de su muerte. La viuda del astrónomo revela a Shermer que Sagan no se consideraba ateo, sino agnóstico, algo que espero entender mejor cuando me lea el libro y que me sorprende tras afirmaciones sobre la divinidad como las que hizo en su serie Cosmos.