Juan Luis Cano, María Gómez y yo hablamos el lunes sobre Richard Dawkins y el populismo, en la decimoséptima entrega de la temporada de mi colaboración semanal en ¡Arriba España!, en M80 Radio. Si quiere, puede escuchar el programa completo.
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«Me preocupa la tendencia siniestra hacia el populismo ignorante y fanático», dice Richard Dawkins

Dawkins tiene una extraordinaria capacidad para contagiar su pasión por la ciencia a través de sus libros, vídeos y conferencias, y aborrece las respuestas falsas a la curiosidad humana. Por eso lucha desde hace décadas contra la pseudociencia y la superstición, como en su día hicieron su admirado Carl Sagan -de cuya muerte acaban de cumplirse 20 años-, Isaac Asimov y Martin Gardner, miembros como él del Comité para la Investigación Escéptica (CSI), una organización que promueve el pensamiento crítico. La Fundación Richard Dawkins para la Razón y la Ciencia, que nació en 2006, acaba de fusionarse con el Centro para la Investigación (CfI), del que depende el CSI y que promueve «la ciencia, la razón, la libertad de investigación y los valores humanistas». «No saber es bueno; es algo con lo que podemos trabajar», dice el biólogo en alusión al objetivo último de la ciencia: explicar la realidad. Recuperado de un ictus que sufrió en febrero en su casa de Oxford y recientemente separado de su tercera esposa, el pensador inglés habla en esta entrevista de algunos de los temas que más le preocupan.
– ¿Las victorias del Brexit y de Donald Trump son accidentales o nos indican por dónde van a ir las cosas en el futuro?
– Son representativas de una tendencia siniestra, que me preocupa, hacia el populismo y la desconfianza en los expertos. Uno de los líderes del Brexit, Michael Gove, dijo a la gente: «No confíen en los expertos; ustedes son los expertos». No es así. El pueblo británico no es experto. Y en Estados Unidos ha pasado lo mismo. Me preocupa esta tendencia siniestra hacia el populismo ignorante y fanático, un problema que espero que sea temporal.
– Pero puede extenderse a otros países europeos.
– Sí. A Francia, Holanda… Espero que no pase.
– Al día siguiente del referéndum sobre el Brexit y de las elecciones estadounidenses, muchos no nos podíamos creer los resultados.
– Yo tampoco.
– Es increíble que EE UU vaya a ser gobernado por antievolucionistas, negacionistas del cambio climático y supremacistas blancos.
– Sí. Trump parece ser tan voluble que no es posible saber hacia dónde va a saltar. Lo veo como una especie de delincuente juvenil, un narcisista irresponsable, una broma como presidente… No es posible saber qué políticas va a seguir. Puede cambiar de opinión en cualquier momento.
– ¿No está perdiendo la razón demasiado terreno en Occidente?
– Creo que es algo temporal. Hay que mirar al largo plazo, en el que nos movemos en la dirección correcta, aunque ahora hayamos dado un paso en la errónea. El problema del cambio climático es especialmente preocupante porque es a largo plazo y podría ser muy tarde cuando se corrigieran las cosas. En Estados Unidos, el otro problema a largo plazo es el Tribunal Supremo porque sus miembros no se jubilan y, por eso, cubrir una vacante (algo que Trump tiene ahora en sus manos) tendrá efectos durante muchos años.
La pseudociencia
– ¿Cómo explica que ahora que disfrutamos de más esperanza de vida que nunca gracias a la ciencia y la tecnología haya mucha gente en las sociedades desarrolladas que confíe en la medicinas alternativa y los remedios mágicos?
– Entiendo su preocupación, pero no soy psicólogo ni sociólogo, ni soy un experto en por qué la gente cree en disparates.
– ¿Qué le parece que la legislación europea permita que los productos homeopáticos se vendan como medicamentos sin tener que demostrar que curan nada?
– Los fármacos de verdad tienen que demostrar que funcionan, deben someterse a rigurosos test antes de recibir el visto bueno de las agencias nacionales de medicamentos, mientras que la medicina alternativa no tiene que hacerlo. Es evidente la doble vara de medir. Los efectos de la homeopatía y otras prácticas similares pueden explicarse por el placebo. Además, los médicos de verdad están sobrecargados de trabajo, deben atender a un paciente cada pocos minutos y carecen de tiempo para sentarse con él y decirle cosas reconfortantes, como hacen los homeópatas.
– Las tres sociedades científicas de farmacéuticos españolas han reconocido hace poco que la homeopatía no funciona. ¿La comunidad científica no tarda demasiado en reaccionar ante la anticiencia?
– Sí. En el caso de los productos homeopáticos, no es que no funcionen, es que no pueden funcionar porque no tienen nada. La única posibilidad de que funcionaran sería que el agua tuviera memoria, algo que es un disparate y nadie ha demostrado. Si alguien lo demostrara, ganaría el premio Nobel de Física.
– Pero sería muy, muy peligroso que el agua tuviera memoria, ¿no?
– Jajajaja… Sí. Este vaso de agua -dice apuntando el que tiene en la mesa- contiene al menos una molécula que pasó a través de la vejiga de Julio César o de Oliver Cromwell.
– Divulgadores como Carl Sagan, Martin Gardner y usted han dedicado mucho tiempo y esfuerzo a la lucha contra la pseudociencia. Alguien puede pensar que no hay nada malo en creer en el espiritismo, los platillos volantes y los poderes paranormales.
– Algunas personas han destacado que creer en esas cosas puede tener efectos perjudiciales directos. Yo soy más partidario de la aproximación al problema de Carl Sagan: esa gente se está perdiendo muchas cosas porque la realidad es tan maravillosa y fascinante que creer en tonterías resulta empobrecedor. Como educador, creo que es terrible que haya gente que malgaste su tiempo así cuando podría estar estudiando ciencia de verdad.
– ¿Explicar por qué creemos en cosas increíbles sirve para saber más sobre nosotros mismos?
– Supongo que sí. No soy psicólogo, pero me gustaría saber por qué a la gente le seducen esas cosas. La respuesta podría estar en la educación. Necesitamos más educación.
Ciencia y religión
– Usted considera que ciencia y religión no pueden ser compatibles.
– Muchos científicos piensan que sí. Yo no. Es importante distinguir entre creencias evidentemente ridículas como el creacionismo, en las que podemos ver una incompatibilidad clara, y la incompatibilidad más sutil que para mí existe entre la ciencia y la religión más respetable. Hasta cuando no se trata de un creacionismo ingenuo, cuando la creencia es solo en un dios que creó el Universo, hay incompatibilidad.
– Hay quien cree en un dios que puso en marcha el Universo y no hizo nada más. Ese dios no explica nada, ¿no?
– No, no es necesario. La evolución explica cómo la ilusión compleja de un diseño es producto de mecanismos naturales. El darwinismo explica la vida, que es el gran ejemplo de ilusión compleja de diseño. Llevarse al creador al origen del Universo no solo resulta innecesario, sino que además socava la tarea científica, cuyo objetivo es explicar cómo se produce la ilusión de diseño.
– Si hay un dios, no hay por qué buscar explicaciones a nada.
– Exactamente.
– ¿Cree que todo en la realidad se va a poder explicar desde un punto de vista naturalista, científico?
– No lo sé. Es una pregunta abierta. Puede haber preguntas que nunca podamos responder. Lo que sí podemos decir es que, si hay algo que la ciencia no puede explicar, no se podrá explicar de otro modo. Es totalmente ilógico pensar que, si la ciencia no puede explicar algo, lo podrá explicar la religión. Yo creo que algún día la física lo explicará todo, pero, incluso si no lo hace, la religión nunca lo hará.
– ¿La religión es siempre el camino equivocado para explicar las cosas?
– Sí.
– Europa es un crisol de gente de diferentes orígenes, culturas y creencias. ¿Cómo puede protegerse frente a los fundamentalismos sin violar los principios de igualdad y libertad que están en su esencia?
– En general, somos personas buenas y tolerantes que no quieren ser elitistas. ¿Cómo podemos protegernos de la locura sin convertirnos en exclusivistas y elitistas? Yo he empezado a pensar que no me importa que me llamen elitista. La gente necesita educación.
– Con gente mejor educada, ¿Trump no sería presidente y el Brexit habría fracasado?
– Sí.
– Si un fundamentalista musulmán potencialmente peligroso estuviera a las puertas de Europa, ¿deberíamos dejarle entrar?
– Somos personas buenas y tolerantes; no debemos discriminar a nadie por su credo. Para mí es importante distinguir entre los musulmanes, la mayoría buenas personas, y el islam en sí, que creo que es una doctrina perniciosa y malvada.
– ¿Y el cristianismo?
– También, pero menos peligrosa.
– Incluso en Occidente, ser ateo en Europa no es lo mismo que serlo en EE UU. ¿Veremos pronto a un ateo en la Casa Blanca?
– Hoy es algo imposible. Ningún miembro del Congreso de EE UU, y son 535, admite abiertamente ser ateo, cuando obviamente muchos lo son. En este sentido, las estadísticas en EE UU se están moviendo en la dirección correcta. Más del 20% de la población no abraza ninguna religión. Eso no significa que todos sean ateos, pero muchos lo son. Sospecho que puede haber habido ya un presidente ateo en EE UU, pero no lo ha podido admitir. Creo que eso llegará, pero ahora es imposible. En EE UU mi fundación apoya una campaña, llamada Abiertamente laico, para animar a los no creyentes a que salgan del armario y se muestren públicamente orgullosos de su ateísmo con el objetivo de que eso lleve a otros -especialmente, a los políticos- a seguir sus pasos.
– Ahora mismo, ¿es más fácil en EE UU ser un homosexual declarado que un ateo declarado?
– Sí, lo es.
– Usted considera que ciencia y religión no pueden ser compatibles.
– Muchos científicos piensan que sí. Yo no. Es importante distinguir entre creencias evidentemente ridículas como el creacionismo, en las que podemos ver una incompatibilidad clara, y la incompatibilidad más sutil que para mí existe entre la ciencia y la religión más respetable. Hasta cuando no se trata de un creacionismo ingenuo, cuando la creencia es solo en un dios que creó el Universo, hay incompatibilidad.
– Hay quien cree en un dios que puso en marcha el Universo y no hizo nada más. Ese dios no explica nada, ¿no?
– No, no es necesario. La evolución explica cómo la ilusión compleja de un diseño es producto de mecanismos naturales. El darwinismo explica la vida, que es el gran ejemplo de ilusión compleja de diseño. Llevarse al creador al origen del Universo no solo resulta innecesario, sino que además socava la tarea científica, cuyo objetivo es explicar cómo se produce la ilusión de diseño.
– Si hay un dios, no hay por qué buscar explicaciones a nada.
– Exactamente.
– ¿Cree que todo en la realidad se va a poder explicar desde un punto de vista naturalista, científico?
– No lo sé. Es una pregunta abierta. Puede haber preguntas que nunca podamos responder. Lo que sí podemos decir es que, si hay algo que la ciencia no puede explicar, no se podrá explicar de otro modo. Es totalmente ilógico pensar que, si la ciencia no puede explicar algo, lo podrá explicar la religión. Yo creo que algún día la física lo explicará todo, pero, incluso si no lo hace, la religión nunca lo hará.
– ¿La religión es siempre el camino equivocado para explicar las cosas?
– Sí.
– Europa es un crisol de gente de diferentes orígenes, culturas y creencias. ¿Cómo puede protegerse frente a los fundamentalismos sin violar los principios de igualdad y libertad que están en su esencia?
– En general, somos personas buenas y tolerantes que no quieren ser elitistas. ¿Cómo podemos protegernos de la locura sin convertirnos en exclusivistas y elitistas? Yo he empezado a pensar que no me importa que me llamen elitista. La gente necesita educación.
– Con gente mejor educada, ¿Trump no sería presidente y el Brexit habría fracasado?
– Sí.
– Si un fundamentalista musulmán potencialmente peligroso estuviera a las puertas de Europa, ¿deberíamos dejarle entrar?
– Somos personas buenas y tolerantes; no debemos discriminar a nadie por su credo. Para mí es importante distinguir entre los musulmanes, la mayoría buenas personas, y el islam en sí, que creo que es una doctrina perniciosa y malvada.
– ¿Y el cristianismo?
– También, pero menos peligrosa.
– Incluso en Occidente, ser ateo en Europa no es lo mismo que serlo en EE UU. ¿Veremos pronto a un ateo en la Casa Blanca?
– Hoy es algo imposible. Ningún miembro del Congreso de EE UU, y son 535, admite abiertamente ser ateo, cuando obviamente muchos lo son. En este sentido, las estadísticas en EE UU se están moviendo en la dirección correcta. Más del 20% de la población no abraza ninguna religión. Eso no significa que todos sean ateos, pero muchos lo son. Sospecho que puede haber habido ya un presidente ateo en EE UU, pero no lo ha podido admitir. Creo que eso llegará, pero ahora es imposible. En EE UU mi fundación apoya una campaña, llamada Abiertamente laico, para animar a los no creyentes a que salgan del armario y se muestren públicamente orgullosos de su ateísmo con el objetivo de que eso lleve a otros -especialmente, a los políticos- a seguir sus pasos.
– Ahora mismo, ¿es más fácil en EE UU ser un homosexual declarado que un ateo declarado?
– Sí, lo es.
El templo ateo de Londres, en Radio Nacional de España
Toni Garrido y yo hemos hablado hoy del templo ateo propuesto por Alain de Botton, en la cuarta de mis colaboraciones semanales en Asuntos propios, en Radio Nacional de España.
¿Tiene sentido un templo ateo?
El escritor Alain de Botton ha propuesto la construcción de un templo ateo de 46 metros de altura en el corazón financiero de Londres. «¿Por qué los creyentes tienen los templos más bellos de la Tierra? Ya es hora de que los ateos tengan sus propias versiones de las grandes iglesias y catedrales», argumenta. Aboga por un edificio dedicado a «cualquier cosa positiva y buena», como el amor o la amistad, y asegura que ya cuenta con donantes dispuestos a aportar la mitad del millón de libras que costaría la estructura hueca que ha idead el arquitecto Thomas Greenall. Un edificio cuyo techo estaría abierto al cielo y las paredes, decoradas con fósiles. Una torre en la que cada centímetro representaría un millón de años en la historia de la Tierra y una delgada línea de oro de un milímetro de grosor, situada a un metro de altura, la existencia de la Humanidad.
De Botton parte, a mi juicio, de la errónea idea de que no hay templos ateos, entendiendo como tales edificios dedicados a la promoción de la razón y el humanismo secular. Los hay y bellos sin salir de Londres, como apunté a Miguel Ayuso cuando me telefoneó para que diera mi opinión sobre el Templo de la Perspectiva, como ha llamado el filósofo a su propuesta. Ahí está Conway Hall, sede de la Sociedad Ética de South Place, una organización cuyos objetivos son «el estudio y la difusión de principios éticos basados en el humanismo y el librepensamiento, el cultivo de una manera racional y humana de la vida, y el avance de la investigación y la educación en todos los ámbitos».
El autor de Religion for atheists: a non-believer’s guide to the uses of religion (Religión para ateos: una guía no creyente a los usos de la religión, 2012) quiere con su torre desmarcarse expresamente de los ateos malos, los Richard Dawkins y Christopher Hitchens; pero a mí su propuesta me suena más a un intento de promoción de su libro que a otra cosa. Aún así, sigámosle el juego. ¿Hay necesidad de un templo ateo? No. Como ha replicado Dawkins, «los ateos no necesitamos templos. Creo que hay cosas mejores en las que gastar el dinero. Si quieres gastar el dinero en promover el ateísmo, podrías mejorer la educación laica y construir escuelas no religiosas donde enseñar el pensamiento crítico racional y escéptico».
De Bottom también se confunde, a mi juicio, al considerar la belleza de catedrales, iglesias y otros templos, propiedad de los creyentes. Yo soy el primero que, cuando viaja, visita y disfruta de la estética de edificios religiosos y palacios, sin que ello suponga mi adscripción a ningún credo ni a la monarquía. He gozado de templos del Antiguo Egipto y de la Grecia clásica, de iglesias católicas y ortodoxas, de mezquitas… Toda esa belleza, desde la de los santuarios rupestres hasta la de la Sagrada Familia de Barcelona, la considero tan mía como de cualquier creyente. Y no siento ninguna necesidad de que haya catedrales ateas ni cosas parecidas.
Los templos de la razón y el conocimiento ya existen: son las bibliotecas, los museos de arte, de historia natural y de la ciencia, las universidades… y, por supuesto, edificios como Conway Hall. Lo ha dicho Andrew Copson, director ejecutivo de la Asociación Humanista Británica: «Las cosas que la gente religiosa obtiene de la religión -el asombro, la admiración, el sentido y la perspectiva- los no religiosos los obtenemos del arte, la naturaleza, las relaciones humanas…». A los no creyentes no nos hacen falta templos para llevar vidas plenas.
De Botton parte, a mi juicio, de la errónea idea de que no hay templos ateos, entendiendo como tales edificios dedicados a la promoción de la razón y el humanismo secular. Los hay y bellos sin salir de Londres, como apunté a Miguel Ayuso cuando me telefoneó para que diera mi opinión sobre el Templo de la Perspectiva, como ha llamado el filósofo a su propuesta. Ahí está Conway Hall, sede de la Sociedad Ética de South Place, una organización cuyos objetivos son «el estudio y la difusión de principios éticos basados en el humanismo y el librepensamiento, el cultivo de una manera racional y humana de la vida, y el avance de la investigación y la educación en todos los ámbitos».
El autor de Religion for atheists: a non-believer’s guide to the uses of religion (Religión para ateos: una guía no creyente a los usos de la religión, 2012) quiere con su torre desmarcarse expresamente de los ateos malos, los Richard Dawkins y Christopher Hitchens; pero a mí su propuesta me suena más a un intento de promoción de su libro que a otra cosa. Aún así, sigámosle el juego. ¿Hay necesidad de un templo ateo? No. Como ha replicado Dawkins, «los ateos no necesitamos templos. Creo que hay cosas mejores en las que gastar el dinero. Si quieres gastar el dinero en promover el ateísmo, podrías mejorer la educación laica y construir escuelas no religiosas donde enseñar el pensamiento crítico racional y escéptico».
De Bottom también se confunde, a mi juicio, al considerar la belleza de catedrales, iglesias y otros templos, propiedad de los creyentes. Yo soy el primero que, cuando viaja, visita y disfruta de la estética de edificios religiosos y palacios, sin que ello suponga mi adscripción a ningún credo ni a la monarquía. He gozado de templos del Antiguo Egipto y de la Grecia clásica, de iglesias católicas y ortodoxas, de mezquitas… Toda esa belleza, desde la de los santuarios rupestres hasta la de la Sagrada Familia de Barcelona, la considero tan mía como de cualquier creyente. Y no siento ninguna necesidad de que haya catedrales ateas ni cosas parecidas.
Los templos de la razón y el conocimiento ya existen: son las bibliotecas, los museos de arte, de historia natural y de la ciencia, las universidades… y, por supuesto, edificios como Conway Hall. Lo ha dicho Andrew Copson, director ejecutivo de la Asociación Humanista Británica: «Las cosas que la gente religiosa obtiene de la religión -el asombro, la admiración, el sentido y la perspectiva- los no religiosos los obtenemos del arte, la naturaleza, las relaciones humanas…». A los no creyentes no nos hacen falta templos para llevar vidas plenas.
El síndrome de la evolución, el nazismo de Richard Dawkins y otras estupideces de la ‘Conservapedia’

La entrada sobre el denominado síndrome de la evolución es, según los autores, una de las más visitadas. «El síndrome de la evolución -dicen- es la tendencia de algunas personas a insistir compulsivamente en que la evolución humana a partir de animales de alguna manera debe ser verdad, y pasar casi todo su tiempo impulsando esa creencia entre los demás. Se refleja en Internet en personas que dedican más del 90% de sus publicaciones a promover su creencia en la evolución e insistir en la censura o demonización de puntos de vista alternativos. Están especialmente en contra de la enseñanza de las teorías alternativas a los niños en la escuela». Y añaden, por si a usted todavía le cabe alguna duda de lo malvados que son los partidarios de esa teoría científica, que «las víctimas del síndrome de la evolución tienden a ser estudiantes universitarios o graduados que quieren sobresalir en matemáticas o física, pero carecen de la capacidad o la ética de trabajo para hacerlo. Se sienten frustrados «aspirantes a» respecto a su reconocimiento académico. Pero se encuentran con que los liberales alaban su inteligencia si promueven la evolución».
Los conservapedistas son partidarios de la llamada ciencia de la creación, «la ciencia que tiene por objeto demostrar que la creación sobrenatural del universo material por Dios es coherente y compatible con la evidencia científica disponible», consideran la teoría de la relatividad una falsedad promovida por los liberales, sostienen que existe una cosa que se llama presciencia científica bíblica, «el contenido de la Biblia que muestra un conocimiento científico más allá del que existía entre los ateos en el momento en que la Biblia fue escrita», y que el hombre convivió con los dinosaurios. El ateísmo es la fuente de todo mal y, entre sus demonios de carne y hueso, destacan Richard Dawkins, Christopher Hitchens y P.Z. Myers, que cuentan con sus respectivas entradas insultantes.
Darwin, racista

«Pharyngula (el blog de P.Z. Myers) es conocido por su crítica sarcástica y a menudo engañosa de ciencia de la creación y de la teoría del diseño inteligente, así como por las fotos de cefalópodos (a menudo, con connotaciones sexuales vulgares tanto sutiles como manifiestas)», escriben en la entrada correspondiente a la bitácora del biólogo y escéptico. Los conservapedistas sostienen que la comunidad Scienceblogs, de la que forma parte Pharyngula, «parece tener problemas a la hora de atraer y mantener a escritores con talento» -supongo que echan en falta a algún telepredicador que otro- y suscriben la opinión de Mariano Grinbank, un judío cristiano, miembro del movimiento de la Nueva Era y practicante de reiki -entre otras supersticiones-, que considera que las anotaciones del blog de Myers «carecen a menudo de sustancia». En el fondo, lo que pasa es que el cortante estilo de este biólogo ateo deja a los promotores de la pseudociencia y la religión desnudos de argumentos, como demuestra la Conservapedia.
¿Qué puede hacerse ante engendros como esta Wikipedia cavernícola? Lo mismo que ante cualquier otro tipo de supercherías: fomentar el pensamiento crítico desde la escuela, adiestrando a los niños en habilidades que les permitan detectar la pseudociencia, la superstición y a los engañabobos, desde los fundamentalistas religiosos hasta los videntes. Quienes ya tenemos años podemos, por nuestra parte, plantar cara a las supercherías en Internet, como recomienda Damian Thompson en su libro Los nuevos charlatanes (2008). «En el último par de años el contraconocimiento ha demostrado ser sorprendentemente vulnerable a los ataques de guerrilla de la bitacosfera. Los defensores independientes de la verdad empírica, armados hasta los dientes de datos sólidos, han organizado emboscadas devastadoras contra los curanderos y embaucadores que han penetrado demasiado en el dominio público», escribe Thompson sobre algo que también estamos viviendo en España, el ascenso de una comunidad escéptica de blogs que es percibida como una amenaza por los vendedores de misterios y sus acólitos.