Umberto Eco y las paparruchas paranormales

Retrato de Umberto Eco. Foto: Rob Bogaerts / Anefo.
Retrato de Umberto Eco. Foto: Rob Bogaerts / Anefo.

Es sabido que Umberto Eco no comulga con las bobadas de la Nueva Era. Ahí está El péndulo de Foucault (1989), obra en la que hace con la literatura esotérica lo que Cervantes con la novela de caballerías. Eco ha dedicado en los últimos años algunos pequeños ensayos a poner en su sitio cosas diversas, artículos que se recogen en su última obra, A paso de cangrejo. Reflexiona, por ejemplo, sobre el avance del creacionismo, la alquimia, el negocio de los videntes, el tercer secreto de Fátima, los cuentos de Dan Brown y todas las tonterías sobre los templarios que tanto dinero están dando a un creciente grupo de pseudonovelistas y pseudohistoriadores.

«Ningún tema ha inspirado jamás las mayores mediocridades de todos los tiempos y de todos los países como la historia templaria», sentencia Eco. Tiene razón. Cualquiera puede comprobarlo en las liberías. Y el intelectual italiano ofrece una fórmula para distinguir rápidamente el grano de la paja: «La única manera de reconocer si un libro sobre los templarios es serio es controlar si termina en 1314, fecha en que su gran maestre es quemado en la hoguera». La mayoría no termina en esa fecha porque el negocio está más acá, en traerse a los templarios hasta nuestros días como sea.

Cuenta Eco muchas cosas en la quinta parte del libro, que lleva el título de La suma y el resto. Así, en el apartado ‘Creer en los médiums’, que pueden leer íntegro en la web del Círculo Escéptico, recomienda a quien quiera cambiar de trabajo que se dedique a la videncia, un oficio «de los más lucrativos y (contrariamente a lo que podáis pensar) de los más sencillos. Basta con tener cierta dosis de simpatía, una mínima capacidad para entender a los demás y cierta falta de escrúpulos. Pero, aún sin poseer estas cualidades, la estadística siempre trabaja a vuestro favor». Y, seguidamente, explica al lector una serie de trucos para ejercer de augur con todas las garantías.

Además, ante el avance del creacionismo en Estados Unidos, el autor de El nombre de la rosa hace una lectura evolucionista del relato poético del Génesis, que «parece dar la razón a Darwin: primero se produce una especie de Big bang con la explosión de la luz, luego los planetas adquieren forma y en la Tierra se producen grandes convulsiones geológicas (las tierras se separan de los mares), de modo que aparecen los vegetales, los frutos y las simientes, finalmente las aguas se convierten en un hervidero de seres vivos (la vida comienza a surgir del agua), levantan el vuelo los pájaros, y sólo después aparecen los mamíferos (es imprecisa la posición geológica de los reptiles, pero no se le puede pedir demasiado al Génesis). Sólo al final y como culminación de este proceso (después de los grandes simios antropomorfos, supongo) aparece el hombre. El hombre que -no lo olvidemos- no es creado de la nada, sino del barro, es decir, de la materia anterior. Más evolucionista (aunque sea en un tono elevadamente épico) imposible».

Eco atina, a mi juicio, cuando señala lo que le parece más irritante de todo el movimiento de la Nueva Era: el sincretismo. «Y el sincretismo (en su estado puro) no consiste en creer en una cosa, sino en creer en todas las cosas, aunque sean contradictorias entre sí». Esa capacidad de los vendedores de humo para explotar una idea y su contraria -alardear de contactos militares y, al mismo tiempo, acusar a otros de colaboracionistas por conseguir documentación del Ejército sobre el fenómeno ovni, por ejemplo-, junto a la inmensa ingenuidad de sus fans, es una de las características que más me sorprende del negocio del misterio, del negocio del engaño.

Eco, Umberto [2006]: A paso de cangrejo. Artículos, reflexiones y decepciones (2000-2006) [A passo di gambero. Guerre calde e populismo mediatico (2000-2006)]. Trad. de María Pons Irazazábal. Editorial Debate. Barcelona 2007. 496 páginas.

Nota publicada en Magonia el 15 de marzo de 2007.


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