Basta con un par de signos de interrogación para poner las cosas en su sitio. Hace poco más de cuarenta años, llegaba a las librerías estadounidenses El viaje interrumpido, obra de John G. Fuller cuyo subtítulo era «Dos horas perdidas a bordo de un platillo volante». La traducción española del título y el subtítulo fue totalmente respetuosa, pero a alguien en Plaza & Janés parece que le traicionó la incredulidad al redactar el texto de la faja promocional que llevaban todos los libros de la colección Otros Mundos y escribió: «¿Dos horas a bordo de un platillo volante? El increíble relato, que la Prensa mundial ha divulgado, de un matrimonio americano sometido a sueño hipnótico». El matiz es importante. Los signos de interrogación transforman el tajante subtítulo que puede leerse en el interior en lo que en realidad concluye cualquiera que lea el libro de Fuller.
La obra disecciona el secuestro por parte de alienígenas de Betty y Barney Hill, quienes en septiembre de 1966 marcaron el inicio de la fiebre de las abducciones y crearon el prototipo del extraterrestre gris. Si les interesa el mito ovni y no la han leído, no sé a qué esperan. Compren un ejemplar de segunda mano -lo pueden encontrar en Iberlibro-, siéntense cómodamente y hagan arqueología ufológica. Comprobarán que la verdad está ahí dentro y que, como casi siempre, el relato indirecto que han hecho del incidente los periodistas del misterio y ufólogos más famosos tiene poco que ver con ella. A mí, que no había abierto el libro de Fuller desde hace muchos años -no me acuerdo si en su día lo leí entero-, su lectura reciente para preparar el reportaje 40 años de grises me ha resultado enormemente esclarecedora, hasta el punto de que me cuesta creer que alguien piense que estamos ante el relato de una abducción real. Pero ¿qué es lo que cuenta Fuller?
El viaje interrumpido es un libro apasionante, aunque de divertido tiene poco. Lo que cuenta es interesante; cómo lo cuenta, un rollo. Porque Fuller dedica la mayoría de las 374 páginas de la edición española a la transcripción de las entrevistas del psiquiatra Benjamin Simon con el matrimonio de abducidos. Cuando se publicó la obra, nadie creía en la realidad de los secuestros alienígenas. De hecho, al igual que pasaba con los platillos volantes estrellados, este tipo de casos no fue en su momento considerado digno de estudio por los ufólogos más serios, que siempre los ha habido.
La lectura del libro revela una abducción de los Hill en la que la sensación de tiempo perdido -de que faltan horas entre la última observación del ovni y la reanudación del viaje camino a casa- la sugieren dos ufólogos; en la que Betty parte de la premisa de que tras los sueños extraños que está teniendo puede que haya algo más; en la que Barney cree al principio que lo de su esposa son sólo pesadillas y nada más que eso; en la que los Hill cuentan su visión de un platillo volante en la parroquia pocos días después del suceso; en la que el psiquiatra cree que la primera parte del encuentro -la observación de una luz en el cielo- pudo tener una base real, pero la segunda -el secuestro- no; en la que las narraciones bajo hipnosis coinciden con los sueños transcritos anteriormente por Betty y que ésta había contado a Barney; en la que las pequeñas contradicciones del relato -«Cuanto más tarde en entrar, más tardaremos en terminar», le dice un visitante a la mujer, pero más adelante otro no entiende que quiere decir edad ni cómo medimos los humanos el tiempo- demuestran que algo falla en la historia; en la que queda claro que la primera abducción no tuvo lugar en el mundo real.
Todas esas cosas, y muchas más, figuran en las páginas de El viaje interrumpido y han sido sistemáticamente ocultadas a sus lectores por los mismos ufólogos que llenaban nuestros cielos de platillos volantes a la menor oportunidad y, ante la falta de ovnis, se han reconvertido en los últimos años en conspiranoicos, imitadores de Dan Brown, profesionales del periodismo basura de cámara oculta y fabricantes de misterios al por mayor. Por eso, siempre recomiendo a quien me pregunta por cualquier enigma que acuda a las fuentes originales. Comprobará que, en muchas ocasiones, la historia no es como se la han vendido. Es lo que pasa con El viaje interrumpido, cuya lectura demuestra el acierto de quien le plantó dos signos de interrogación a la faja promocional del libro en la edición española.
Fuller, John G. [1966]: El viaje interrumpido. Dos horas olvidadas a bordo de un platillo volante [The interrumpied journey: two lost hours abourd a flying saucer]. Prologado por Benjamin Simon. Trad. de Jesús Pardo. Editorial Plaza & Janés (Col. «Otros Mundos»). Barcelona 1977. 374 páginas.
Reseña publicada en Magonia el 11 de febrero de 2007.