Cada uno de los seguidores de Cosmos tiene sus momentos preferidos. El fragmento que traigo aquí hoy, a modo de homenaje, me impactó profundamente por su simplicidad y contundencia, tanto en la versión televisiva como en la literaria, que varía ligeramente. Y viene como anillo al dedo en un momento en el que la intransigencia religiosa intenta que quienes no tenemos necesidad de creer en seres superiores comulguemos una vez más con ruedas de molino. Escuchen y lean a Sagan. No creo que haga falta decirlo más claro:
Si el cuadro general de un universo en expansión y de un Big Bang es correcto, tenemos que enfrentarnos con preguntas aún más difíciles. ¿Cómo eran las condiciones en la época del Big Bang? ¿Qué sucedió antes? Había un diminuto universo carente de toda materia y luego la materia se creó repentinamente de la nada? ¿Cómo sucede una cosa asi? Es corriente en muchas culturas responder que Dios creó el universo de la nada. Pero esto no hace más que aplazar la cuestión. Si queremos continuar valientemente con el tema, la pregunta siguiente que debemos formular es evidentemente de dónde viene Dios. Y, si decidimos que esta pregunta no tiene contestación, ¿por qué no nos ahorramos un paso y decidimos que el origen del universo tampoco tiene respuesta? O, si decidimos que Dios siempre ha existido, ¿por qué no nos ahorramos un paso y concluimos diciendo que el universo siempre ha existido?
La primera vez que escuché este razonamiento por boca de Carl Sagan me sorprendió por su lógica aplastante. Un cuarto de siglo después de su emisión, sigue teniendo la misma fuerza y su difusión sigue siendo vital, sobre todo en una España donde la Iglesia católica quiere imponernos a todos sus puntos de vista y quiere apropiarse de la ética, como se apropió en su día de mitos ajenos hasta para su festividad más importante, la Navidad, que no es sino la adaptación cristiana de rituales romanos y egipcios que festejaban el solsticio de Invierno.