Cuando el científico se pone en el centro de la pista del ‘show’ paranormal

Una mesa levita durante una sesión de espiritismo con la médium Eusapia Palladino en casa del astrónomo Camille Flammarion el 25 de noviembre de 1898. Foto: H. Mairet.
Una mesa levita durante una sesión de espiritismo con la médium Eusapia Palladino en casa del astrónomo Camille Flammarion el 25 de noviembre de 1898. Foto: H. Mairet.

¿Qué impulsa a un científico serio a aparecer hablando de lo suyo en un programa de radio o televisión dedicado a la anticiencia? Llevo años preguntándomelo. Lo hago cada vez que veo u oigo a un experto en Astronáutica, Psicología, Historia u otra disciplina disertando sobre la conquista de la Luna, la clonación o la construcción de las pirámides en un espacio que, poco antes o acto seguido, se hace eco de la última tontería paranormal: las caras de Bélmez, un pueblo maldito, las abducciones, la memoria del agua, el poder de los astros… ¿Se trata de afán de notoriedad por parte del científico, de una obsesión por llevar su saber hasta el último rincón de la Galaxia -aunque allí no sepan apreciarlo- o de algo más?

Hace un par de años, le pregunté en privado a un conocido investigador español por qué acudía a espacios dedicados a lo paranormal en los que se le utilizaba descaradamente su presencia para legitimar el discurso irracional de los engañabobos que compartían emisión con él. Había escuchado días antes como le entrevistaban en la radio sobre el tema en el que es experto, emparedado entre anuncios de videntes, consultas de astrólogos en directo y delirios de un apóstol de las visitas alienígenas. Mi interlocutor se molestó: «¡A eso no voy a responderte!». Le repetí la pregunta y volvió a decirme lo mismo, antes de despedirse apresuradamente.

Por mucho que a los científicos mediáticos les moleste, cuando aparecen en un programa esotérico, su sola presencia ya dota al espacio de una pátina de seriedad que no se merece. Lo saben bien los fabricantes de misterios y sus seguidores, quienes, ante las críticas a los contenidos de esas producciones, replican con frases del estilo de: «Podéis decir lo que queráis, pero en el programa de X participan casi cada semana conocidos investigadores de universidades españolas». Los fans de la quincalla enigmática con la que nos bombardean algunas televisiones y emisoras de radio deducen que, a ojos de muchos espectadores, la aparición de científicos en ese tipo de programas otorga a esos espacios un plus de credibilidad. Así es. Por eso, los hombres de ciencia que colaboran en esos espacios están, en el fondo, ayudando al avance del discurso de los traficantes de misterios: lo que afirmen ante las cámaras y los micrófonos da igual. Lo importante para el periodista esotérico es que el científico esté ahí, que salga junto a él en la foto.

Nota publicada en Magonia el 11 de septiembre de 2006.


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