«No hay asunto que no podamos investigar y discutir: los ovnis, la astrología, la parapsicología, la clonación terapéutica, el aborto, la eutanasia, la separación de la Iglesia y el Estado, lo políticamente correcto…», dijo el periodista Alejandro J. Borgo, el 18 de septiembre en Buenos Aires, durante su charla en la Primera Conferencia Iberoamericana sobre Pensamiento Crítico, en la que incitó a los presentes a «pensar en los pequeños cambios como medio para lograr una gran transformación social». Ya en el acto de clausura, el director de la revista Pensar lanzó un reto: «Mucha gente se ha conocido aquí estos días. Ahora, el asunto es: ¿qué vamos a hacer respecto a todo aquello en lo que estamos de acuerdo?».
Dos apretadas jornadas de conferencias y conversaciones informales fueron la plasmación, el 17 y 18 de septiembre, de lo que Paul Kurtz, presidente del Centro para la Investigación (CfI), calificó previamente de «encuentro histórico». El vaticinio del filósofo estadounidense se cumplió, aunque lamentablemente él no pudo comprobarlo, ya que no asistió al encuentro y mandó su intervención grabada en vídeo. El apoyo económico del Comité para la Investigación Científica de las Afirmaciones de lo Paranormal (CSICOP) y del CfI, y el magnífico trabajo de Borgo hicieron realidad un congreso en el que participaron representantes de media docena de países sudamericanos, además de escépticos estadounidenses y españoles.
«Bertrand Russell dijo una vez que la tesis más arriesgada que se podría presentar era la de pedir que una creencia se basara en pruebas y que no debería creerse en algo que no fuera comprobado. Sin embargo, este punto de vista no es habitualmente escuchado en aquellos lugares donde se espera que la gente crea cosas basadas en la autoridad, el dogma, el apasionamiento o la costumbre», afirmó Kurtz en su charla. El presidente del CfI resumió en tres los objetivos de su organización: conseguir que la gente no admita una creencia o afirmación mientras no esté suficientemente demostrada, «promover el punto de vista científico del Universo y de la especie humana», y aplicar estos conocimientos a cuestiones que atañen a la ética y los valores. Lamentó que «países como Estados Unidos sean prisioneros de una visión arcaica y fundamentalista», y concluyó que lo que necesita en estos momentos el mundo es una nueva Ilustración.
La otra intervención inaugural corrió a cargo del filósofo Mario Bunge, si bien la leyó Borgo, ya que el pensador argentino no pudo viajar a Buenos Aires desde Canadá por motivos de salud. «El pensamiento crítico supera tanto al mágico como al religioso, a las ideologías tradicionales, a las pseudociencias y a las pseudofilosofías como la fenomenología y el existencialismo. Todas estas doctrinas son dogmáticas. Por ello todas ellas merecen la crítica del pensador riguroso», apuntó Bunge. Lanzó dardos al psicoanálisis -se refirió a La interpretación de los sueños como «el Evangelio según San Segismundo»- y aseguró que, desde 1930, en Argentina «los avances de la ciencia fueron anulados por los de las seudociencias», lo que ha convertido el país «en el paraíso de astrólogos, homeópatas, psicoanalistas y chamanes de otras escuelas, todas ellas lucrativas y ninguna exploradora de la realidad». El psicoanálisis fue objeto de una pormenorizada crítica del psicólogo Gerardo Primero, quien desveló a los asistentes por qué falla esta práctica.
La liberación de la teología
Jorge Alfonso Ramírez, representante de Pensar en Paraguay, protagonizó una de las intervenciones más destacadas del encuentro, al hablar de La tiranía de la fe y el futuro de la razón. En una charla políticamente incorrecta -¡cómo se agradece en los tiempos ñoños en los que vivimos!-, argumentó en favor del desmantelamiento de la incubadora de intolerancia y fanatismo que puede llegar a ser la religión, recordando que un dios estuvo detrás de los ataques contra las Torres Gemelas de septiembre de 2001. «Palabras como Dios y Alá deben seguir el camino de Apolo y Baal o los primeros alcanzarán su significado en nuevos holocaustos», advirtió. Ya en la sesión final, Alfonso Ramírez abogó por la «liberación de la teología, frente a la teología de la liberación». Hugo Estrella, periodista y fundador del grupo Joven Pugwash Internacional, centró su charla en la relación entre la Iglesia y el Estado en Argentina, y reclamó el final de lo que considera «una asociación ilícita» perjudicial para la democracia y la libertad. Y Norman Allen, del CfI, habló sobre el impacto del pensamiento religioso en los estadounidenses de origen latino y africano.
La intervención anticreacionista del encuentro fue obra de Richard Branham, del Centro Regional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Cricyt) de Mendoza (Argentina). Branham, en una brillante disertación, presentó el «montón de evidencias» procedentes de diferentes disciplinas científicas que demuestran que el Universo nació hace unos 14.000 millones de años. «¿Qué dicen los creacionistas? Que Dios creó el Universo hace unos 6.000 años; pero con la apariencia de que tiene 14.000 millones de años. ¿Es Dios un bromista? El argumento fatal para esa idea es que no hay nada especial que ocurriera hace 6.000 años». Branham indicó que también podría decir cualquiera que Dios creó el Universo hace un segundo, pero con todo trucado -incluidos nuestros recuerdos y aspecto- para que parezca mucho más antiguo, y que únicamente desde el fanatismo se puede negar que la historia empezó con el Big Bang.
Ya en el ámbito paranormal, Joe Nickell, investigador del CSICOP, hizo una breve exposición de su trabajo y dejó clara cuál es su postura ante los enigmas. «No necesitamos ir de promotores ni de detractores de misterios; sólo investigar. Yo voy al sitio e investigo». Dos días después, cuando le comenté que me iba a Bariloche, me animó a intentar atrapar a Nahuelito, el monstruo que supuestamente habita el lago Nahuel Huapi. Siguiendo el consejo de este veterano cazafantasmas, busqué en el lago al primo argentino de Nessie durante días con desigual fortuna. El periodista Alejandro C. Agostinelli habló sobre los orígenes culturales del fenómeno ovni, en una interesante charla en la que demostró su profundo conocimiento de la mitología ufológica. El ilusionista Enrique Márquez expuso los tejemanejes de los cirujanos psíquicos, ayudado de una serie de vídeos escalofriantes en los que enfermos de cáncer llegaban a ser golpedados por esos desaprensivos que dicen practicar intervenciones quirúrgicas sin anestesia ni bisturí, cuando en el fondo lo que están haciendo es un juego de ilusionismo. «La única manera de ser efectivo (en la divulgación del pensamiento escéptico) es hacer circo, que es lo que quieren los medios», señaló Márquez al tiempo que se proyectaban algunas de sus numerosas apariciones televisivas. Y a mí me tocó hablar de conspiraciones en una charla titulada Sé algo que ustedes no saben.
La medicina y la pseudomedicina fueron el eje de la disertación de Ernesto Gil Deza, oncólogo del Instituto Henry Moore de Buenos Aires que puso el listón muy alto al resto de los ponentes. Gil Deza es un auténtico showman del escepticismo que cautivó a este escribano hasta el punto de que no tomó ni una sola nota de su intervención. Es decir, disfruté de ella y me reí de lo lindo, como la mayoría del centenar de personas que llenaba la sala. Lo mismo estuvo a punto de pasarme con Celso Aldao, físico de la Universidad Nacional de Mar del Plata con un parecido sorprendente a Salman Rushdie y que cree que no tiene gancho con el público, pero es mentira. Aldao dio una interesantísima y pedagógica conferencia sobre lo que es y lo que no es ciencia, y dijo que «la creencia en lo paranormal es algo incentivado por una industria». «Tenemos el deber de informar, de alertar, desde el punto de vista de la ciencia y la razón; y no sólo los científicos, sino todos», indicó.
Widson Porto Reis, profesor del Instituto Militar de Ingeniería de Brasil e integrante del Projeto Ockham, habló sobre la creciente penetración de la pseudociencia en la Universidad de su país y la achacó a la inexistencia de un escepticismo organizado, la indiferencia de la comunidad científica, la tolerancia hacia la pseudociencia de las revistas de divulgación más populares, la presentación de la pseudociencia como algo emocionalmente agradable y el relativismo cultural, «la idea de que todas las ideas son igualmente válidas». El biólogo Mariano Moldes disertó sobre los bolsones pseudocientíficos en la biología. Aunque prestó especial atención a la sociobiología -«No siempre nuestros enemigos ideológicos son villanos de cine mudo»-, criticó también el neorracismo y la criptozoología. «Hay especies desconocidas, pero nunca las encuentran los cripozoólogos, sino los biólogos», apuntó acertadamente.
Después de que Tim Madigan, de la Universidad St. John Fisher (EE UU), hablara de La ética de la creencia y de que Tim Delaney, de la Universidad Estatal de Nueva York (EE UU), disertara sobre la filosofía positiva como «una fuerza social para combatir el dogmatismo», Pablo Mira, de la Universidad de Buenos Aires, expuso algunos de los mitos de la economía, en línea con su artículo aparecido en Pensar y con gran sentido el humor. Benjamin Radford, editor asistente de The Skeptical Inquirer, pronunció su conferencia en español, llegando a consultar antes la pronunciación de algunas palabras con las dos magníficas traductoras simultáneas que nos acompañaron durante los dos días. El joven y polifacético psicólogo comparó nuestra mente con un jardín que hay que cuidar y en el que hay que evitar que crezca la mala hierba de la superstición. «Cuando me siento cansado, recuerdo la frase de Redfin que está al comienzo de El mundo y sus demonios, el libro de Carl Sagan: ‘Es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad’». Primero en su intervención y luego en la mesa redonda final, Radford hizo un llamamiento al trabajo de los escépticos en equipo: «Separados, somos voces solitarias contra una avalancha; pero, juntos, nuestras voces se pueden unir en un clamor».
La traca final
A menos de tres horas de acabar el encuentro, parecía que todo el pescado estaba vendido, pero salieron a escena el periodista chileno Diego Zúñiga y su colega argentino Pablo Capanna. Juventud y veteranía se dieron la mano en dos charlas dedicadas al análisis del trabajo y el rigor de los periodistas. Zúñiga, redactor del diario Las Últimas Noticias y director de la revista La Nave de los Locos, destacó que los jóvenes reporteros de su país han crecido «en un ambiente proclive al pensamiento mágico», con duendes que habitan en la casas, extraterrestres que se pasean por todos lados y espíritus que llegan a abusar de «bellas estudiantes». Después de ofrecer múltiples ejemplos de noticias sobre lo paranormal publicadas en la Prensa chilena -que me hicieron retroceder mentalmente en el tiempo a los diarios españoles de finales de los años 70 y principios de los 80-, se mostró muy crítico con el gremio. «Los periodistas hemos sido resortes del engaño, dándole un impulso que no se merece». Capanna expuso las pruebas que demuestran que el desconocimiento sobre el lenguaje y las profundas lagunas en su formación, unidos a la falta de métodos de control en las redacciones, que se plasman día a día en noticias sin sentido y hallazgos que no son tales que se publican a todo trapo en los medios de comunicación. Profesor de Filosofía de la Universidad Tecnológica Nacional de Argentina, Capanna animó a la gente a «no dejar pasar estas cosas, escribir al diario y llamar a la radio y la televisión ante cualquier disparate».
Las jornadas no hubieran sido posibles sin la entrega de Alejandro J. Borgo, con quien colaboró estrechamente un español: Juan Soler, representante del Círculo Escéptico (CE) que se encargó durante los dos días de atender a quienes solicitaban información del CE, la revista Pensar y ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico, que tuvo sus ojos y oídos en Sergio López Borgoñoz. Al margen de las conferencias, fue un placer conocer en persona a escépticos como Carlos Domínguez, Juan de Gennaro, responsable de Argentina Skeptics, Max Seifert y Armando Sosto. Con ellos, Borgo y Márquez, tuvimos Luisa Idoate y yo el placer de compartir dos semanas después una larga cena en la que reflexionamos sobre el congreso y las posibles vías de colaboración transoceánica. Quedan también en el recuerdo los espectáculos de los magos Marduk y Merpin, las conversaciones con el escéptico mallorquín Paolo Zerbato -a quien no había visto desde nuestras andanzas en Abano Terme, cerca de Venecia, en octubre del año pasado durante el último congreso escéptico mundial-, las dos veladas que pasé con la familia de Borgo y la visita a La Boca con los escépticos argentinos Mario y Graciela Blaum.
Si algo hay que lamentar respecto a la Primera Conferencia Iberoamericana sobre Pensamiento Crítico, es lo que denunció con valentía Zúñiga en la mesa redonda final y ha reflejado en su crónica del encuentro: «A modo de autocrítica, valga comentar que no todas las agrupaciones escépticas de Latinoamérica, reunidas gracias a la revista Pensar, dieron un apoyo cerrado a la organización de este debate de dos días sobre El impacto social del dogmatismo y el engaño. Muchas de ellas ni siquiera dieron cabida al programa del encuentro en sus páginas web, lo que finalmente jugó en contra de una mayor difusión de un acontecimiento único en este lado del planeta». Es cierto. El encuentro ha topado con un inexplicable silencio por parte de asociaciones escépticas de ambas orillas del Atlántico. Si no me creen, visiten las webs de las organizaciones iberoamericanas. Pero antes, para hacerse una cabal idea de todo y no dar por buena mi opinión sin más, lean las reflexiones sobre este encuentro de Alejandro C. Agostinelli, de Widson Porto Reis y de Diego Zúñiga, y los enlaces de prensa incluidos en la web del Círculo Escéptico, además de ver la galería fotográfica de Juan de Gennaro. Quien lo desee podrá dentro de poco disponer de las jornadas en DVD.
Nota publicada en Magonia el 7 de octubre de 2005.