«Sí, y si miras desde un poco más cerca, en la esquina superior derecha, puedes ver al Pato Donald… y ahí, a la izquierda, a Mickey Mouse». Esto decía David Sox, ex secretario de la Sociedad Británica del Sudario de Turín, que comentó un sindonólogo cuando, hace años, el padre Francis Filas presentó una foto de la sábana santa en la que decía ver una moneda romana sobre uno de los ojos de la figura. Lo recuerda Joe Nickell en Inquest on the shroud of Turin (1983), un libro imprescindible para quien quiera profundizar en la historia de la falsa reliquia. En septiembre de 2001, hubo muchos que vieron al diablo en la humareda que salía de una de las Torres Gemelas heridas de muerte por el fanatismo religioso y, en febrero de 2003, muchos católicos australianos hincaron las rodillas en una playa de Sydney ante una valla que, vista desde un ángulo determinado, parecía la silueta de una figura de la Virgen.
Giulio Fanti y Roberto Maggiolo, del Departamento de Ingeniería Mecánica de la Universidad de Padua, han anunciado en el Journal of Optics A: Pure and Applied Optics -revista del Instituto de Física de Londres– que han identificado un rostro y unas manos cruzadas débilmente impresionados en el reverso de la sábana santa. El artículo se titula «La doble superficialidad de la imagen frontal del sudario de Turín» y de él se ha hecho eco en sus páginas de Ciencia el diario El Mundo, que recientemente nos descubrió que una niña saudí llora piedras -una primicia de la agencia Efe- y otra rusa tiene visión de rayos X. Comparado con esas proezas infantiles, lo de los científicos italianos apenas tiene un pase. Es más de lo mismo que vienen contando los sindonólogos desde hace más de treinta años, una mezcla de mentiras -¿se acuerdan de cuando Juan José Benítez decía cada dos por tres que la NASA había estudiado la tela, algo que nunca ocurrió?- e investigaciones como las de Filas. En este caso, todo indica que Fanti y Maggiolo han caído en la misma ilusión del niño que ve animales en las nubes.
La parte trasera del lienzo de Turín permaneció oculta por una tela desde el incendio de Chambéry (Francia) de 1532 hasta 2002, cuando el parche cosido originalmente por unas monjas fue sustituido y se sacaron las fotografías que ahora se han tratado digitalmente. Los autores recuerdan que «muchos» consideran la pieza de lino «el sudario en el que fue envuelto Jesús de Nazareth antes de ser depositado en una tumba en Palestina hace unos 2.000 años», pero en el artículo se pasa por alto que el análisis del carbono 14 fechó en 1988 su confección entre 1260 y 1390. Lo cierto es que Fanti y Maggiolo niegan la validez de esa prueba y lo decían en la versión original del texto, según me ha contado el primero de ellos.
«Un gran número de científicos -argumentaban en un párrafo suprimido por orden de los revisores- cree que la toma de muestras y la fiabilidad de la datación por radiocarbono no son satisfactorias, porque la tela sufrió muchas vicisitudes (incendios, reparaciones, agua, exposición al humo de las velas, a la respiración de los visitantes)». Y añadían que «algunos investigadores han revelado que la muestra de 1988 no es representativa del sudario de Turín», sino que «tiene características físicas y químicas diferentes de la parte principal de la tela». Al artículo de Nature en el que se dieron a conocer los resultados del carbono 14, contraponían un texto publicado por Ray Rogers en Internet en 2002.
Fanti me ha explicado, en comunicación personal, que «hay muchos signos que indican que la tela es muy antigua»: la textura del lino, la presencia de almidón en el hilo y un tipo de cosido muy parecido a uno existente en Massada (Israel) hace 2.000 años, entre otros. El sindonólogo italiano considera posible que se sometiera al carbono 14 parte de un parche medieval, hecho que -recuerda- apuntó en su día Rogers, químico del Proyecto para la Investigación del Sudario de Turín (STURP). «Antes de hacer un nuevo análisis del radiocarbono, deberíamos saber si posibles factores ambientales pueden causar efectos no despreciables en la muestra a examinar», puntualiza el profesor de la Universidad de Padua, quien se sintió interesado por la sábana a los doce años, está involucrado en su estudio desde mediados de los 90 y defiende su autenticidad. «En una buena investigación, los aspectos religiosos deben separarse de los científicos y yo intento seguir esa directriz. Desde el punto de vista religioso, aunque el sudario no sea considerado una reliquia por la Iglesia católica, estoy convencido de que es la mortaja de Jesucristo. Puedo decirlo después de la experiencia trascendente que tuve al observar directamente el sudario durante un total de diez minutos. En algunas ocasiones que vi directamente la sábana santa, percibí un particular sentido del silencio y del infinito muy diferente a lo que siento cuando miro una buena fotografía del sudario».
El investigador asegura haber encontrado en el reverso de la síndone un rostro «y quizás unas manos». «No se trata de la estampa de otro hombre; es el mismo Hombre -en mayúscula en el original- el que ha causado las dos impresiones». Después de, por comparación, intentar dar en la parte trasera con detalles anatómicos presentes en la figura conocida, los científicos identifican «en el reverso la nariz, los ojos, el pelo, la barba y el bigote en el lugar, la forma, la posición y la escala correspondientes a esos detalles en el frente», a pesar de lo cual niegan que su origen sea que la pintura traspasó la tela. En su apoyo, esgrimen estudios de sindonólogos que han defendido desde 1980 que la impresión no penetra en el lienzo. «No hay ninguna imagen en medio de la tela», mantiene Fanti, quien no puede explicar científicamente cómo se habría formado la figura y abraza la posibilidad de un «estallido de energía» durante la Resurrección como el defendido por su colega John Jackson. «¿Por qué no suponer que un fenómeno particular, descrito en los Evangelios durante la mañana de Pascua, pudo ser el responsable de la formación de la imagen?». Ni aún así consigue, no obstante, explicar cómo se habría impreso la imagen sólo superficialmente en el anverso y el reverso, y mucho menos las anomalías que presenta la figura y que apuntan al fraude.
«Las conclusiones van más allá de la técnica. Parten de que tiene que haber una cara como la conocida y la encuentran. ¿Por qué sólo algunas partes de la cara y no todas? ¿Por qué la cara y no los hombros? ¿Por qué las manos se ven peor?», se pregunta un experto español en procesado de imágenes que prefiere permanecer en el anonimato. Todo apunta a que los autores han descubierto en la sábana santa lo que quieren ver. Han comparado la parte posterior de la sábana con la anterior, buscando en esta última formas que recordasen el rostro de la primera, hasta que las manchas, en su opinión, han casado. «Está claro desde el principio que quieren encontrar algo. Y, si quieres, siempre lo encuentras. Si yo quisiera encontrar en esa foto el rostro de un mandril o de un león, lo encontraría», apunta el profesor universitario español. Este especialista admite que las herramientas informáticas empleadas por Fanti y Maggiolo para limpiar la imagen son apropiadas -«Se pueden emplear esas técnicas u otras para conseguir un mejor nivel señal-ruido»-, pero discrepa de la metodología seguida a la hora de identificar un rostro en la parte posterior de la sábana santa.
«Un coeficiente de correlación mayor que 0,6 hace la correspondencia entre las dos imágenes aceptable», escriben los sindonólogos en el artículo. «¿Por qué 0,6? ¿Por qué no 0,7 ó 0,8?». Quizá porque exigir un mayor coeficiente de correlación -1 sería la correspondencia total y 0 la disparidad absoluta- haría desaparecer algunos de los rasgos del nuevo rostro. ¿Qué ve el lego? Pues, nada. Ni forzando la imaginación al máximo. Hace falta que los investigadores contorneen los presuntos rasgos de la segunda cara de la sábana santa para verla. Hasta Giusepe Ghiberti, de la comisión diocesana de Turín que custodia la tela, ha restado importancia al trabajo de Fanti y Maggiolo: «Es el ojo humano, por un efecto fisiológico de la visión, el que tiende a ver esa imagen que en realidad no existe».
La mayoría de las citas bibliográficas -dieciséis de veinticinco- corresponden, además, a publicaciones sindonológicas o de la Iglesia, así como a comunicaciones personales, y los escasos artículos aparecidos en revistas científicas están firmados por partidarios de la autentiticidad de la reliquia. «Todas las referencias son sobre la sábana santa. Echo en falta artículos sobre el procesado de imágenes. La argumentación científica del artículo se centra en el empleo de técnicas de procesado digital de imágenes, aplicadas al reconocimiento biométrico de personas. Por ello, resulta un poco extraño que no se hagan referencias a artículos publicados en revistas de prestigio en este campo, que permitirían una adecuada validación y justificación de los métodos de procesado utilizados», destaca el experto consultado.
Tampoco hay ni un artículo crítico entre los consultados por Fanti y Maggiolo, el primero de los cuales afirma que «existen muchas pruebas a favor de la autenticidad del sudario, pero ninguna incuestionable quizás porque Dios quiere que todo el mundo piense y actúe según su libre voluntad». Entonces, ¿para qué buscar la prueba definitiva? Porque siempre cabe la posibilidad de que el artífice del sudario de Turín fuera el genial Leonardo da Vinci, extremo al que han apuntado como una «curiosa teoría» algunos periodistas para los cuales el autor de La Gioconda pudo pintar la sábana santa que apareció en Lirey en 1350. ¡Qué importa que Leonardo naciera en 1452!
Nota publicada en Magonia el 8 de mayo de 2004.