Existió hace 11.000 años, al oeste del estrecho de Gibraltar, una isla más grande que África y Asia juntas. La Atlántida, como se llamaba, era la cuna de una civilización muy avanzada e inmensamente rica. Su flota navegaba por todos los mares a la busca de materias primas. El oro se empleaba en la isla para hacer estatuas y, con otros metales preciosos, cubría las fachadas de algunos edificios. Los reyes atlantes ya habían construido templos, palacios, puertos y astilleros, y esclavizado a algunos de sus vecinos, cuando se lanzaron a la conquista del Mediterráneo oriental. Fueron derrotados por Atenas, y un terremoto y un diluvio sumergieron la isla continente en el océano en un día y una noche.
Platón (429-347 antes de Cristo) contó esta historia en dos de sus diálogos, Timeo y Critias. No hay referencias a la Atlántida anteriores y todas las posteriores se basan en lo que escribió el filósofo griego, cuyo discípulo Aristóteles creía que se trataba de una ficción poética de su maestro. La narración ocupa menos de diez páginas, pero ha dado lugar a miles de libros en los cuales se ha situado el desaparecido imperio en mitad del Atlántico, en el Índico, en las Islas Británicas, en Francia, en Canarias, en Cuba, en Yucatán, en Los Andes, en Arabia, en Groenlandia y en la Antártida, entre otros lugares. Se ha poblado hasta de extraterrestres y se ha presentado como la tierra originaria de los egipcios, los mayas, los aztecas, los vascos, los indios norteamericanos…
Atlantes en Andalucía
«No creo que la Atlántida haya existido como una civilización avanzada en una isla en mitad del Atlántico», dice el historiador y novelista Juan Eslava Galán. «Las propuestas de posibles emplazamientos tienen su origen, en el mejor de los casos, en malinterpretaciones y, en el peor, en tergiversaciones con fines crematísticos», mantiene David García i Rubert, arqueólogo y profesor de la Universidad de Barcelona. La Atlántida salió del fondo del mar a principios de junio cuando el físico alemán Rainer Kühne publicó, en la web de la prestigiosa revista Antiquity, una foto tomada por un satélite en la que identifica, en la Marisma de Hinojos, cerca de Cádiz, los restos de dos templos de los que habla Platón.
Ramón Corzo, catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla, tiene una dilatada experiencia en arqueología aérea y no ve en la imagen nada sorprendente. «Lo que hay son sombras en la arena fruto de la casualidad. Es un terreno que ha emergido recientemente, en el que no hay posibilidad de que exista ningún tipo de estructuras tan antiguas». El artículo de Antiquity ha indignado a Georgeos Díaz-Montexano, un aficionado hispanocubano que acusa a Kühne de plagiarle al situar el continente perdido en Cádiz. La localización de la Atlántida en Andalucía occidental es, sin embargo, muy anterior al nacimiento de Díaz-Montexano, quien sostiene que «el acueducto de Segovia es un monumento atlante».
«El primero que pone la Atlántida en Andalucía es Platón, que dice que está más allá de las Columnas de Hércules, como los griegos llamaban al estrecho de Gibraltar», indica Corzo. Parte de la descripción de la civilización desaparecida parece corresponder con lo que se conoce de Tartessos, la cultura que se desarrolló entre los siglos VIII y VI aC en el sur peninsular, donde en aquella época hubo núcleos urbanos ordenados en anillos -como la capital atlante- en una tierra muy fértil y rica en minerales. «Platón toma elementos del Tartessos histórico y los traslada a un pasado remoto que no tiene nada que ver con la realidad», explica el experto de la Universidad de Sevilla.
Hundidos por la soberbia
García i Rubert coincide en que el filósofo introduce elementos de su realidad histórica y de la tradición griega en la narración del auge y destrucción de «un estado ideal extraordinariamente rico y próspero que cae en la impiedad, lo que desemboca en su destrucción a manos de los dioses. Es un mito precioso, creado a partir de un montón de tradiciones e influencias». El arqueólogo catalán ve, en el enfrentamiento entre atlantes y atenienses, una reedición de las guerras médicas (498-479 aC), en las que los griegos frenaron el avance hacia Europa del imperio persa. El catastrófico final sería una nueva versión del episodio del Diluvio, documentado en la tradición mesopotámica desde 2500 aC y del que se apropiaron después los hebreos. «Es el tópico del pueblo que se hunde por su soberbia», señala Corzo.
Todos los elementos míticos e históricos se funden en un relato que engrandece a Atenas, la patria del filósofo. «Las ciudades, como las personas, necesitan un pasado ilustre y, si incluye la derrota de una civilización superior, mejor», apunta Eslava Galán. «Platón dijo que los hechos habían ocurrido 9.000 años antes como pudo decir 20.000», afirma el catedrático sevillano. Y es que, hace 11.000 años, los atenienses no pudieron vencer a nadie por una razón muy simple: Atenas no existía. No había en el mundo ninguna ciudad; sólo tribus de cazadores recolectores.
El escollo cronológico no es menor. Los ‘atlántólogos’ han intentado eludirlo argumentando que los hechos sucedieron 900 años antes de Platón, y no 9.000; pero el relato original se lo pone difícil. Fueron los sacerdotes egipcios de Sais los que, según el filósofo, contaron la historia de la derrota de la Atlántida a Solón (638-560 aC), el padre de la democracia ateniense, refiriéndose a ella como «la hazaña más heroica» de los hombres que habían vivido 9.000 años antes. El problema, indica García i Rubert, no es sólo que no haya ningún texto sobre la Atlántida en culturas como la egipcia y las mesopotámicas -«que acostumbraban a registrar casi todo»-, sino que además la precisión cronológica de que hacían gala los egipcios invalida la posibilidad de un error de esa magnitud.
Un imperio en el Egeo
Quitarle un cero a los 9.000 años de Platón situaría el hundimiento de la Atlántida alrededor de 1500 aC, cerca temporalmente del final de la cultura minoica, que se desarrolló en Creta y cuyo esplendor todavía es visible en las ruinas del palacio de Cnosos. La isla griega fue hogar de la primera civilización avanzada de Europa, que desapareció hacia 1450 aC por causas desconocidas. Algunos arqueólogos han identificado la Atlántida platónica con la Creta minoica desde que el estudioso K.T. Frost, de la Universidad de la Reina, en Belfast, lo hizo por primera vez en un artículo publicado en The Times en 1909. Pero ¿cuál habría sido el agente destructor?
Un centenar de kilómetros al norte de Creta, asoman en el Egeo los restos de una isla, Tera -hoy conocida también como Santorini-, cuyo volcán entró en erupción entre 1600 y 1400 aC y, en un momento dado, explotó con una potencia varias veces mayor que la del Krakatoa, que en 1883 mató a más de 36.000 personas. Es posible que Platón recurriera al recuerdo de esa violenta erupción como un elemento más para su historia, pero no hay pruebas de que la catástrofe de Tera acabara con la civilización minoica, que tampoco fue derrotada por los atenienses ni tenía sus dominios más allá de las Columnas de Hércules.
«No puedes cambiar todos los detalles del relato de Platón y decir que sigue siendo el relato de Platón. Es como decir que el legendario rey Arturo es en realidad la reina Cleopatra; lo único que tienes que hacer es cambiar el sexo, la nacionalidad, la época, el temperamento, el carácter moral y otros detalles de Cleopatra para que la semejanza sea obvia», dejó escrito el novelista y estudioso Lyon Sprague de Camp en su libro Lost continents (1970). Kenneth Feder, experto en arqueología fantástica de la Universidad Central del Estado de Connecticut, compara el mito de la Atlántida con La guerra de las galaxias. Ambas historias ocurrieron hace mucho, mucho tiempo; en un sitio muy, muy lejano; y están protagonizadas por un todopoderoso imperio que sucumbe ante un grupo de valientes hombres libres. ¿Hay alguien que busque los restos de Luke Skywalker?
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El primer ‘atlantólogo’
El abogado y congresista estadounidense Ignatius Donnelly (1831-1901) es el maestro al que siguen todos los atlantólogos. «Es el gran héroe de lo paranormal con referencia a la Atlántida. Dice lo que luego repetirán Erich von Däniken, Charles Berlitz y otros», indica el arqueólogo David García i Rubert.
En Atlántida, el mundo antediluviano (1882), sitúa en el continente perdido el origen de casi todo, empezando por el alfabeto. «La tesis de Donnelly explicaba las semejanzas entre la civilización precolombina y la egipcia, con frecuentes tergiversaciones de los hechos, hasta dejarlos irreconocibles», apunta Richard Ellis en En busca de la Atlántida (1998), el mejor libro sobre el mito publicado en español.
«Los pseudoarqueólogos son muchas veces falsificadores», coincide Juan Eslava Galán, quien no se cree «casi nada» respecto a sorprendentes hallazgos submarinos. «Se ha hablado muchas veces de muros y construcciones subacuáticas que son sólo formaciones naturales con apariencia artificial».
Dos canales productores de documentales compiten ahora por sumergirse en aguas de Gibraltar en busca del continente perdido. «En ningún lado se ha encontrado ni se encontrará algo parecido a lo que dice Platón», sentencia García i Rubert. Pero sólo el nombre de la Atlántida ya vende.
Reportaje publicado en el diario El Correo y en Magonia el 19 de julio de 2004.