
El individuo entró en el cuarto y se dirigió lentamente hacia mi cama. Por la silueta, era un hombre. Oí sus pasos y, según se acercaba, distinguí un cuchillo grande en su mano derecha. Intenté decir algo; pero no podía articular palabra. Traté de moverme; pero estaba paralizado. Me angustié. Mi hermano dormía profundamente, ajeno a todo. La sombra llegó hasta mi lado y levantó el cuchillo como si fuera a apuñalarme. Seguía sin poder moverme; ni gritar. El cuchillo cayó hacia mí y, cuando sentí su punta en mi pecho, el visitante se esfumó, de mi boca salió un gemido y por fin pude moverme. Estaba empapado en sudor. Todo había sido producto de mi imaginación.
Cuando viví esa experiencia, tenía 19 o 20 años. Lo sé porque, en cuanto desperté, fui consciente de lo que me había ocurrido: había sufrido una alucinación hipnagógica o hipnopómpica. Meses antes, había sabido de ese tipo de fenómenos leyendo una revista de ovnis, The MUFON Ufo Journal, a la que estaba suscrito. El artículo se titulaba “Imagery and close encounters” (Imaginería y encuentros cercanos), lo firmaba Keith Basterfield y se publicó en el número 162 (agosto 1981) de la revista de la Red Ovni Mutua (MUFON). Fundada en 1969, la MUFON es una de las más veteranas organizaciones creyentes de estudio de los ovnis del mundo. A principios de los años 80 del siglo pasado, yo estaba suscrito a su revista y a la de la Organización para la Investigación de los Fenómenos Aéreos (APRO), creada en Estados Unidos en 1952, activa hasta 1988 y de la cual la MUFON era una escisión.

Esos dos tipos de visiones son bastante habituales, si bien no siempre van acompañadas -como en mi caso- de parálisis del sueño, la imposibilidad temporal de moverse. Yo tuve suerte por partida doble: sufrí una experiencia completa -la alucinación era muy vívida- y supe enseguida de qué se trataba. Mis lecturas ufológicas me salvaron de creer que aquella noche algo me había visitado mientras dormía. Si no, igual hubiera acabado en la consulta de un hipnoterapeuta sin escrupulos que, dependiendo de sus inclinaciones, me podía haber convencido de que se había aparecido ante mí un visitante de otro mundo, un demonio u otro ser sobrenatural.