
Green era un contactado. Sostenía que se comunicaba con seres de otros planetas que le transmitían mensajes de amor y paz. Los visitantes querían que creyéramos en ellos antes de enseñarnos a vivir en paz, armonía y prosperidad. Nada nuevo. Desde el estreno de Ultimátum a la Tierra en 1951, un larga lista de chiflados y espabilados intentó ganar notoriedad y dinero vendiendo como reales variantes del mensaje apocalíptico-mesiánico de Klaatu, el extraterrestre interpretado por Michael Rennie.
Físico de pacotilla
El candidato de la era espacial había nacido en la localidad californiana de Whittier en 1924 y se presentaba como un científico que había hecho importantes contribuciones al modelo estándar de la física de partículas. Era mentira, claro. En realidad, se ganaba la vida como fotógrafo de anuarios escolares en Los Ángeles.
Ninguno de los contactados era un genio científico. El primero, George Adamski, cocinaba hamburguesas en un puesto de la carretera del observatorio de monte Palomar; Orfeo Angelucci y George Van Tassel trabajaban como obreros en una línea de montaje de Lockheed, en Burbank; Truman Benthurum era operario de la construcción; Eugenio Siragusa trabajaba en una oficina de impuestos…

Aquel día, después de decir que no esperaba que mucha gente le creyera, soltó la habitual diatriba contra los escépticos: «No creyeron (los escépticos) que el mundo era redondo. No creyeron que podíamos romper la barrera del sonido, y la rompimos. Los periodistas ni siquiera informaron de los primeros vuelos de los hermanos Wright». Y añadió que no le creerían ni aunque llevara a un marciano o un venusiano ante las cámaras. Por si acaso, no lo hizo.
Jesús, en un platillo volante
Green estaba convencido de que la ayuda de sus amigos de otros mundos le iba a reportar millones de votos. Aseguraba haber visto más de 75 platillos volantes y que las extraterrestres eran de una belleza extraordinaria. «Uno de mis amigos contactó con una de ellas hace no mucho. Dijo que era realmente una mujer de otro planeta». No consta en la crónica que los periodistas se carcajearan, aunque tampoco lo contrario.
Fracasó en su primer asalto al Despacho Oval y, cuando dos años después optó al Senado por California, logró unos 171.000 votos. Insuficientes para su objetivo, pero demasiados si uno piensa en toda esa gente respaldando a un iluminado. Escribió un libro con sus fantasías y volvió a presentarse como candidato presidencial, esta vez por el Partido Universal, en 1972 con un vicepresidente a su altura, el también contactado Daniel Fry, doctorado por correo en cosmismo. Volvió a fracasar. Tampoco esta vez le sirvió de nada el apoyo alienígena: consiguió menos de 200 votos.
Al final de su vida, canalizó mensajes según los cuales estaba próxima la Segunda Venida, en la que Jesús bajaría a la Tierra a bordo de un platillo volante. Considerado «uno de los más coloristas de los primeros contactados», murió el 9 de septiembre de 2001, a los 76 años.