
La personalidad, salvo casos patológicos -muchos periodistas hemos recibido mensajes de chiflados que unen todas las palabras, escriben hasta en el último espacio en blanco…-, no se refleja en la letra y tampoco es posible cambiar la personalidad cambiando la caligrafía. Esto último es lo que se conoce como grafoterapia. Si la grafología -no confundir con el peritaje caligráfico- es un timo, la grafoterapia es un timo al cuadrado, ya que sostiene que se puede modificar la personalidad si se modifica la escritura. Si funcionara, sería facilísimo rehabilitar a todo tipo de criminales: bastaría con que adoptaran letra de buena persona, sea ésa cual sea. O, en las circunstancias que vivimos, hacer de los políticos que tenemos buenos gestores. Lamentablemente, no es posible.
Rajoy no tiene complejos
Me enteré del disparate dominical de La Vanguardia gracias al escéptico Arturo Rodríguez, quien me alertó a través de Twitter. El brujo consultado por el diario barcelonés es el grafólogo Joaquim Valls, quien sostiene que «si cambias tu letra…, ¡algo te cambiará por dentro!» y que es posible «atraer la fortuna mientras duermes». Como ven, todo muy serio. Economista y entrenador de inteligencia emocional, dice que la firma de Duran y Lleida es «ilegible por la rapidez, lo que indica una persona impaciente, muy dinámica y activa», pero también es «hábil y diplomático». Está hablando del mismo político que dejó caer hace un mes que, mientras los payeses no pueden recoger la fruta por los bajos precios que les pagan, «en otros sitios de España, con lo que hacemos nosotros, reciben el PER para pasar toda la jornada en el bar de su pueblo». Con el mismo fundamento, Valls afirma que Rajoy «es una persona sin complejos y satisfecha consigo misma, sobre todo por sus triunfos personales», y «con ideas espirituales y religiosas». Y sentencia que Pérez Rubalcaba «es una persona sensible». Y todo esto en la sección de Política.
Alguien debería decirles a los responsables de los medios españoles que la grafología es una estafa del mismo calibre que la mediumnidad. Los estudios controlados demuestran que, si no cuentan con más información que la letra impresa, los grafólogos no aciertan sobre el autor de un texto más que los legos. El resto es mercadotecnia y aprovecharse de la incultura del personal. Así que déjense de hacer perfiles de Franco, Hitler, Mussolini, Pinochet y Stalin por la forma de sus efes; deducir la personalidad de novios reales por su caligrafía y cara; decir que la letra de los médicos es ilegible por su inseguridad o porque evaden la responsabilidad; asegurar que “con la escritura podemos cambiar la conducta y formar niños más amables» y recurrir a la excusa grafológica para atacar al enemigo político.