Y la sangre de san Pantaleón se licuó

La ampolla con la sangre de san Pantaleón, expuesta en una vitrina. Foto: Archidiócesis de Madrid.
La ampolla con la sangre de san Pantaleón, expuesta en una vitrina. Foto: Archidiócesis de Madrid.

La sangre de san Pantaleón volvió a licuarse ayer en la iglesia de La Encarnación de Madrid. Los fieles que se acercaron al templo del monasterio de las agustinas recoletas pudieron contemplar el prodigio directamente o en dos pantallas de televisión colocadas junto al altar. Ya puestos a hacer milagros, digo yo, las religiosas podían haber pedido al santo que intercediese para que se proyectase la imagen de su sangre líquida en el cielo de Madrid -o, por qué no, en todo el mundo- y nos convirtiésemos los infieles en masa. A diferencia de la de san Genaro, que parece licuarse a sacudidas, la del santo español lo hace con la ampolla metida en una vitrina que se expone en el templo sólo un par de días -los que la sangre permanece en estado líquido- mientras que el resto del año la reliquia se guarda en el convento. A bote pronto, y partiendo del supuesto de que no hay cambiazo de por medio, lo lógico es que sean las condiciones bajo las que se expone las que propicien la licuefacción de la presunta sangre y las que soporte el resto del año las que hagan que permanezca sólida. ¿Nadie se anima a pedir a la Iglesia que permita un análisis de la sustancia y determinar si el milagro se debe simplemente a un cambio de temperatura?

Nota publicada en Magonia el 27 de julio de 2009.


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