Los templarios y la sábana santa: el Vaticano contra el análisis del carbono 14

Anverso y reverso de la sábana santa de Turín. Foto: Giuseppe Enrie.
Anverso y reverso de la sábana santa de Turín. Foto: Giuseppe Enrie.

El análisis del radiocarbono fechó hace veintiún años la sábana santa «entre 1260 y 1390 (±10 años), con una fiabilidad del 95%». Demostró, por tanto, que la pieza no pudo envolver el cuerpo de Jesús de Nazaret en el siglo I. Sin embargo, Barbara Frale, historiadora que trabaja en los Archivos Secretos Vaticanos, aseguraba el domingo en L’Osservatore Romano que los templarios se hicieron con la tela de lino durante el saqueo de Constantinopla, en 1204, y luego la mantuvieron oculta y veneraron en secreto durante más de cien años hasta su reaparición en Lirey (Francia) a mediados del siglo XIV.

El anuncio de Frale, bendecido por el órgano oficial de la Santa Sede y convenientemente hecho en Semana Santa, va a ser seguramente aprovechado para reabrir la polémica en torno a la datación científica del sudario de Turín, ya que la fecha que da la estudiosa para su obtención por los templarios es anterior a la calculada mediante el carbono 14 por tres laboratorios de Estados Unidos, Reino Unido y Suiza en 1988. Es muy posible que en las próximas semanas asistamos a la resurrección mediática de la autenticidad de la sábana santa, aunque nada haya cambiado desde que hace veintiún años el Vaticano admitió que la tela databa de la Edad Media. No ha trascendido qué pruebas tiene Frale para decir lo que dice; pero lo que está claro es que la reliquia que se exhibe en Turín data de mediados del siglo XIII, como muy pronto, así que en principio no pudo estar en Constantinopla en 1204.

En contra de lo que suelen afirmar los partidarios de la autenticidad de la sábana, ningún estudio posterior ha invalidado los resultados publicados en la revista Nature en 1988. El año pasado, por ejemplo, se dio cancha por estas fechas a la afirmación de Christopher Ramsey, actual director del Laboratorio de Datación por Radiocarbono de Oxford, de que la sábana santa podía más antigua que lo determinado por el carbono 14. Decía eso basándose, entre otras cosas, en la pretensión del sindonólogo John Jackson de que la contaminación de la tela con monóxido de carbono la había rejuvenecido para el test del radiocarbono. El 25 de marzo de 2008, la Universidad de Oxford concluyó que las pruebas hechas «por un equipo internacional de investigadores», del que formó parte Ramsey, para comprobar la hipótesis de Jackson «confirmaron que el sudario de Turín es una falsificación medieval». Siempre queda argumentar, claro, que lo que se analizó en 1988 no fueron trozos recortados de la reliquia -¡viva la conspiración!- o, como todavía sostiene Ramsey, que algunos tienen pruebas que apuntan a una antigüedad mayor, aunque nunca presenten ninguna.

Respecto a lo anunciado por Frale en lo que parece ser una maniobra publicitaria de un libro que está a punto de sacar a la venta, presupongamos su buena fe, algo que no siempre ha de hacerse con los sindonólogos. Recuerden cómo Celestino Cano, presidente del Centro Español de Sindonología, destacó en 1989 que el físico Willard Libby, quien ganó el Nobel en 1960 por la invención de ese método de datación, decía que la prueba no se había hecho bien en el caso de tela de Turín, cuando Libby llevaba muerto nueve años. Presupongamos que existe el documento de Frale dice que existe en el cual Arnault Sabbatier, que ingresó en el temple en 1287, declara que en su iniciación le llevaron a un lugar secreto, le enseñaron una larga tela de lino en la que estaba impresa la figura de un hombre y le pidieron que besara sus pies tres veces. Dada la profusión de sábanas santas en la Europa medieval y lo vago de la descripción, ese testimonio no demuestra por sí mismo que la tela en cuestión fuera la conocida como sudario de Turín, aunque uno siempre puede arrimar el ascua a su sardina y olvidarse del jamás cuestionado científicamente test del radiocarbono de 1988.

Nota publicada en Magonia el 9 de abril de 2009.


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