Es un disparate dar la noticia de que «arqueólogos alemanes han encontrado los restos del palacio de la legendaria reina de Saba en la localidad de Axum, en Etiopía, y desvelado con ello uno de los mayores misterios de la Antigüedad», como hicieron a primera hora de la tarde de ayer Efe y otras agencias de prensa. Poco después, muchos medios se hacían eco de la historia y recordaban que el edificio pudo albergar en su tiempo el Arca de la Alianza, el cofre donde se guardaron las Tablas de la Ley que Dios dio a Moisés en el Sinaí.
Repitan conmigo: los personajes legendarios no existen en el mundo real; es imposible encontrar restos arqueológicos vinculados a ellos porque su reino es el de la imaginación. Debería saberlo cualquier bachiller, ¿no? Pues parece que en el siglo XXI lo ignoran bastantes profesionales del periodismo. Son quienes dan por buena la existencia de un personaje, la reina de Saba, cuya realidad sólo está avalada por un texto bíblico tan histórico como el resto del Antiguo Testamento y, encima, dicen que su «mayor tesoro» era el Arca de la Alianza -de existencia tan comprobada como el Anillo Único-, la cual había guardado la versión de los Diez Mandamientos entregada en el Sinaí por Dios a Moisés, suceso tan probado como el nacimiento de Superman en Krypton.
Por dejar algunas cosas claras: si existieron, David y Salomón fueron líderes tribales, no los esplendoros reyes bíblicos; no hay más pruebas de la existencia de la reina de Saba que las de la Biblia; tampoco las hay de que ocurriera algo parecido al Éxodo, ni de la existencia de Moisés, ni del episodio del monte Sinaí y las Tablas de la Ley. Y no sirve escudarse en que un comunicado de la Universidad de Hamburgo asegura que «un grupo de científicos bajo la dirección del profesor Helmut Ziegert ha encontrado durante una investigación de campo llevada a cabo esta primavera el palacio de la reina de Saba, datado en el siglo X antes de nuestra era, en Axum-Dungur», ni en que el arqueólogo de marras haya citado el Arca de la Alianza.
Si un comunicado universitario apuntara que quedaba suspendida temporalmente la ley de la gravedad, ¿saltaríamos por la ventana? Si un comunicado universitario asegurara que se había localizado dónde estuvo el Paraíso, ¿nos lo creeríamos? Pues es lo que han hecho algunos periodistas en el caso de la reina de Saba. Han caído en la trampa tendida por los poco escrupuloso arqueólogos de la Universidad de Hamburgo para conseguir publicidad gratuita al calor de Indiana Jones. Algunos medios habrán picado por ignorancia y otros por querer vender una sensacional historia a sus lectores a cualquier coste, aunque sea el de la verdad.
Escribo de madrugada y me pica la curiosidad por comprobar a cuántos diarios deja en ridículo la reina de Saba en sus versiones de papel, porque lo de las ediciones digitales ha sido un casi unánime patinazo.
Nota publicada en Magonia el 9 de mayo de 2008.