‘Antiquity’ desenmascará al sindonólogo Dmitri Kouznetsov

El rostro del hombre de la sábana santa, en una foto sacada por Secondo Pia en 1898. Foto: Museo del Elíseo (Lausana).
El rostro del hombre de la sábana santa, en una foto sacada por Secondo Pia en 1898. Foto: Museo del Elíseo (Lausana).

«Es excepcional en el fraude científico encontrar un reincidente. Una vez puesto en evidencia, el autor normalmente cae en el olvido. El caso de un microbiólogo ruso de bajo nivel, que trabaja en la Estación para la Sanidad y Epidemiología de Moscú, revela una extraordinaria versatilidad: ha sido capaz de estar en el candelero en no menos de tres ocasiones, dos después de haber sido descubierto en flagrante delito«. Pocas veces he leído un inicio tan demoledor como el del artículo «The amazing Dr. Kouznetsov» (el asombroso doctor Kouznetsov) que William Meacham, del Centro de Estudios Asiáticos de la Universidad de Hong Kong y sindonólogo, dedica a Dmitri Kouznetsov en el número de septiembre de la revista Antiquity. El resto del texto -cuatro páginas y notas- se corresponde con el comienzo y pone al protagonista en donde tiene que estar. ¿Pero quién es Dmitri Kouznetsov?

Kouznetsov es un héroe de la sindonología, la pseudociencia cuyo objeto de estudio es la sábana santa. Es el autor que dio esperanza a la comunidad sindonológica tras el análisis del carbono 14 -que determinó que el sudario de Turín es medieval- en una serie de artículos publicados en revista científicas. En sus textos -un total de nueve, aunque en realidad son sólo tres clonados-, aseguraba que los incendios sufridos por la reliquia en su historia alteraron su composición y falsearon los resultados del análisis, y mostraba como prueba los de un experimento hecho por él y su equipo.

«El doctor Dimitri Kouznetsov, premio Lenin de Ciencias y director del Instituto EA Sedov de Moscú, realizó un experimento: envió a los laboratorios de Tucson -uno de los que analizó la síndone- un trozo de tela del siglo I procedente de Gedi, Israel, para que mendiante el carbono 14 le dieran su edad. Los resultados del laboratorio decían que, efectivamente, se trataba de un lienzo comprendido entre el 100 aC y el 100 dC. Dimitri [nótese la confianza del autor con nuestro protagonista] guardó otro pedazo de la misma tela en un cofre de plata y reprodujo un incendio como el que sufrió la sábana en 1532, posteriormente se lo remitió al mismo laboratorio, que lo dató la primera vez y los resultados concluyeron que se trataba de un lienzo del siglo XIV. Es decir, que tras el experimento había rejuvenecido trece siglo», explica Carmen Porter en su libro La sábana santa. ¿Fotografía de Jesucristo? (2003), en el que presenta a Kouznetsov como un científico que ha «echado por tierra» la prueba del radiocarbono.

Lo mismo piensa el sindonólogo español Julio Marvizón, quien dice en la edición de 2005 de su libro La sábana santa. ¿Milagrosa falsificación. «Últimamente, el científico ruso Dimitri A. Kouznetsov, profesor de los Laboratorios de Métodos de Investigación, en Moscú, y premio Lenin, se ha valido de un argucia para demostrar que la datación del lienzo de Turín no ha sido correcta y no ha tenido en cuenta la historia de la síndone», escribe. Tras contar en qué consistió el experimento, concluye que «esta argucia de Kouznetsov no prueba la autenticidad de la síndone, pero es otra comprobación más a favor de que la datación del carbono 14 no es representativa ni puede invalidad las más de trescientas pruebas a favor de la autenticidad de la síndone».

Un, dos, tres… engaña otra vez

Carmen Porter. Foto: Gobierno de Castilla-La Mancha.
Carmen Porter. Foto: Gobierno de Castilla-La Mancha.

Lamentablemente para Porter y Marvizón, su admirado experto ruso no es lo que parece, tal como puede comprobarse en el artículo de Antiquity y en uno publicado por Massimo Polidoro en The Skeptical Inquirer en 2002. Meachan revela que el primer fraude científico del luego sindonólogo lo perpetró en 1989 en un artículo publicado en el International Journal of Neuroscience, aparentemente muy técnico y en el que ¡presentaba pruebas contra la evolución!, porque Kouznetsov es un creacionista convencido. El artículo coló en la revista, pero cinco años después, Dan Larhammar, de la Universidad de Uppsala, publicó una carta revisión en la que demostró que en algunas citas nuestro hérore se había inventado los nombres de las revistas, en otras los de los autores y en otras los título de los artículos.

Tras este primer escándalo, lejos de esfumarse, Kouznetsov reapareció en 1994 con el trabajo sindonológico citado, que fue publicado en Analytical Chemistry, entre otras revistas. Como indica el historiador José Luis Calvo en El Triunfo de Clío, «el laboratorio de Arizona aseguró que Kouznetsov mentía y que jamás habían datado tales muestras, y emplazó al científico ruso a que presentara públicamente tales dataciones. Nunca más se supo de tal asunto». Porter y Marvizón no hacen, sin embargo, ni una referencia a esa réplica y el silencio del sindonólogo, al que tratan poco menos que de nuevo Galileo. Falso Galileo habría que decir después de lo que averiguó el escéptico italiano Gian Marco Rinaldi. Muy resumidamente, descubrió que, como en el caso creacionista, Kouznetsov se había inventado fuentes y otros datos, y -lo más importante- que nunca hizo el experimento de datación publicitado por los sindonólogos de medio mundo. El investigador italiano dio a conocer su trabajo en 2002; Polidoro lo divulgó en el mundo de habla inglesa en 2004, y ahora Antiquity se hace eco de los fraudes del presunto premio Lenin.

La última se la coló Kouznetsov en 2000 a la revista Studies in Conservation. Se trataba de un artículo sobre el estado de conservación de telas antiguas, en el que sostenía haber examinado muestras de algunas piezas muy importantes de la historia irlandesa. Pues bien, Rinaldi descubrió que, otra vez, el autor se ha inventado sus credenciales, fuentes y nombres de personas, e inventado piezas arqueológicas textiles. Visto el historial de Kouznetsov, lo más grave es que nadie se diera cuenta entre los revisores de la revista del riesgo de fraude y que, como lamenta Meacham, no se pusieran en marcha mecanismos de comprobación básicos. Es la pregunta que subyace en el fondo del artículo de Antiquity: ¿no tendrían las revistas científicas que hacer comprobaciones básicas sobre el material que les llega antes siquiera de dárselo a los expertos para revisión?

«La crítica más autorizada contra esta prueba [el carbono 14] la proporcionó Dimitri Kouznetsov, director del laboratorio de investigación de polímeros Sedov, de Moscú», escribía J.C. Roma en febrero de 1997 en el suplemento religioso Alfa y Omega. Y, ahora, ¿qué? Pues la sindonología se tendrá que buscar un nueva mentira como en el pasado hizo con las excelsas trolas de que la NASA ha estudiado la reliquia y de que Willard F. Libby, Nobel de Química en 1960 por el descubrimiento del sistema de fechación del carbono 14, no estaba de acuerdo con cómo se había hecho la prueba a la sábana, disgusto que debió de revelar el laureado desde el Más Allá, porque en 1989 llevaba muerto casi una década.

Nota publicada en Magonia el 30 de agosto de 2007.


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