La quiropráctica: de panacea alternativa a práctica inútil con efectos secundarios devastadores

Entrevista a Daryn Wiese, en 'La Vanguardia'.
Entrevista a Daryn Wiese, en ‘La Vanguardia’.
Kevin Sorbo cuenta en 'Neurology Now' cómo la quiropráctica le causó tres trombos.

La quiropráctica es la solución a muchísimos males, si uno cree lo que contaba ayer, en «La Contra» de La Vanguardia, Daryn J. Wiese, licenciado en medicina por la Universidad de Whitworth y doctor por la Universidad Palmer de Quiropráctica. Asegura que esa técnica palía, entre otras dolencias, la ciática, la migraña, los mareos, el dolor de espalda, la fibromialgia, la presión ocular y la arterial, y ayuda la rehabilitación de toxicómanos y deportistas, y a rebajar el índice de colesterol. Como dice el autor de la entrevista, Víctor-M. Amela, parece «¡la panacea!». «El poder de la quiropraxis más el poder mental… resultan imbatibles», sentencia Wiese, quien destaca que no tiene los efectos secundarios de los fármacos.

El problema es que la malvada medicina oficial no reconoce la quiropráctica, por muchas excelencias que de ella cante Wiese. Según él, lo mismo cura la sordera, como dice que hizo el creador de esta pseudoterapia a finales del siglo XIX, que consigue que un niño pase de cosechar suspensos a sacar sobresalientes. «Hay estudios que vinculan mejoras en las funciones cardiaca, pulmonar, digestiva y muscular mediante la aplicación regular de la quiropraxis. Incluso en bebés». Lástima que el entrevistador no le preguntara inmeditamente dónde se han publicado esos estudios. Eso hubiera bastado para poner las cosas en su sitio. ¿Dónde están las pruebas? Es una pregunta tan sencilla como demoledora cuando nos enfrentamos a afirmaciones extraordinarias. ¿Pero qué es la quiropráctica?

La quiropráctica la inventó el apicultor y tendero canadiense Daniel D. Palmer. Apasionado del espiritismo y la anatomía, en la década de 1890 se dedicó a la sanación magnética. Decía curar imponiendo las manos. Según la leyenda, en 1895 el conserje del edificio de Davenport (Iowa) donde trabajaba le contó que, diecisiete años antes, se le había salido de sitio una vértebra e, inmediatamente, se había quedado sordo. Palmer dedujo que la causa de la sordera del hombre era que la espina dorsal no estaba alineada y, ni corto ni perezoso, le puso la vértebra en su sitio, tras lo cual el conserje recuperó la audición. Con el tiempo, el sanador espiritual concluyó que las enfermedades las causan los bloqueos en la columna, que llamó subluxaciones, al flujo de la energía vital, que llamó inteligencia innata. Todavía hoy, sus seguidores dicen cosas como que «la quiropráctica ayuda a la inteligencia innata a expresarse, dejándola fluir por todo el organismo». La energía vital de Palmer es tan indetectable, e inexistente, como todas las que dicen controlar acupuntores, reikiólogos, reflexoterapeutas y demás milagreros.

Derrames cerebrales y muertes

Kevin Sorbo cuenta en 'Neurology Now' cómo la quiropráctica le causó tres trombos.
Kevin Sorbo cuenta en ‘Neurology Now’ cómo la quiropráctica le causó tres trombos.

Hay tantas pruebas de la milagrosa curación del conserje de Davenport como del Diluvio Universal, y la quiropráctica es tan efectiva como el agua bendita, pero mucho más peligrosa. En contra de lo que sostiene Wiese, no sólo no cura nada, sino que, además, los efectos secundarios de las bruscas manipulaciones vertebrales pueden ser terribles. “La manipulación quiropráctica del cuello conlleva el riesgo de desgarro de la arteria vertebral que conduce al cerebro, causando un ictus o un ataque isquémico transitorio. Aunque el riesgo es bajo, a veces ocurre, y los médicos y los pacientes deben ser conscientes de la terapia de manipulación espinal como un factor de riesgo, raro pero posible, para el accidente cerebrovascular”, explica Howard Kirshner, del Centro Vanderbilt Kennedy (Estados Unidos).

Hay «más de 500 casos documentados [en la literatura científica] de pacientes que han sufrido un derrame cerebral tras la manipulación del cuello [por un quiropráctico] y muchos han muerto posteriormente», destacaba en abril del año pasado Edzard Ernst, médico experto en terapias alternativas. En 1997, por ejemplo, el actor Kevin Sorbo, entonces muy popular por interpretar a Hércules en una serie de televisión, sufrió un aneurisma y tres trombos por las manipulaciones vertebrales de su quiropráctico de cabecera. Su calvario por creer en la medicina alternativa le llevó hace dos años a la portada de la revista Neurology Now.

«Tenemos informes en revistas científicas de parálisis diafragmática producto de la manipulación cervical quiropráctica, libros completos sobre la quiropráctica vista desde la perspectiva de las víctimas, organizaciones de víctimas de la quiropráctica en Reino Unido (que relatan casos de horror como el de un derrame del tallo cerebral a consecuencia de un ajuste quiropráctico o el de una disección bilateral de las arterias vertebrales a cargo de otro curandero quiropráctico), e incluso afirmaciones como la del Consorcio Ictus, un grupo de 100 investigadores médicos canadienses que, en un estudio de 65 víctimas de derrames, descubrió que casi un tercio tenía su origen en manipulaciones quiroprácticas», advierte el periodista científico Mauricio-José Schwarz, miembro del Círculo Escéptico.

Por supuesto, Wiese, director del Centro Quiropráctico VIDA de Barcelona, no habla de nada de esto en la entrevista de La Vanguardia, donde se anuncia que esta pseudomedicina «tendrá también su carrera propia en la Universidad de Barcelona», extremo que hasta este momento no he podido ni confirmar ni desmentir. Por cierto, un doctorado por la Universidad Palmer de Quiropráctica, fundada por el inventor de esta pseudoterapia, tiene tanto valor académico como uno en ciencias del espacio por una hipotética Universidad de los Hombrecillos Verdes.

Nota publicada en Magonia el 14 de agosto de 2013.


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