El legado de Charles Fort (1874-1932) forma parte de la cultura popular. Visitantes extraterrestres, desapariciones misteriosas, lluvias de animales y de sangre, alienígenas ancestrales… Todo eso lo propuso hace cien años en cuatro obras de las que solo hay dos traducidas a español: El libro de los condenados (1919) y Nuevos mundos (1923). Con un estilo caótico -para H. G. Wells, escribía «como un borracho»-, expone en ellas una sucesión de hechos rechazados por lo que él llama «la ciencia dogmática» que para él son pruebas de que cosas y seres transitan entre otros mundos y el nuestro.
«Charles Fort percibió una realidad que ha sido ignorada por los científicos y los historiadores. Nuestro mundo tiene dos formas de leyes naturales: una nos dice estúpidamente cosas simples acerca de la gravedad y la naturaleza. La otra nos dice que el espacio y el tiempo son constantemente distorsionados en nuestra realidad y que estamos sujetos a estas leyes. No sabemos cuándo estamos cruzando el umbral mágico que n os puede transportar a un lugar diferente», dice el periodista John A. Keel en el prólogo a la edición mexicana de Nuevos mundos de 1985.
A Keel, el padre del hombre polilla, no hay que tomarle muy en serio. Aunque el mundillo paranormal le venera, es un autor tan estrafalario como Fort, si bien escribe mucho mejor. Lo que aquí importa es su reconocimiento del autor de El libro de los condenados como descubridor de lo paranormal. Algo que hicieron Louis Pauwels y Jacques Bergier en El retorno de los brujos (1960), donde siguen la senda abierta por Fort, a quien consideran uno de sus «más queridos maestros».
Como apunta Jim Steinmeyer en Charles Fort. The man who invented the supernatural (2008) , «El libro de los condenados se convirtió en el evangelio de los posteriores escritores sobre lo paranormal». Quién le iba a decir Fort que sus estrambóticas propuestas calarían tan hondo cuando su obra seminal fue un fracaso. Publicada gracias al novelista Theodore Dreiser, que amenazó a su editor con dejarle si no lo hacía, los mil ejemplares de la primera edición de El libro de los condenados ni siquiera se agotaron.
Nacido en Albany (Nueva York, Estados Unidos) el 6 de agosto de 1874, Fort es un personaje complejo y un escritor de estilo farragoso cuya figura reivindican algunos admiradores como la de un bromista que no se creía nada de lo que predicaba y tomó el pelo a sus contemporáneos. Para mí, creía sinceramente en lo que defendía, desde los disparos de naves extraterrestres en nuestros cielos hasta las rocas que caían del cielo con supuestos mensajes de otros mundos. Era, como muchos de sus seguidores, un heterodoxo confundido por su falta de conocimientos –abandonó los estudios– y su desprecio hacia los expertos.
Pueden leer en español El libro de los condenados y Nuevos mundos, y en inglés su obra completa –The book of the damned. The collected works of Charles Fort–, editaba por Jim Steinmeyer. Martin Shough y Wim van Utrecht analizan críticamente la fenomenología recopilada por Fort en los dos volúmenes titulados Redemption of the damned (2019 y 2021). La biografía escrita por el crítico de ciencia ficción Damon Knight, Charles Fort. Prophet of the unexplained (1971), y la firmada por Steinmeyer, Charles Fort. The man who invented the supernatural, son imprescindibles para conocer a la persona detrás de la obra. En Think to new worlds. The cultural history of Charles Fort and his followers (2024), reseñado recientemente en Nature por Michael Shermer, Joshua Blu Bush explora el impacto del pensamiento forteano en la sociedad estadounidense actual. A otro nivel, Óscar Alarcia presenta en Cine forteano (2020) un catálogo de las películas con conexiones anómalas.
Chris Aubeck ha recopilado en Letters of the damned (2024) unas setenta cartas que Fort escribió a periódicos entre junio de 1924 y octubre de 1926, cuando vivía en Londres. Las misivas de este volumen, que este verano se publicará en español, dejan claro que el autor estadounidense no bromea cuando propone lo que propone, que se toma muy en serio sus extravagantes ideas y que su visión de la Tierra en el cosmos y del sistema solar no tiene nada que ver con la de la ciencia de su época. Como apunta Aubeck, «la aparentemente interminable correspondencia de Charles Fort con la prensa demuestra su empeño en recopilar tantas pruebas como fuera posible en apoyo de sus teorías».
Nota publicada en Magonia el 6 de agosto de 2024.