En la televisión, tenemos Cuarto milenio; en la radio, Espacio en Blanco, La rosa de los vientos, Misterio 3 y Luces en la oscuridad; y en la prensa, «La Contra». La entrevista de la última página de La Vanguardia es la mejor plataforma para la promoción de sanadores cuánticos, terapeutas angelicales, exopolíticos, médicos alternativos, filósofos de baratillo y otros charlatanes. Y digo promoción porque, en la mayoría de los casos, el periodista de turno -son tres los encargados de la sección- no hace ni una pregunta incómoda: se limita a transcribir las afirmaciones extraordinarias que hace su interlocutor como si fueran palabra de Dios.
Los protagonistas exóticos de «La Contra» dicen cosas como que «el corazón tiene cerebro»; «las plantas son organismos inteligentes, pero se mueven y toman decisiones en un tiempo más largo que el del hombre»; «todas las enfermedades de tu cuerpo tienen raíz anímica, espiritual»; «todos los aparatos electrónicos están programados para morir»; «hay un campo de información como sustancia del cosmos del que participamos todos»; «el ser humano es luz condensada»; «hay que utilizar el móvil con cautela, con el altavoz o con aparatitos que evitan las radiaciones, porque si te lo pones en el cerebro eres tú la antena»; «la Tierra no se reproduce, pero en lo demás actúa como un organismo vivo»…
El problema no son las tonterías y la ignorancia de esos entrevistados, sino que casi siempre el redactor reproduce las declaraciones sin poner nada en duda. Casi todo periodista ha tenido que entrevistar alguna vez a un tipo como los de los titulares del párrafo anterior. Y todos sabemos que actuar como mero transcriptor de lo que dice un personaje no es periodismo, ni en el caso de un médico alternativo ni en el de un político. Para eso, no hacemos falta. La práctica profesional obliga a mostrarse incrédulo ante las afirmaciones extraordinarias, a preguntar y repreguntar y, si alguien dice que puede curar el cáncer imponiendo las manos o cualquier otra barbaridad, dejar claro que eso es un disparate. Lo mismo que si un político te dice que él acabará con el paro en España en cuatro días.
Pocas veces pasa algo así en «La Contra» cuando el invitado es un sabio alternativo. Uno de los mejores ejemplos de entrevista no complaciente ocurrió hace un año cuando el tantas veces crédulo Víctor-M. Amela charló con Oberom Silva, un yogui que dice llevar años sin comer nada:
– Repita esto: no sé si le he entendido…
– Que son personas que no comen nada. Mi madre siguió el preceptivo retiro iniciático, que incluye ayunar 21 días seguidos.
– ¿ Y cómo quedó su imprudente madre?
– Muy contenta, feliz, serena.
– Eso es imposible: si no comes, mueres.
– Mediante un cambio de tus estructuras de conciencia, puedes conseguir un cambio de tu memoria celular.
– Eso es palabrería, lo lamento.
– Yo llevo nueve años sin comer alimento sólido alguno. Sólo me tomo cuatro zumos de frutas por semana.
– No me lo creo: no le veo nada famélico.
– Entiendo que no me crea, porque esto es algo muy raro. Pero que yo no coma alimentos sólidos… no significa que no me nutra.
¿Por qué no actúa Amela igual cuando habla con otros chiflados? ¿Cómo se entiende que él, miope perdido -yo también lo soy-, admita sin más que la causa de ese defecto visual es «una vida demasiado alejada de la naturaleza, usar los ojos poco para la lejanía, una alimentación con pocos alimentos vivos -poca fruta, pocas ensaladas, poca verdura, mucho cocinado-; pero también aspectos psicosomáticos», como sostiene el médico naturista Jordi Campos? ¿Cómo se entiende que su compañera Ima Sanchís dé por cierta la existencia del campo akásico descubierto por Ervin László, algo así como La Fuerza de Star wars, o que la Tierra es un planeta con inteligencia, como mantiene la artista argentina Bianca Atwell? ¿Cómo puede, como hace también Sanchís, irse a hacer una entrevista a un impulsor del pánico electromagnético sin haberse informado mínimamente?
Ciencia y superchería, al mismo nivel
En esa sección de La Vanguardia, aparecen también con frecuencia científicos, pensadores y creadores de los que merecen la pena; pero eso no redime a esa página de ser el Cuarto Milenio de la prensa española. Al igual que el programa de Cuatro, «La Contra» mezcla ciencia y cultura con charlatanería y susperstición, para beneficio de estas últimas. Lo vienen haciendo las revistas esotéricas desde que en 1961 Louis Pauwels y Jacques Bergier fundaron Planète, que tuvo ediciones en España y Argentina. Entendieron ya entonces que, colocar en un mismo plano a científicos y cuentistas beneficiaba a los segundos por contagio.
Es lo que hace Iker Jiménez en la radio y la televisión cuando da la voz a un astrónomo, físico o neurocientífico inmediatamente antes o después de hablar de psicofonías, posesiones demoniacas o la guerra psíquica. Cada vez que un científico aparece en un programa esotérico da credibilidad al espacio y a todo lo que en él se dice. Sin embargo, del mismo modo que, por muchos premios Príncipe de Asturias de Investigación que intervengan en Cuarto Milenio, el programa no dejará de ser telebasura paranormal, por muchos premios Nobel que luzcan en la entrevista de la última del diario barcelonés, ésta no dejará de ser el principal escaparate de la superchería en la gran prensa española. A no ser, claro, que a sus autores les dé por hacer preguntas incómodas a los charlatanes como a Amela cuando entrevistó al yogui ayunador.
El sábado, cuando ya tenía decidido escribir esta anotación, Pepe Cervera, Toni Piqué, Antonio Martínez Ron, algunos más y yo mantuvimos una interesante microtertulia en Twitter sobre periodismo y charlatanería a raíz de la demencial entrevista que publicaba ese día La Vanguardia. 140 caracteres dan para lo que dan y, por eso, he querido desarrollar aquí lo que posiblemente no supe explicar en esa red social.
Nota publicada en Magonia el 27 de agosto de 2012.