El Ayuntamiento de Torrox (Málaga) pondrá en todos sus automóviles un aparato que, dicen, permite reducir espectacularmente el gasto en combustible y las emisiones contaminantes. «La instalación de estos dispositivos en la flota de vehículos municipales va a suponer un ahorro considerable en el consumo de combustible. Según las estimaciones iniciales, el Ayuntamiento puede ahorrar, al menos, un 25% del gasto anual en carburantes, lo que puede suponer más de 6.000 euros al año», asegura el concejal de Medio Ambiente, Lauren Salvatierra. Sería una magnífica noticia, y más en tiempos de crisis, si fueran ciertas las propiedades del cacharro en cuestión, de nombre Eco-Car. Pero ¿lo son?
El enterarme de la noticia hace unos días, gracias a Gonzalo Camarero a través de Twitter, me vinieron a la cabeza babas de caracol, alargadores de pene, quitadolores y quitamanchas prodigiosos, cuchillos cortalotodo… Me resulta muy difícil creer que un dispositivo como Eco-Car funcione y no venga instalado de serie en los coches. Este escepticismo inicial lo comparten varias personas con las que he hablado del asunto, incluidos un químico, un mecánico del automóvil con décadas de experiencia y el responsable de las pruebas de efectividad que exhibe el fabricante de Eco-Car en su web. El aparato se vende a 149 euros y su instalación es sencilla, extremo que me han confirmado en un taller donde me han dicho que puede suponer 20 euros de mano de obra. Lo distribuye mundialmente la compañía madrileña Profit for Work, con sede en San Sebastián de los Reyes (Madrid), y tiene entre sus distribuidores a Greener World, nacida como Sky Water Green World Malaga en julio pasado, que es la empresa que va a colocar el dispositivo en los vehículos del parque móvil de Torrox.
«Eco-Car está compuesto por un conjunto de minerales que, al contacto con el combustible de los motores de combustión interna o externa, actúan como inhibidores estáticos de los campos de influencia externa de tipo magnético, radioeléctrico, eléctrico, electromagnético y similares que afectan a fluidos, líquidos y gases combustibles», según Profit for Work. Sin imanes «ni productos químicos» -de ser cierto, sería nada de nada, ¿no?-, es «un economizador de combustible, que proporciona un importante ahorro en gasolina y diesel», ya que «mejora el proceso de combustión al disponer los electrones de manera que puedan mezclarse de forma óptima con el oxígeno». Además, «reduce de manera significativa las emisiones contaminantes de CO2 en todo tipo de vehículos, maquinaria y grupos electrógenos», y permite «circular sin usar las marchas pares». ¡Toma ya!
El producto -me ha indicado César Rubio, director general de Profit for Work- es de «fabricación nacional». Su equipo llegó a mantener reuniones sobre Eco-Car con Rosa Aguilar cuando era ministra de Medio Ambiente y está en contacto con el Instituto para la Diversificacion y Ahorro de la Energía, organismo dependiente del Ministerio de Industria con el que he intentado hablar sin éxito. Rubio me ha explicado que el desarrollo del dispositivo ha llevado diez años a una empresa que tiene «5 o 6 trabajadores» y que se dedica a la innovación en productos relacionados con la calidad de vida y el medio ambiente. Uno de ellos «es un aparato para protegernos de las ondas de los móviles». Está en fase experimental, pero Rubio lo lleva ya adherido a sus teléfonos porque está convencido de que inhibe las ondas, según él, dañinas. Espera empezar a comercializarlo en un año. Vuelvo a repetirlo por si acaso pasa por aquí algún despistado: no hay ninguna prueba de que las ondas de telefonía causen daño alguno; no hay ningún estudio científico que respalde ese temor irracional que se ha apoderado de parte de la población. Lo que hay es un negocio del miedo.
Las pruebas
Aunque tenía que haberme bastado con el hecho de que los fabricantes de Eco-Car hayan diseñado también un escudo contra las emisiones de radiofrecuencia, le he pedido reiteradamente a Rubio que me diga cuál es la ciencia básica en la que se fundamenta el producto. En todo momento, se ha remitido a pruebas de campo y en talleres que habrían confirmado lo que sostiene su publicidad, y ha dicho que está dispuesto a realizarlas ante cualquiera con cualquier coche. En términos parecidos se ha expresado Antonio Merelo, de Motortech -una distribuidora de Eco-Car-, quien me ha asegurado también que su efectividad está probada. Según él, en un turismo con un motor de 1.900 centímetros cúbicos, su uso puede suponer un ahorro de combustible del 12% al 15%, siempre y cuando el vehículo esté puesto a punto, porque «los milagros no existen». Obviamente, le he preguntado cómo, si es un dispositivo tan útil, no lo ponen de serie los fabricantes de automóviles y me ha respondido: «Les interesa más vender filtros de partículas». Rubio, por su parte, me ha dicho que ya hay un fabricante interesado en hacerlo. Cuando les he pedido pruebas de la efectividad, ambos me han remitido a sendas «certificaciones» realizadas por la firma Automovilidad, sobre el ahorro de combustible y las menores emisiones de gases.
En Automovilidad, he hablado con Javier Chicharro, responsable de la sección de Transporte y Vehículo Industrial, que en febrero del año pasado fue el encargado de las mediciones de la efectividad del milagroso aparato. Lo primero que me ha dicho es que ellos no certifican nada, porque Automovilidad es una empresa privada, «no un organismo certificador». Utilizaron tres turismos proporcionados por el fabricante de Eco-Car para comprobar las emisiones de los mismos con y sin el dispositivo, y lo mismo hicieron respecto al consumo. Automovilidad constató que las emisiones se redujeron en los tres vehículos un 52,9%, tal como sostiene el fabricante, mientras que el consumo se redujo un 24,9% en el mejor de los casos.
«¿Que eso hace algo? Parece que sí. ¿Qué? No lo sabemos. Nuestra labor se limita tomar medidas. Yo lo que puedo decirte es que en esos coches se dieron los resultados que te digo», indica Chicharro. El responsable de Automovilidad reconoce que no tiene una explicación para que, si funciona como dicen, el dispositivo no venga en los coches de serie. Él cree que no les hicieron trampa: «Los Eco-Car fueron instalados en nuestra presencia, bajo nuestra supervisión e inmediatamente después de la prueba sin el dispositivo instalado, e inmediatamente después pasaron la prueba con el dispositivo instalado. Sinceramente, me resulta muy dificil creer que hubiese otras modificaciones». Salvatierra, el concejal de Medio Ambiente de Torrox, me ha indicado que van a instalar gratis el dispositivo en los dieciocho vehículos de la flota municipal porque a la distribuidora local le interesa la publicidad. Está convencido de que van a ahorrar dinero en combustible y reducir las emisiones, tal como ha constatado un taller de Vélez en unas mediciones hechas para el Consistorio.
¿Truco o Nobel?
Si tuvieran que elegir entre que hay truco o que Eco-Car realmente funciona, ¿por qué se inclinarían ustedes? Yo, por la primera opción. Es lo que sospecho desde el primer momento -cuando vi el producto como típico de la teletienda- y en lo que me he reafirmado después de hablar con Fernando Cossío, catedrático de Química Orgánica de la Universidad del País Vasco y presidente ejecutivo de Ikerbaque, la Fundación Vasca para la Ciencia.
«Lo que aparece en la página web contiene un montón de fraseología pseudocientífica. Todo eso que dicen de los campos magnético, radioeléctrico, eléctrico, electromagnético… carece de sentido. Y tampoco tiene mucho sentido eso que afirman de que el aparato dispone los electrones de manera que puedan mezclarse de forma óptima con el oxígeno. La combustión es una reacción química en la que un hidrocarburo se mezcla con oxígeno para dar dióxido de carbono (CO2) y agua. Cuanto más eficaz es una combustión, más CO2 se produce. Es una falacia decir que, cuanto más eficaz es una combustión, menores son las emisiones de CO2. Otra cosa es que, como de hecho la reacción se hace con aire y no con oxígeno puro, se produzcan óxidos de nitrógeno cuya emisión se minimiza con catalizadores colocados a la salida del motor, no a la entrada. Además, si el dispositivo contiene algo que facilita la combustión, o sea un catalizador, debería estar colocado allí donde tiene lugar la combustión, no antes», explica Cossío. Para este químico, miembro del Círculo Escéptico, resulta evidente que, «con el problema energético tan brutal que tenemos, si alguien hubiera descubierto un catalizador que facilitara la combustión y ahorrara tanta energía como dicen del Eco-Car, se habría publicado en medios de difusión mundial, y la comunidad científica y los medios de comunicación de todo el mundo se habrían hecho eco del invento».
No sé dónde está el truco de los extraordinarios resultados de laboratorio de Eco-Car; pero estoy seguro de que lo hay. Como lo hay cuando un ilusionista hace desaparecer la estatua de la Libertad o saca una paloma del sombrero; como lo hay en las demostraciones de los cuchillos cortalotodo y otros portentos de la teletienda; como lo hay en las consultas de los tarotistas y espiritistas. A no ser, claro, que quieran que me crea que los inventores de Eco-Car han hecho un descubrimiento que podría resolver parte de los problemas energéticos y de contaminación mundiales, con el que podrían ganar millones y millones de euros, y, para darlo a conocer al mundo, van haciendo pruebas aquí y allá en vez de publicar su hallazgo en una revista científica de prestigio. Una pequeña empresa española logra un avance tecnológico de Nobel y lo va probando de taller en taller en vez de hacer que lo examinen las instituciones científicas más importantes del mundo. Sinceramente, creo que Eco-Car tiene tantos visos de funcionar como el protector de ondas del móvil desarrollado por el mismo fabricante.
Nota publicada en Magonia el 24 de enero de 2012.