La élite científica sale en defensa de Darwin frente al nuevo creacionismo

Ilustración: Felipe Ligeiro.
Ilustración: Felipe Ligeiro.

«La evolución es uno de los principios de la ciencia moderna más sólidos y ampliamente aceptados. Se encuentra en la base de la investigación en muchas disciplinas y, por consiguiente, es un elemento clave en la educación científica». Así comienza la declaración institucional que la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS) ha hecho pública, durante el encuentro anual de la entidad en San Luis, en respuesta a los intentos de los sectores ultraconservadores de introducir la enseñanza del diseño inteligente en la escuela pública estadounidense. El diseño inteligente es una nueva versión del creacionismo que parte del supuesto de que algunos órganos complejos y la gran diversidad biológica no pueden ser fruto del azar, como sostiene la teoría de la evolución, sino obra de un arquitecto.

La AAAS, la sociedad científica más importante del mundo, muestra su «profunda preocupación» por las legislaciones en marcha en algunos Estados de EE UU, «que socavarían la enseñanza de la evolución y privarían a los estudiantes de la educación necesaria para ser unos ciudadanos informados y productivos en una comunidad global cada vezmás tecnológica». El texto recuerda que algunos proyectos de ley -hay catorce normativas antievolucionistas en curso en otros tantos Estados- hacen énfasis en «supuestos fallos de la teoría de la evolución o desacuerdos existentes dentro de la comunidad científica» acerca de su validez. «Pero no existe ninguna polémica importante dentro de la comunidad científica sobre la validez de la teoría de la evolución. La polémica sobre su enseñanza no es un polémica cientítifica», sentencia.

Los autores destacan la gran cantidad de pruebas que apoyan la tesis formulada por Charles Darwin en 1859 en El origen de las especies, «hallazgos que van desde el registro fósil hasta el parentesco genético entre especies». La teoría de la evolución, explican, «es un concepto unificador de la ciencia moderna» y «nuestra comprensión sobre cómo funciona continúa refinándose gracias a nuevos descubrimientos».

Derrota judicial

Los responsables de la AAAS indican que «muchas de las leyes y políticas propuestas tienen como objetivo implícito o explícito propiciar la enseñanza del diseño inteligente en las clases de ciencias como una alternativa a la evolución. Aunque los partidarios del diseño inteligente evitan normalmente mencionar a un creador específico, el concepto es de hecho religioso, no científico». Los autores recuerdan que la AAAS ya advirtió en 2000 de que dejar entrar al diseño inteligente en la escuela resultaría «inapropiado», al no ser un concepto científico, y cómo el juez John E. Jones III se basó en ese argumento para rechazar en diciembre su inclusión en los currículos escolares de Pensilvania por «inconstitucional», ya que se trata de «una alternativa religiosa enmascarada de teoría científica».

El Consejo Escolar de Ohio rechazó el jueves por once votos a favor y cuatro en contra una petición para que el «análisis crítico de la evolución» se enseñe en las clases de Biología, medida que en su día fue presentada por el creacionista Instituto Descubrimiento como un modelo a seguir en todo el país. Robert L. Park, físico de la Universidad de Maryland y reputado crítico de las pseudociencias, considera el revés al integrismo en Ohio consecuencia directa del dictamen de inconstitucionalidad de Pensilvania y se pregunta si no será este último una herida mortal para el diseño inteligente en EE UU.

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Con los educadores

Más de 300 maestros preocupados por el avance del creacionismo en el sistema educativo han asistido al encuentro anual de la AAAS en San Luis para recabar el apoyo de la comunidad científica. «Queremos aprender cómo respaldar mejor a nuestros maestros en su tarea de ayudar a los escolares a entender lo que es y lo que no es ciencia», ha explicado Gilber S. Omenn, presidente de la AAAS.

Información publicada en el diario El Correo y en Magonia el 21 de febrero de 2006.


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