Después del asesinato múltiple en un centro de asistencia para minusválidos de San Bernardino (California), donde una pareja mató a tiros a catorce personas, el New York Daily News publicaba ayer una primera página que deja claro el cinismo de los líderes republicanos. Cada vez que ocurre una matanza de este tipo, la derecha estadounidense llama a rezar por las víctimas y sus familias como si eso fuera a servir para algo, pero elude legislar a favor del control de armas de fuego.
«Dios no está solucionando esto», recuerda el periódico en grandes letras blancas sobre fondo negro. La frase está rodeada por peticiones de oración por los asesinados y sus parientes hechas en Twitter por cuatro políticos republicanos. El subtítulo saca los colores a esos devergonzados: «Con el último montón de estadounidenses inocentes tendido en charcos de sangre, los cobardes que verdaderamente podrían terminar con el azote de las armas de fuego continúan escondiéndose detrás de lugares comunes sin sentido».
Porque rezar no sirve para nada. Ni en Estados Unidos, ni aquí, ni en ninguna parte. Ningún dios ha arreglado nunca nada. Podían hacerlo esos mismos políticos que llaman a la oración legislando para que no fuera tan fácil conseguir armas de fuego, pero no les da la gana. Es tan ridículo, y tan inútil, confiar en que la divinidad vaya a solucionar un problema como el de la proliferación de armas en las calles de EE UU como condecorar a figuras de madera por sus méritos policiales y ponerse en manos de una de ellas para salir de la crisis.
Nota publicada en Magonia el 4 de diciembre de 2015.