Zaloa Campillo, la ingeniera que el sábado dio una charla sobre tecnología espacial en el Euskal Encounter, asegura que la malinterpretaron los miembros del público que dedujeron de sus palabras que cree que el hombre no pisó la Luna el 21 de julio de 1969 y que todos los satélites artificiales llevan sistemas de espionaje. Admite que hizo comentarios en esos sentidos -aunque no la literalidad de la citas-, pero asegura que siempre fueron en broma. Sostiene que su única intención, con ese tipo de bromas, era «llamar la atención» de los asistentes. «No hay una frase que yo haya dicho literalmente», me ha indicado por teléfono en referencia a mi anotación sobre el tema. Las frases que niega haber dicho son: «Yo no me creo que hayamos llegado a la Luna. Es muy complicado»; «Todos los satélites llevan sistemas espía, porque es como una especie de pago»; y «Las capas superiores de la atmósfera están muy calientes y, por eso, se calientan tanto las naves al entrar en la Tierra o Marte».
Después de hablar con ella, creo que Campillo, ingeniera de telecomunicación y máster en ciencia y tecnología espacial por la Universidad del País Vasco, es sincera. No me ha parecido una conspiranoica, ni mucho menos, y he hablado con muchos. Pero también creo que cometió un error: recurrir a bromas sin que quedara lo suficientemente claro que lo eran. Yo soy incapaz de contar un chiste. Bueno, miento: los cuento, pero muy mal. No tengo ninguna gracia. Puedo destrozar el mejor chiste del mundo. También soy muy consciente de lo difícil que es transmitir la ironía. Ella está convencida de que era evidente que, cuando hablaba de la no llegada del hombre a la Luna y de la ubicuidad de los satélites espía, lo hacía en broma. Yo no, a pesar de no haber estado allí. Varios miembros del público, y no sólo Jorge Aranda, compañero del Círculo Escéptico, se escandalizaron por las palabras de Campillo, las tomaron por opiniones sinceras y han confirmado la literalidad de las frases. ¿Miente ella? No lo creo. Simplemente, no se acuerda de sus palabras exactas. Es algo que me pasa cada dos por tres después de charlas e intervenciones en radio y televisión.
Una de mis primeras preguntas a quienes asistieron y se sorprendieron por las afirmaciones de Campillo sobre los alunizajes fue si no podían ser bromas. Tajantes, me respondieron que no bromeaba o que, al menos, no lo parecía. A no ser que uno sea un genio -y hay muy pocos-, las bromas no etiquetadas claramente como tales pueden acabar tomándose como cosas dichas en serio. Es lo que creo que ocurrió en la charla de Zaloa Campillo en el Euskal Encounter. Seguramente, si yo hubiera estado sentado entre el público, me habría ocurrido lo mismo. La ironía es muy peligrosa si no se domina ese arte. Cuando alguien de mi confianza lee uno de mis textos y no entiende algo o lo malinterpreta, no creo que lo haga de mala fe, sino que muy probablemente no he sido lo suficientemente claro.
Nota publicada en Magonia el 8 de julio de 2015.