Algunos medios están volviendo a presentar a Ardi como el primer homínido, con el pretexto de que la revista Science ha considerado el hallazgo de este fósil el descubrimiento científico más importante de 2009. Pero no, Ardi no es el ancestro humano más antiguo conocido y, en todos los casos, a quienes se confunden les habría bastado con una visita a la hemeroteca. Así, El País vuelve a hablar erróneamente de este ejemplar de Ardipithecus ramidus que «vivió en la famosa región de Afar en Etiopía hace 4,4 millones de años» como del antepasado más antiguo del hombre. Hace casi siete años, el mismo periódico decía, con motivo de la elección por parte de Science de los diez principales hallazgos de 2002, que uno de ellos era el de Toumaï (Sahelanthropus tchadensis), «un cráneo de hace entre 6 y 7 millones de años descubierto en Chad y considerado como el más antiguo ancestro humano conocido». Soy de letras; pero, si hace siete años el homínido más antiguo tenía entre 6 y 7 millones de años, ¿cómo es que ahora, sin que Toumaï haya perdido el rango de homínido, consideramos el más antiguo a un bicho -con todos los respetos y cariño- de sólo 4,4 mllones de años?
Tampoco es cierto que «Ardi acerca a los científicos aún más al ultimo antepasado común compartido por humanos y chimpancés» y que es un «nuevo ancestro» nuestro, como dice Abc, porque hay tres homínidos anteriores -el citado Sahelanthropus tchadensis, Orrorin tugenensis y Ardipithecus kadabba– que están más cerca del último ancestro comun de hombre y chimpancé, y A. ramidus es una especie conocida desde septiembre de 1994. Así que ni es el homínido más cercano a nuestros primos ni es nuevo. Si uno no anda muy fino en inglés, siempre puede echarle una ojeada al gráfico que publicó Science en octubre, que reproduje aquí mismo y que algunos medios cortaron por la izquierda eliminando a los tres homínidos anteriores a Ardi.
Ardi es un fósil homínido importante no porque sea el más antiguo, sino porque, como recuerdan en Science, «tras analizar el cráneo, dientes, pelvis, manos, pies y otros huesos, los investigadores determinaron que Ardipithecus poseía una mezcla de rasgos primitivos compartidos con sus predecesores -los simios de la época del Mioceno- y rasgos derivados, que compartió exclusivamente con homínidos posteriores. Sin embargo, varios de sus rasgos no aparecen en los simios africanos de la época moderna. Por consiguiente, una conclusión sorprendente es que probablemente que los simios africanos hayan evolucionado ampliamente desde que compartimos el último ancestro común, lo que convierte así a chimpancés y gorilas vivos en pobres modelos para el último antepasado común y para entender nuestra propia evolución desde esa época».
Nota publicada en Magonia el 18 de diciembre de 2009.