
En julio de 1887, cuatro meses antes de ver la luz Estudio en escarlata -la primera aventura de Sherlock Holmes-, el escritor decía en la revista espiritista Light que, después de asistir a una sesión mediúmnica, estaba «absolutamente seguro de que la inteligencia puede existir al margen del cuerpo«. Doyle participó a lo largo de su vida en incontables sesiones espiritistas, estudió fenómenos extraños para la Sociedad para la Investigación Psíquica, fue vicepresidente de la Sociedad para el Estudio de las Fotografías Sobrenaturales y en 1907, tras matar la tuberculosis a su esposa, se casó con la médium Jean Leckie. Pero mantuvo su fe espiritista en un segundo plano hasta la muerte, en un corto espacio de tiempo a partir de 1918, de su hijo Kingsley, su hermano Inner, dos cuñados y dos sobrinos.
«Fotografías realmente asombrosas»

En mayo de 1920, el director de la revista Light, David Gow, le cuenta al escritor que dos niñas han sacado fotos a hadas en el bosque de Cottingley, cerca de Bradford. La historia había empezado a circular en ambientes esotéricos en el verano de 1919, después de que una mujer reveló en un encuentro de la Sociedad Teosófica, organización fundada por la vidente Helena Blavatsky, que su hija y su sobrina habían fotografiado hadas. Doyle tiene un encargo de The Strand Magazine para un escribir un artículo sobre hadas para el número de Navidad y ve potencial en la historia. Poco después, entra en contacto con el líder teósofo Edward Gardner, que ya está investigando el caso, se hace con las fotos y contacta con la familia de las niñas.

Las primeras imágenes de las hadas, cuenta Doyle en The Strand Magazine y luego en su libro, las tomaron Elsie Wright y Frances Griffiths en el verano de 1917. Un día de julio, la primera convenció a su padre para que le dejara su cámara para fotografiar a los seres con los que ella y su prima decían que se encontraban en un arroyo próximo. Cuando reveló la placa en el cuarto oscuro, el hombre, ingeniero eléctrico, vio que a su sobrina Francis le acompañaban en la imagen cuatro hadas aladas. Lejos de asombrarse, lo consideró una broma de su hija, que llevaba años dibujando hadas, iba a la Escuela de Bellas Artes de Bradford y trabajaba en un laboratorio fotográfico haciendo montajes de soldados muertos en las trincheras europeas. Aquel año hicieron otra foto más de hadas y en 1920 otras tres, que fueron bendecidas por Doyle y Gardner.

Entonces, las dos primas confiesan en la revista The Unexplained que las fotos son un fraude, aunque añaden que los encuentros con hadas fueron reales. Las de las imágenes, explican, son figuras femeninas copiadas por Elsie del Princess Mary’s gift book, un libro de cuentos publicado en 1915 en el que Doyle firmaba un relato, a las que añadió alas. Luego las niñas recortaron las siluetas, las reforzaron con cartón y las sujetaron en los escenarios con alfileres de sombrero. Posteriormente, Frances puntualizó que la quinta foto, una de hadas solas en la maleza, era auténtica. Nadie la creyó. Arthur Conan Doyle había muerto en 1930.
Houdini y Doyle: una amistad rota por los espíritus
Arthur Conan Doyle, Harry Houdini y sus familias disfrutaron el 17 de junio de 1922 de un día de playa en Atlantic City. Por la tarde, el escritor invitó al mago a una sesión de espiritismo en su habitación del hotel Ambassador. Jean Leckie, esposa del novelista y médium, convocó a los espíritus y contactó con la madre de Houdini, por la que este sentía devoción. La mujer empezó a escribir en un papel mensajes cariñosos y reconfortantes transmitidos por Cecilia Steiner a su hijo. «Estaba dispuesto a creer, incluso quería creer», recordaba el mago años después. No pudo ser. Su madre se comunicó en inglés cuando nunca había hablado esa lengua; garabateó una cruz al principio del mensaje, cuando era judía, y, para colmo, no hizo ninguna referencia a que aquel día era su cumpleaños. Jean Leckie no sólo no engañó a Houdini con sus tretas, sino que además hirió de muerte la amistad de los dos hombres.
El Doyle paranormal
The coming of the fairies (1922). Arthur Conan Doyle presenta las fotos del bosque de Cotttingley como prueba de la existencia de las hadas.
The case for spirit photography (1923). Defiende la autenticidad de las fotos de espíritus frente a autores que las consideran un fraude, como el jesuita mexicano Carlos María de Heredia.
The history of spiritualism (1926). Resume en dos volúmenes la historia del espiritismo desde el caso de las hermanas Fox en Hydesville (EE UU) en 1848.
Cuando has descartado todas las opciones que conoces, la que te queda… Puede ser también falsa… Dado que no lo conoces todo y nadie lo conoce todo y aún no haberse ocurrido a nadie la explicación correcta
Sherlok Holmes recordaba hasta el tipo de arena de un camino concreto. En la ficción se le podía diseñar cosas y mantenerse con su capacidad racional a pesar de ese falaz enunciado de Doyle que hacía suyo también
A Doyle cuando se le acaban todas las explicaciones conocidas y solo le quedaba una, por falsa que fuera, la daba por buena
Esas luces en el cielo no son aviones, ni un globo aerostático ni un helicoptero por tanto naves ET porque ¿qué otra explicación hay? Perdón, no la sabe esa persona pero la que se presenet se ha de poder comprobar con evidencia a su favor no que no hay para otras propuestas rivales. Tal vez no se le haya ocurrido a nadie (y al final sea mil cosas)
O esa visión de alguien andando que no está ahí tal vez sea una creación del propio neocortex que refleja y genera nuestra vivencia de la realidad pero para quien lo desconoce igual después de descartar todo lo que conoce se queda con lo que aún no ha podido descartar: Espíritu de fallecido..
El problema es que presentadas otras opciones se aferren a la que les ha gustado tanto elegir
Cuando leí a Doyle me llevé una pequeña decepción con el pseudorracionalismo de Holmes.
Luego supe que Doyle era un sinsorgo y me decepcioné mucho más.
Estoy de acuerdo, las novelas de estos tipos (creador y creación, Doyle y Holmes), son tramposas, aburridas, lentas y pretenciosas.
Lo verdaderamente misterioso es como algunos personajillos mediocres son elevados a la cumbre del éxito, mientras tipos de auténtico talento mueren en el anonimato o al menos sin la merecida fama o el legítimo reconocimiento. Y si no que se lo pregunten a Enrique Urquijo, sólo reconocido y conocido por sus fans incondicionales mientras los Bustamante, los Justin Beaver o los reggetoneros nadan en la fama y la abundancia.
Tal vez no tenga nada que ver este comentario con el tema en cuestión pero tenía ganas de soltarlo. Sorry.