Makayla Sault tenía 10 años cuando, en enero de 2014, le diagnosticaron leucemia linfoblástica aguda. Los médicos del Hospital Infantil McMaster, de Hamilton (Canadá), dijeron que tenía un 75% de probabilidades de sobrevivir si seguía el tratamiento. En mayo, después de doce semanas de quimioterapia con los consiguientes efectos secundarios y el cáncer en retroceso, la niña pidió a sus padres abandonar la terapia en favor de la medicina alternativa e indígena. Contó que en el hospital se le había aparecido Jesús -sus padres son pastores- y le había dicho que ya estaba curada: «Le pregunté: «¿Puedes curarme?» Y me dijo: «Ya estás curada»». La familia se acogió entonces al derecho de los indígenas canadienses a recurrir a la denominada medicina tradicional -una de esas ridículas y peligrosas exenciones legales hacia grupos minoritarios-, las autoridades no hicieron nada, y la niña murió el 19 de enero.
Tras el fallecimiento de la pequeña, los padres emitieron un comunicado en el que no achacan la pérdida al cáncer ni a la inutilidad de los tratamientos alternativos a los sometieron a su hija, sino a la medicina:
Después de una lucha valiente de casi un año desde el diagnóstico, nuestra hija Makayla Sault sufrió el domingo por la mañana un infarto cerebral del que no se recuperó.
Rodeada por el amor y el apoyo de su familia, su comunidad y su nación, el lunes 19 de enero a las 13.50 horas, en su duodécimo año, Makayla completó su trayectoria vital. Está ahora segura en los brazos de Jesús.
Makayla estaba en su camino hacia el bienestar, luchando valientemente hacia el bienestar holístico después de los duros efectos secundarios que doce semanas de quimioterapia infligieron a su cuerpo.
La quimioterapia hizo un daño irreversible a su corazón y los órganos principales. Ésta fue la causa del accidente cerebrovascular.
Seguimos apoyando la elección de Makayla de dejar la quimioterapia. En este momento, solicitamos privacidad de los medios de comunicación mientras lloramos esta trágica pérdida.
Los padres de Makayla Sault eluden toda responsabilidad y acusan a la medicina de matar a su hija. Ya lo dijo la niña en un vídeo publicado en mayo del año pasado: «La quimioterapia me está matando y no voy a seguir sometiéndome a ella». Es algo que también sostienen en España partidarios de las mal llamadas terapias alternativas como los responsables de la revista Discovery DSalud, quiene dicen que “millones de personas de personas mueren cada año a causa del cáncer porque ¡la quimioterapia y la radioterapia no funcionan!”. Mentira.
Nadie hizo nada
La familia Sault confió el futuro de Makayla a una mezcla de dieta crudívora, inyecciones de vitamina C y otras prácticas inútiles contra el cáncer, que le dispensaron en el Instituto de Salud Hipócrates de Florida. Los médicos -los de verdad- que habían atendido a la niña pusieron el caso en conocimiento de una organización para protección de la infancia, con la seguridad de que la recaída y la muerte serían inevistables de suspenderse el tratamiento. Los supuestos protectores de la infancia decidieron que ni Makayla necesitaba quien velara por ella ni había que obligarla a retomar la quimioterapia. Los indígenas canadienses se pusieron del lado de la familia en el rechazo a la medicina. Las autoridades miraron para otro lado; no era cuestión de herir la imbecilidad disfrazada de sensibilidad cultural tan bien resumida en la siguiente declaración de Sonya Sault, madre de la niña: «El sistema judicial canadiense no tiene autoridad para determinar si nuestras leyes y nuestras prácticas, que son anteriores a la existencia de Canadá, son válidas o no». (También la ablación de clítoris y muchas otras salvajadas son anteriores a la fundación de Canadá, y eso no las hace ni respetables ni tolerables.) Y Makayla murió.
Ya no hay vuelta atrás para una pobre niña que no sabía lo que hacía, que tuvo la desgracia de pertenecer a una familia y una comunidad donde una estupidez disfrazada de cultura pone en peligro la vida de los menores y a la que no protegieron unas autoridades democráticas, acomplejadas por las salvajadas de sus antepasados, incapaces de salir en defensa de los pequeños víctimas de supersticiones. Ahora mismo, ya hay otra niña indígena canadiense de 11 años con leucemia que también ha elegido las terapias alternativas en vez de la quimioterapia por razones tribales, opción en la que le ha respaldado un juez. Morirá. Terrible.
Por cierto, las exenciones sociales y legales por motivos religiosos, étnicos o culturales también se cobran víctimas en España: ahí tienen a los menores maltratados por exorcistas católicos sin que la Justicia haga nada. Vestir sotana y portar un crucifijo también convierten la Ley en papel mojado.
Nota publicada en Magonia el 30 de enero de 2015.