Jesús nació en Belén de María virgen, la estrella que guió a los Reyes Magos fue una supernova, el malvado Herodes ordenó una matanza de bebés para librarse del futuro Mesías… Benedicto XVI acaba de publicar un libro, La infancia de Jesús, en el que defiende la historicidad de la mayoría de los episodios bíblicos que rodean la concepción y el nacimiento de Jesús de Nazaret, incluidos, por supuesto, lo citados. Sus argumentos son de una endeblez pasmosa: el obispo de Roma, vicario de Cristo, sucesor de Pedro, siervo de los siervos de Dios, Santo Padre y Sumo Pontífice mantiene que «los evangelistas no pretenden engañar a sus lectores, sino que quieren contar hechos históricos», y que, además, lo narrado encaja con los vaticinios de los profetas del Antiguo Testamento.
¿De verdad se cree el Papa lo que dice? Con la misma autoridad que él sostiene que los autores de los evangelios de Lucas y Mateo no quieren engañar a su público, yo puedo decir lo contrario. ¿Es que no se le ha pasado por la cabeza que los autores de los evangelios construyeran el relato de la infancia de Jesús para que encajara con las profecías y la tradición, y recalcar así el carácter extraordinario del protagonista? Supongo que sí, pero es que Benedicto XVI siempre ha rechazado el análisis crítico de los textos sagrados del Cristianismo, y tiene sus razones. Cuando se lleva a cabo, queda claro que, por ejemplo, el relato de la Navidad es una ficción tejida con tradiciones y leyendas para dotar de un origen mítico a Jesús, desde la concepción virginal hasta la huida a Egipto, pasando por la adoración de los magos.
Lectura infantiloide
Los historiadores, incluidos los cristianos, no consideran que el Antiguo Testamento narre hechos históricos ni que el Nuevo Testamento lo haga en lo que se refiere a la infancia de Jesús. Así, el sacerdote, teólogo e historiador Rafael Aguirre sostiene, tal como publiqué hace siete años, que los textos sobre la infancia son una especie de “prólogos teológicos elaborados de acuerdo con la hermenéutica judía, que recurre al Antiguo Testamento, a técnicas midrásicas, a leyendas… No estamos ante relatos históricos, lo que no quiere decir que no incluyan datos históricos”. Y precisaba un año después en un artículo titulado «El mito de los orígenes»: «Los estudiosos del tema saben que no es claro que Jesús naciera en Belén, porque pudo haberlo hecho en Nazaret; ni que su nacimiento tuviera lugar en una cueva, que no es mencionada nunca en los Evangelios canónicos; por supuesto, no sabemos la fecha y son sumamente improbables la matanza de los inocentes y la huida a Egipto de Jesús y sus padres. Se trata de leyendas y mitos acuñados por los primeros creyentes en Jesús, utilizando elementos del mundo helenístico y judío y que han servido para legitimar en nuestra cultura las fiestas universales del solsticio de invierno…».
Por lo que ha trascendido a los medios, lo que hace Joseph Ratzinger en su nuevo libro es una lectura infantiloide de los orígenes de Jesús de Nazaret -y, por consiguiente, del cristianismo-, como el padre que quiere mantener a sus hijos en la ilusión de un mundo de hadas y monstruos pasada la más tierna infancia. Mientras vivan en ese territorio mágico, las criaturas no se preguntarán por las contradicciones e injusticias del mundo real. Ignoro qué le lleva al Papa a rechazar la historicidad de los Reyes Magos y la presencia de la mula y el buey en el pesebre de Belén. ¿Por qué borra a esos personajes del relato y admite otros hechos tan o más inverosímiles, como el nacimiento de virgen, la matanza de los inocentes y la existencia de la estrella de Belén, otro elemento puesto ahí para remarcar que el recién nacido no es un cualquiera? La verdad es que tampoco me inquieta la respuesta.
Si quieren explorar los orígenes de la Navidad, les recomiendo que El nacimiento de Jesús (The Nativity history and legend, 2006), un delicioso librito del teólogo e historiador Geza Vermes, para quien, parafraseando a los estudiosos William D. Davies y Dale C. Allison, «los evangelios de la infancia no son «el material del que está hecha la historia»».
Nota publicada en Magonia el 21 de noviembre de 2012.