Resulta comprensible que a mucha gente le preocupe que el uso del teléfono móvil pueda causarle un cáncer después de la nota de prensa emitida ayer por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), un organismo dependiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Pero a mí no me preocupa. Creo que los científicos que han suscrito ese documento lo han hecho al margen de las pruebas, aunque tampoco me preocuparía si tuvieran razón en lo que afirman. Antes de poner el grito en el cielo y decir que estoy pagado por las compañías telefónicas -entre los ingresos de éstas, la CIA y los fabricantes de transgénicos, no sé que hago que no me he jubilado todavía-, dejen que explique por qué titulares periodísticos como «Usar el móvil podría ser mortal», «Los teléfonos móviles pueden provocar cáncer» y «La OMS reconoce una posible relación entre los móviles y algunos tipos de cáncer» me parecen un disparate.
Cuando a media tarde de ayer la IARC colgó de Internet su nota de prensa -titulada «La IARC clasifica los campos electromagnéticos generados por radiofrecuencias como posiblemente cancerígenos para humanos»-, lo primero que hice fue imprimir el documento y leerlo. Fuimos muchos los que lo hicimos en cuanto la noticia saltó en Twitter y también muchos los que, tras leer las dos páginas de la nota y las otras dos sobre terminología, concluimos que da la impresión de que los expertos de la OMS se han columpiado. En síntesis, lo que dicen los 31 científicos de 14 países reunidos en Lyon desde el 24 de mayo hasta ayer es que el uso del móvil «podría suponer algún riesgo» de contraer glioma (tumor maligno cerebral) y neuroma acústico (tumor benigno del oído), y que las pruebas son «lo suficientemente sólidas» como para incluir el uso de teléfonos celulares en el grupo 2B de la clasificación de carcinógenos de la OMS. Ahora, después de poner un titular del estilo de «El móvil puede matarte», leamos la letra pequeña. El texto dice en el párrafo de resultados:
Las pruebas fueron revisadas críticamente y en general evaluadas como limitadas entre los usuarios de teléfonos celulares para el glioma y el neuroma acústico, e inadecuadas para llegar a conclusiones para otros tipos de cánceres. La pruebas de las exposiciones ocupacionales y ambientales antes mencionadas se consideraron igualmente inadecuadas. El Grupo de Trabajo no cuantificó el riesgo; sin embargo, un estudio del uso pasado de teléfono celular (hasta el año 2004), mostró un 40% más de riesgo para los gliomas entre los grandes usuarios de la categoría más alta (promedio reportado: 30 minutos diarios durante un período de 10 años).
Las cursivas no son mías, sino del documento original. A pie de página, se explican dos términos clave (las negritas tampoco son mías):
Pruebas limitadas de carcinogenicidad: se ha observado una asociación positiva entre la exposición al agente y el cáncer, para la cual el Grupo de Trabajo considera creíble una interpretación causal, aunque no puede descartar con seguridad razonable el azar, el sesgo o la confusión.
Pruebas inadecuadas de carcinogenicidad: los estudios disponibles son de insuficiente calidad, consistencia o potencia estadística como para permitir llegar a una conclusión respecto a la presencia o ausencia de una asociación causal entre la exposición y el cáncer, o no hay datos disponibles sobre el cáncer en los seres humanos.
A pesar de lo anterior, donde se dice que no hay pruebas concluyentes de causa-efecto y que los trabajos son de insuficiente calidad científica, Jonathan Samet, de la Universidad del Sur de California y presidente del Grupo de Trabajo, concluye que «la evidencia, que se sigue acumulando, es lo suficientemente sólida como para llegar a una conclusión y la clasificación 2B. Esta conclusión significa que podría haber algún riesgo y, por lo tanto, tenemos que vigilar de cerca el vínculo entre los teléfonos móviles y el riesgo de cáncer». El director de la IARC, Christopher Wild, añade en la nota de prensa que, «dadas las consecuencias potenciales para la salud pública», hay que seguir haciendo estudios y, entre tanto, tomar medidas para reducir la exposición a las ondas usando los dispositivos de manos libres y los mensajes de texto, por ejemplo. Además, se indica que los expertos habían examinado cientos de artículos, incluidos cuatro pendientes de publicación en revistas científicas que, al parecer, vinculan los móviles con el cáncer, y que el informe completo de la IARC verá la luz en el número de julio de The Lancet Oncology.
Pruebas cuestionables
Visto esto, ¿qué se puede decir? Que la calidad de las pruebas aportadas por los autores del informe de la OMS es más que cuestionable, tal como ellos mismos admiten, y que, por consiguiente, llegar a la conclusión que llegan se antoja precipitado, cuando no anticientífico. Todos las pruebas acumuladas hasta ahora en la literatura científica apuntan en el sentido contrario al de la nota de prensa de la IARC y resultan consistentes con la física y la biología. Otro punto clave del informe es que no explica cuál sería el mecanismo biológico por el cual el uso del móvil provocaría cáncer ni por qué, a pesar de que llevamos varias décadas expuestos a sus radiaciones, no ha habido un boom de tumores cerebrales en Occidente. Mi irreverente pregunta -la hice ayer en Twitter- es: ¿cuál es es el mecanismo -no mágico, claro- por el cual las emisiones de los móviles pueden provocar cáncer? Y digo no mágico porque, según lo que sabemos de física y biología, no hay mecanismo conocido por el que las ondas de telefonía -bastante menos energéticas que la luz visible- puedan causar mutaciones en el ADN.
Por todo esto, no me preocupa la inclusión de los móviles en el grupo de carcinogenicidad 2B de la OMS y a usted tampoco debería de preocuparle, aunque crea que lo anterior lo he escrito en un rapto de locura o sirviendo a intereses bastardos. En ese mismo grupo 2B, están el café y el humo de los tubos de escape de los automóviles, elementos con los que convivimos desde hace bastante más tiempo que con los móviles. Además, la conclusión del estudio Interphone, realizado por la OMS y en el cual se controló durante 10 años a más de 10.000 personas -usuarios de móvil; no usuarios; supervivientes de un tumor cerebral que los utilizaban y que no-, es que «no existe ningún incremento de cáncer cerebral entre los usuarios de móvil».
Tenía abocetadas estas líneas cuando me he llevado la alegría de ver que algunos colegas ya han plasmado ideas similares en los medios tradicionales y de cómo, en vez de caer rendidos ante el informe de los expertos reunidos en Lyon, según la agencia Efe, el secretario general de Sanidad, José Martínez, advertía hoy de que el estudio no determina que haya una «relación clara» de que el uso de móviles pueda causar cáncer; la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) calificaba el trabajo de «revisión de estudios anteriores, sin la robustez científica deseable»; el presidente de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), Emilio Alba, indicaba que no está demostrada «una relación causal clara» en el cáncer y el uso del móvil; y el presidente de la Fundación Instituto Valenciano de Oncología (IVO), Antonio Llombart, destacaba que en los últimos años en España no se ha detectado un aumento de los tumores en el sistema nervioso central.
De todos modos, tengan cuidado con el móvil: no hablen con él mientras conducen; eso sí puede ser peligroso. Y, cuando se tomen un café, recuerden que, si es cierto lo que afirman los expertos de la IARC -que lo dudo-, están exponiéndose a algo tan cancerígeno como las radiaciones de un móvil.
Nota publicada en Magonia el 1 de junio de 2011.