La evolución de los círculos de las cosechas, en la revista ‘Nature’

Medusa gigante que apareció de la noche a la mañana el verano pasado en Oxfordshire.
Medusa gigante que apareció de la noche a la mañana el verano pasado en Oxfordshire.

Richard Taylor, profesor de Física, Psicología y Arte de la Universidad de Oregon, ha resumido en la revista Nature la evolución de los círculos del cereal desde los primeros hechos por Douglas Bower y David Chorley a finales de los años 70 del siglo pasado, sencillos y consistentes como mucho en círculos conectados por rectas, hasta los últimos, representaciones enormemente complejas que alcanzan centenares de metros e incluyen centenares de elementos.

El autor parte, como no podía ser de otro modo, de la premisa de que esas formaciones son de origen humano porque, en contra de lo que sostienen todavía algunos expertos en lo paranormal, no hay dibujos de las cosechas de artistas y dibujos de origen desconocido, lo mismo que no hay brujos fraudulentos y brujos auténticos. Absolutamente todas las formaciones que aparecen de la noche a la mañana desde hace décadas en los campos de cereal, con preferencia en Reino Unido, son obra humana y sólo el deseo de creer o la desvergüenza llevan a algunos a rodearlos de un halo de misterio.

A los cereálogos -como se llaman los estudiosos de los círculos de las cosechas– les pasa como a los sindonólogos -los estudiosos de la sábana santa-: son incapaces de admitir que el objeto de su pasión es una obra de arte. Ni más ni menos. Tanto unos como otros buscan algo extraordinario donde sólo hay ingenio humano (el de otros; no el de ellos). Quien mejor ha contado la historia de las formaciones de las cosechas es Jim Schnabel, en Round in circles (Dando vueltas en círculos, 1994), obra por momentos tronchante que demuestra que la fe puede llevar a personas aparentemente sensatas a conclusiones delirantes.

Gatos y ratones

«La naturaleza encubierta del movimiento de los círculos del cereal alimenta un juego del gato y el ratón entre los artistas y los investigadores», escribe Taylor en la sección de «Libros y Arte» de Nature. Cuenta Schnabel en su libro cómo, cuando los ceréalogos especulaban en los pubs sobre qué resultaría en el fenómeno sorprendente y definitivo de cara a su origen no natural, Bowen y Chorley -que solían frecuentar los mismos locales- tomaban nota y, en cuanto podían, hacían realidad los sueños de los expertos.

'The field guide', de Rob Irving y John Lundberg.
‘The field guide’, de Rob Irving y John Lundberg.

Taylor recuerda en Nature cómo los inventores del fenómeno empezaron realizando simples círculos con la idea de que los ufólogos los consideraran obra de extraterrestres y, cuando el meteorólogo Terence Meaden especuló con la posibilidad de que fueran consecuencia de tornados, añadieron líneas rectas y rectángulos para frustrar al experto. Tras la confesión de los dos jubilados en 1991, una segunda generación de artistas invadió los campos británicos con diseños matemáticos cada vez más complejos. Según Taylor, la nueva ola de artistas también ha modernizado las técnicas: ahora usan diseños por ordenador, punteros láser, GPS y es posible que en algunos casos empleen dispositivos generadores de microondas para doblar los tallos de las plantas.

Bower y Chorley hacían sus dibujos con brújulas, cuerdas y tablones; sus discípulos, que han publicado hasta manuales sobre la práctica de este arte efímero, utilizan tecnología más avanzada. Pero, en el fondo, pocas cosas han cambiado en más de 30 años: a un lado, está el ingenio humano; al otro, la ingenuidad; y, en medio, un estilo de arte que en 2009 se plasmó en gigantescos y bellos trilobites, medusas, orugas… con patrones matemáticos en sus estructuras. El cambio más relevante ha sido el de los agricultores: al principio, les enfurecía que alguien machacara de noche sus cultivos; desde hace tiempo, el cobro por la realización o el acceso a las formaciones les reporta un dinero extra y están encantados con la actividad de estos artistas.

Taylor, Richard [2010]: «The crop circle evolves». Nature, Vol. 465, Nº 7.299 (10 de junio), 693.

Nota publicada en Magonia el 12 de junio de 2010.


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