Cuando he leído un titular que dice que el bigfoot de Florida está en plena temporada de apareamiento, he creído que era una broma; pero no. Hay quienes se lo creen o quieren hacérselo creer a los demás. Uno de ellos es Dave Shealy, un criptozoólogo que afirma que esta época del año es la mejor para ver al homínido de Florida porque es cuando tiene lugar el cortejo. Al peludo ser se le conoce, justificadamente, como mono mofeta. Y es que, algo más pequeño que el bigfoot tradicional -que dicen que mide entre 2 y 3 metros-, apesta: huele a huevos podridos. Jack Shealy, que está en la misma onda que su hermano, sospecha que el nauseabundo olor se debe a que se esconde en las madrigueras de los cocodrilos, donde hay cuerpos en descomposición. Así que no parece muy recomendable toparse con el bicho.
Dave Shealey asegura que sólo hay entre siete y nueve ejemplares de la especie en los Everglades, y recomienda prudencia, sobre todo, a las mujeres. Advierte que el mono mofeta se siente atraído por el olor de la menstruación y también por la ropa interior femenina usada. Supongo, claro, que se refiere al macho. De los hábitos de la hembra, ni mu. Por fortuna, no hay constancia de ningún ataque a humanos, como no podía ser de otro modo en una criatura de cuya existencia hay menos pruebas todavía que de la de Nessie y el yeti. Los Shealy -se me olvidaba- son los responsables de un centro de investigación del mono mofeta que tiene su cuartel en Ochopee, en los Everglades, donde venden parafernalia relacionada con el monstruo: gorras, tazas, imanes… Lo mismo que en Fátima y Lourdes, pero sin milagros.
Nota publicada en Magonia el 18 de mayo de 2010.