«La comedia trata siempre del mundo real. Filósofos y religiosos hacen declaraciones pomposas y abstractas, y el comediante dice: «¿Es eso verdad en miércoles?»», explica Stephen Fry en el último número de The Skeptical Inquirer. La pregunta es demoledora y, sin necesidad de saber de qué va la conversación ni de que el interpelado responda, deja a las claras que el tema de la charla no merece al preguntador crédito alguno. De ahí que el actor británico crea que «la comedia es un recurso muy bueno [en la denuncia de la sinrazón] porque pone a los crédulos en su sitio».
Fry achaca el éxito de lo sobrenatural a que la necesidad de encontrar sentido a la vida empuja a mucha gente a tomar el camino más fácil, el de los dioses y los designios de la estrellas. «Como el agua busca el camino más corto hacia el mar, los seres humanos quieren encontrar el camino más corto a la verdad, pero desgracidamente eso les lleva al gran océano de tonterías que hay ahí fuera y a toda esa gente preparada para sacarles el dinero. Todos esos clarividentes de la lectura fría, astrólogos disparatados, absurdos mercaderes de la percepción extrasensorial y gente que habla de vibraciones y energías… ¡Dios, si hay una palabra que me hace perder el juicio es energía usada disparatadamente!».
Piensen en los médicos alternativos que para curarse de sus dolencias echan mano de la malvada medicina occidental; piensen en los adivinos incapaces de ver que les van a robar en casa o que van a hacer el ridículo si se ponen a predecir cosas a lo loco; piensen en ese ufólogo que lleva un anillo extraterrestre con marca de platero; piensen en quienes van a cementerios o casas supuestamente encantadas de noche con cámaras de visión nocturna y el objetivo de tener un encuentro con espíritus. ¿Por qué van a esos sitios de noche? ¿Es que los espíritus de los muertos sólo están en los cementerios y los fantasmas en las casas encantadas una vez que el Sol se ha puesto? ¿Por qué no van a la luz del día? Ustedes, como yo, lo saben. No es porque los espectros trabajen en turno de noche. Es porque, si nuestros misteriólogos preferidos fueran de día a esos sitios a la caza del mensaje del Más Allá, su voz jadeante, respiración agitada y efectistas muecas de terror ante el menor ruido no sólo no impresionarían a nadie, sino que darían risa.
¿Por qué no hay ningún Stephen Fry, ningunos Penn Jillette y Raymond Teller, en nuestro país? ¿Es que nadie se ha dado cuenta del inmenso filón humorístico que hay en el mundillo de lo paranormal, de que en cualquiera de las revistas esotéricas españolas hay cada mes material que puede ser un diamante en bruto en manos de cómicos ingeniosos?
Nota publicada en Magonia el 10 de febrero de 2010.