El descubrimiento en Nazaret de los restos de una casa de tiempos de Jesús ha vuelto a poner de manifiesto cómo algunos practicantes poco escrupulosos de la arqueología bíblica tergiversan hallazgos para que sirvan a intereses religiosos. En este caso, si son lo que dicen, las piedras y los objetos desenterrados ofrecerán a los estudiosos un nuevo punto de vista sobre la vida diaria de los judíos de la época en un Nazaret que no era entonces más que una aldea. Algo importante, aunque no tanto como para merecer la atención que ha recibido gracias a que estamos en Navidad, a la descarada manipulación religiosa y a un periodismo indigno de considerarse tal que se limita a repetir, cual loro, lo que le cuentan sin pasarlo por el tamiz del pensamiento crítico.
Así, en los medios hemos leído cómo la arqueóloga Yardena Alexandre, responsable de las excavaciones, ha vinculado el hallazgo con la figura de Jesús. «Es una típica casa habitada por judíos y, por tanto, también pudo hacerlo Jesús», ha dicho. Por si eso no fuera bastante, Dror Barashad, de la Autoridad de Antigüedades de Israel (IAA), ha destacado que la casa está muy cerca de la cueva donde la tradición sitúa la visita del Arcángel Gabriel a la Virgen María. «Un túnel pudo conectar la gruta con el lugar donde se ha descubierto la vivienda», ha especulado. Y, como guinda, Marc Hodara, de la organización religiosa Nuevo Camino, que apoya la construcción de un Centro Mariano Internacional en el lugar, ha calificado el hallazgo de «auténtico regalo de Navidad» y dado un magnífico titular: «Aquí Jesús pudo estar jugando de niño».
Esas declaraciones han sido recogidas por algunos medios como si estuvieran basadas en pruebas, cuando todo es un disparate equivalente a que se encuentre en Atenas una casa del siglo V a IV antes de Cristo (aC) y, sin más, se diga que en ella jugó Platón de niño. Porque, para empezar, los periódicos que hablan de que la vivienda de Nazaret es de «tiempos de Jesús» se refieren con esa expresión a unos restos fechados indirectamente -por la cerámica- en los siglos I y II. Y, para seguir, del posible solapamiento temporal de los restos con la época en que vivió Jesús, no cabe concluir que esa casa y ese personaje estén conectados por algo más.
Lo más absurdo, no obstante, es lo de Dror Barashad: relacionar los restos con Jesús por su cercanía a la gruta que, según la tradición católica, fue escenario de la Anunciación. Citar un milagro como apoyo de otra afirmación extraordinaria es un ejemplo de charlatanería pura y dura. Sirve para reforzar engañosamente entre la gente de buena fe la idea de que el descubrimiento está conectado de algún modo con la peripecia vital de un niño llamado Jesús que, según la Biblia, años después dijo ser Hijo de Dios y fue por ello ejecutado por los romanos. ¿Pudo Jesús jugar en esa casa? Puede que sí y puede que no; pero no hay ninguna prueba de lo primero. Y, aunque la hubiera, eso no demostraría que fuera nada más, y nada menos, que un simple mortal. Esta noticia, como la han dado la mayoría de los medios, no es arqueología, sino simple propaganda religiosa.
Nota publicada en Magonia el 23 de diciembre de 2009.