Los creyentes en la sábana santa esgrimen desde hace años a favor de la autenticidad de la falsa reliquia que nadie ha conseguido replicarla. Es una manera como otra cualquiera de desviar la atención de los resultados del nunca científicamente cuestionado análisis del carbono 14, que en 1988 determinó que el lienzo se había confeccionado «entre 1260 y 1390 (±10 años), con una fiabilidad del 95%»; de que no existan pruebas de la existencia de la tela anteriores a mediados del siglo XIV; de la admisión en 1390 de Clemente VII, papa de Avignon, de que «la figura o representación no es el verdadero Sudario de Nuestro Señor, sino que se trata de una pintura o un cuadro de la Sábana Santa»; y de las imposibilidades físicas de la figura, como que las piernas estén estiradas en la imagen frontal, pero se vea la planta del pie izquierdo en la dorsal.
Los creyentes en la autenticidad del lienzo responden que nadie ha conseguido replicarlo, como si ignorar cómo se formó la imagen invalidara todas las demás pruebas. Que la sábana santa es de origen medieval se sabe desde hace décadas y que no sepamos cómo se hizo no cambia su antigüedad: ignorar cómo hicieron algo nuestros antepasados no es una carta blanca para atribuirlo a extraterrestres o resurrecciones de muertos.
Todo esto viene a cuento de la réplica del sudario de Turín que ha presentado el químico italiano Luigi Garlaschelli, quien ya publicó en 1991 en Nature una posible receta de la famosa sangre de san Genaro. Por ahora, toda la información que tenemos es la que se ha hecho pública con motivo del XI Congreso del Comité Italiano para el Control de las Afirmaciones de lo Paranormal (CICAP), entidad de la cual el científico es miembro destacado. Lo que ha trascendido es que la imagen se realizó a partir del cuerpo de un voluntario y el rostro de un bajorrelieve, que se tardó una semana en hacerla y que el proyecto costó «varios miles de euros».
Supongo que Garlaschelli ofrecerá pronto todos los detalles técnicos del proceso que ha seguido para, con medios al alcance de un artistas del siglo XIV, confeccionar una imagen que se parece extraordinariamente a la de la sábana santa. Entonces, los expertos tendrán la información necesaria para pronunciarse sobre la viabilidad de que su procedimiento diera como resultado, a mediados del siglo XIV, una reliquia como la de Turín. Si es así, será un avance más en el desvelamiento de este engaño religioso; si no, no supondrá ningún cambio en la consideración que merece la tela turinesa: seguirá siendo una obra medieval, aunque no sepamos cómo se hizo. Lo mismo que la Gran Pirámide data de mediados del tercer milenio antes de Cristo, al margen de cómo la construyeran los egipcios.
Información publicada en Magonia el 12 de octubre de 2009.