Una ‘conejita’ contra las vacunas

Ilustración: Iker Ayestarán.
Ilustración: Iker Ayestarán.

Jenny McCarthy lanzó en junio de 2007 una campaña contra la vacuna frente al sarampión, las paperas y la rubéola. Muy popular en Estados Unidos por haber posado desnuda para la revista Playboy, anunció que su hijo Evan, nacido en 2002, era autista y que la vacuna triple vírica le había causado la enfermedad. La neumática rubia es desde entonces la cara bonita del frente antivacunación, un movimiento que ha conseguido que cada año se registren en EE UU más casos de esas tres enfermedades y que algunos padres renuncien a inmunizar a sus hijos por miedo.

El autismo es un trastorno incurable que afecta al desarrollo cerebral normal de las habilidades sociales y de comunicación. Quien primero lo relacionó con la triple vírica fue el cirujano británico Andrew Wakefield en un artículo publicado con otros autores en 1998 en la revista médica The Lancet. Tras examinar doce casos de niños autistas, concluyó que existía un vínculo entre la administración de la vacuna y la aparición del mal. El trabajo tuvo un gran impacto en Reino Unido. En los diez años siguientes, el índice de vacunación bajó del 92% al 85%, y los casos de sarampión pasaron de 58 a 1.348.

Cuando el miedo se exportó a EE UU, 5.500 padres de autistas exigieron al Gobierno en junio de 2007 indemnizaciones por entender que la enfermedad esta causada por la triple vírica. Muchos denunciantes se consideran víctimas de una vasta conspiración urdida por el Ejecutivo y las farmacéuticas. La creencia de que las vacunas causan autismo se debe, en parte, a que los familiares suelen detectar los primeros síntomas del mal a la misma edad en que los niños reciben la triple vírica. «No obstante, que ambos eventos ocurran alrededor del mismo tiempo no significa que el uno provoque el otro», sentencian los Institutos Nacionales de la Salud de EE UU.

Falsificación de datos

Diez de los coautores de la investigación dirigida por Wakefield retiraron en 2004 su firma del artículo que había desatado la tormenta, y The Lancet publicó una rectificación poniendo en duda las conclusiones. Todos los estudios posteriores han descartado la conexión entre la triple vírica y el autismo, y, además, una investigación del periodista Brian Deer reveló en febrero pasado que Wakefield había falsificado los datos del alarmante trabajo original. Pero nada de esto importa al movimiento antivacunación.

McCarthy y su novio, el actor Jim Carrey, persisten en su cruzada a pesar de que en abril de 2008 ella anunció que su hijo Evan había superado el autismo. Los médicos que han examinado al pequeño dicen que no, que en su momento fue diagnosticado erróneamente. Mientras tanto, sigue creciendo en EE UU el número de víctimas del sarampión, las paperas y la rubéola: desde que la conejita emprendió su campaña, se han registrado 204 muertes y 47.454 casos no letales, según una web que lleva el recuento. Cabe suponer que algunos padres no han vacunado a sus hijos por hacer caso a una modelo que en 2006, antes de empezar a decir que el suyo era autista, contaba por los platós de televisión que era un niño de cristal, un nuevo salto en la evolución humana dotado de poderes como la telepatía y la capacidad de recordar vidas pasadas.

Reportaje publicado en el diario El Correo y en Magonia el 19 de agosto de 2009.


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