Una marca de chucherías y una universidad británica se jactan desde ayer de haber enviado el primer anuncio a otro mundo, un spot de Doritos cuya señal tiene como destino un sistema estelar situado a 42 años luz. Es verdad; pero sólo en parte. Se trata, efectivamente, del primer anuncio concebido para un cliente extraterrestre, lo que no deja de ser una excentricidad, ya que no sabemos todavía siquiera si hay alguien ahí fuera. Eso es lo de menos, no obstante, para los promotores de la iniciativa, que han conseguido un montón de publicidad gratuita aquí, en la Tierra, gracias a que los medios no estamos por la labor de que la realidad estropee una noticia. Porque la primera emisión televisiva con capacidad para atravesar la atmósfera -y que, por lo tanto, viaja por el espacio y puede ser captada por cualquier extraterrestre, si lo hubiera- fue la de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, protagonizada por brazos en alto y Adolf Hitler. Ésa es nuestra carta de presentación interplanetaria, aunque no nos guste. Y no es un secreto. Ya lo destacó Carl Sagan en su novela Contacto (1986) y Robert Zemeckis en la película correspondiente (1997), que han visto millones de personas, aunque parece que pocos periodistas.
Innumerables emisiones televisivas han seguido desde 1936 el mismo camino -se alejan de nosotros a la velocidad de la luz-, incluidas las de los anuncios producidos en todo el mundo, como el del famoso negrito de Cola-Cao, y las de programas como Gran Hermano, por ejemplo. Figúrense la imagen que estamos dando en la galaxia. Como recordaba hace unos años el recientemente fallecido Arthur C. Clarke, la mejor prueba de que no hay otras inteligencias en el vecindario cósmico es que no han venido a exterminarnos por haber llenado de telebasura un globo de 50 años luz de radio con centro en la Tierra. ¿Se imaginan encender el receptor de la nave interplanetaria y que se le aparezca a uno Mercedes Milá?
Nota publicada en Magonia el 13 de junio de 2008.