La Navidad gira alrededor de cinco o seis páginas de la Biblia. 1.900 millones de personas celebrarán en las próximas dos semanas la gran fiesta cristiana: el nacimiento de un bebé en la Palestina ocupada por los romanos hace dos milenios. Jesús, según narran Mateo y Lucas, nació de madre virgen, se salvó milagrosamente de ser asesinado por Herodes I el Grande y fue adorado por peregrinos de lejanas tierras que llegaron hasta él guiados por una estrella. ¿Esta historia responde a hechos reales o es una fábula?
Orígenes idealizados
«Jesús existió», afirma Mario Saban, historiador experto en los orígenes del cristianismo y el judaísmo. El primer problema al que se enfrenta una aproximación histórica a la Natividad es que los evangelios se redactaron mucho después de haber sucedido los hechos que narran. El de Mateo, se calcula que entre los años 70 y 80; el de Lucas, entre 80 y 90. «Lo más antiguo de los evangelios es el relato de la Pasión. Son los primeros recuerdos que se ponen por escrito. Los últimos, los de la infancia», explica Rafael Aguirre, profesor de Teología de la Universidad de Deusto.
Para este historiador, los textos sobre la infancia son una especie de «prólogos teológicos elaborados de acuerdo con la hermenéutica judía, que recurre al Antiguo Testamento, a técnicas midrásicas, a leyendas…. No estamos ante relatos históricos, lo que no quiere decir que no incluyan datos históricos». Aguirre destaca que las dos versiones de la Natividad, contradictorias entre sí, carecen de intención histórica. «Todo grupo social llega un momento en el que da una interpretación idealizada de sus orígenes y de los de su fundador. Eso es lo que hace la comunidad cristiana».
Hijo de virgen
Es décadas después de la muerte de Jesús cuando sus seguidores recrean su nacimiento, «teniendo en cuenta el curso de su vida, elaborando el relato a partir de tradiciones judías y utilizando una serie de motivos muy frecuentes en el mundo mediterráneo a la hora de presentar a los grandes personajes», dice Aguirre. Uno de esos motivos es el imposible nacimiento de madre virgen, que conecta éste con otros alumbramientos milagrosos de grandes figuras de la Historia y sirve para diferenciar a Jesús del resto de los profetas.
«¿Para qué incluye Mateo al principio de su evangelio la genealogía de José si luego aparece el Espíritu Santo y José no es el padre biológico de Jesús?», se pregunta Saban, quien recuerda que, en la versión de Lucas, María va después del alumbramiento al templo a purificarse: «¿Para qué lo hace si ya es pura?». Aguirre señala que la inclusión de la genealogía de José enraiza a Jesús en el linaje de David, en cumplimiento de las profecías.
Fecha y lugar de nacimiento
El día que Jesús vino al mundo no fue el 25 de diciembre del año 1 antes de Cristo (aC). A partir de lo que escribe Mateo, se deduce, no obstante, que Jesús nació antes de 4 aC, año en el que muere Herodes. «Pudo ser entre 6 aC y 4 aC», apunta Saban. El censo romano del que habla Lucas -«tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino»- hay que descartarlo como fecha de referencia porque se hizo en el año 6, según Flavio Josefo, diez años después de la muerte de Herodes.
Los cristianos -excepto los ortodoxos- conmemoran el natalicio el 25 de diciembre desde que en 350 el papa Julio I lo declaró fecha oficial de la Navidad. Era el día en que los romanos celebraban la festividad del «nacimiento del sol invicto», Mithras, el alargamiento del día frente a la noche invernal, la victoria de la luz sobre las tinieblas. La Iglesia se apropió así de una fiesta pagana. Sin embargo, la época del año del episodio bíblico no está clara, aunque los pastores a los que el ángel anuncia el nacimiento del Salvador dan una pista.
«Dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño», escribe Lucas. En Judea, los pastores y el ganado no podían pasar la noche al aire libre entre noviembre y febrero. Hacía demasiado frío. Mario Saban cree que Jesús pudo nacer a principios de otoño. Este historiador cree que el establo bíblico puede ser una deformación de la cabaña que cada familia judía debía construir y en la que tenía que pasar ocho días durante la festividad de Sukot, en recuerdo -según la Torá- de las cabañas que Dios hizo para su pueblo cuando salió de Egipto.
Los dos evangelistas sitúan los hechos en Belén. Mateo coloca a María y José en la aldea desde el principio, pero Lucas recurre al censo inexistente para justificar su mudanza desde Nazaret. La elección de Belén para el nacimiento de Jesús puede responder no a la realidad, sino a la necesidad de cumplir la profecía de Miqueas (5, 1-3): «Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá porque de ti saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo Israel». Es la explicación que dan los sacerdotes a Herodes cuando éste les pregunta dónde va a nacer Jesús.
Circuncisión y año nuevo
Cuenta Lucas (2, 21) que, «cuando se cumplieron ocho días para circuncidarle, se le puso el nombre de Jesús». Hasta entonces, el bebé careció de nombre. «¿Por qué el nuevo año no empieza el día del nacimiento de Jesús? ¿Qué se festeja en Año Nuevo? En la tradición judía, el bebé no recibe el nombre hasta que es circuncidado. Jesús se llama Jesús el 1 de enero, cuando se festeja la circuncisión de Nuestro Señor», indica Mario Saban.
Visita de los magos
La Navidad acaba con la festividad de Reyes, que conmemora la visita a Jesús en Belén de «unos magos que venían del Oriente» con oro, incienso y mirra. La narra sólo Mateo, que ni dice cuántos eran ni los identifica. Que los peregrinos fueron tres y sus nombres es algo de siglos posteriores. Los Reyes Magos fueron muy posiblemente un invento del evangelista para otorgar universalidad al Mesías, adorado por extranjeros mientras su paisano Herodes le quiere matar. Entregar regalos el 6 de enero entronca, según Saban, con la costumbre judía de hacérselos al recién nacido después de su circuncisión.
La estrella de Belén, que los astrónomos llevan sigxlos intentando identificar, sería también un añadido simbólico, en opinión de los historiadores. Como en el nacimiento de otros grandes personajes, en el de Jesús era necesario un signo en el cielo. «La estrella es un símbolo del Mesías», señala Rafael Aguirre. Además, en el libro de los Números (24,17), el vidente Balaam pronostica el esplendor de Israel de la mano de un caudillo que tendrá una estrella como símbolo. La estrella con estela, ahora tan común en los belenes, es un invento de Giotto en su Adoración de los magos, de 1304, tres años después de una visita del cometa Halley.
La matanza de los menores de dos años ordenada por Herodes, y narrada por Mateo, es un reflejo de la ordenada por el faraón en tiempos de Moisés. Según Aguirre, junto con la posterior huida a Egipto, responde a la intención del evangelista de presentar a Jesús como el nuevo Moisés, como el nuevo Israel. Así acaba la recreación de los orígenes de Jesús, en los que prevalece lo simbólico sobre lo histórico.
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«La lectura histórica no tiene sentido», dice Rafael Aguirre
«La lectura histórica no tiene sentido», dice Rafael Aguirre sobre los textos del nacimiento y la infancia de Jesús de los evangelios de Mateo y Lucas. En opinión de este experto, hay en esos escritos una intención por parte de los autores de engrandecer los orígenes del Jesús ya muerto. Su concepción y nacimiento milagrosos conectan con los prodigios que rodean le llegada al mundo de otros grandes personajes bíblicos como Sansón y Juan Bautista, éste último hijo de madre estéril y de avanzada edad.
Los evangelistas mezclan datos históricos con símbolos, mitos y tradiciones judías, lo que hace que los textos resulten a veces contradictorios. ¿Por qué los Magos aparecen en Mateo y Lucas los ignora? ¿Por qué José y María están en una versión en Belén y en la otra tienen que viajar a la aldea desde Nazaret? ¿Fue Jesús a Egipto, como dice Mateo, o estuvo siempre en su tierra, como se desprende de Lucas? «Buscar una concordancia entre los dos textos no tiene sentido. No estamos ante libros de historia en el sentido moderno de la palabra», indica Aguirre. Este teólogo destaca el valor de estas narraciones para los creyentes, pero también para quienes no lo son. Para estos últimos, la Natividad sería una de las grandes historias míticas de la cultura occidental.
¿Divino o humano?
Mario Saban mantiene que «la Biblia es todo un gran problema de intepretación». Para él, en consonancia con la tradición judía, Jesús no fue Dios hecho hombre, sino un rabino cuya figura sus seguidores ensalzan en sus crónicas de los hechos. «Es un rabino brillante divinizado en el siglo IV». ¿Qué es lo que ocurrió en el siglo IV? Que Constantino convierte el cristianismo en la religión del Imperio romano.
La institucionalización de la Iglesia se plasma en una serie de concilios. El de Nicea establece en 325 como dogma la divinidad de Jesús; el de Constantinopla de 381 sienta las bases de la Trinidad; y el de Éfeso de 431 proclama que María, al ser madre de Jesús, es madre de Dios. «Jesús existió en el siglo I y Cristo apareció en el IV», sentencia Saban.
Para este historiador, el personaje evangélico se corresponde con un rabino fariseo de la corriente más aperturista -de ahí su enfrentamiento con los otros fariseos que santifican el sábado en detrimento del hombre- al que los romanos ejecutan por temor a que encabece una rebelión contra el Imperio. Antes de crucificar a Jesús, Roma había ejecutado a veinticuatro pretendientes a mesías que habían liderado otras tantas insurrecciones.
Reportaje publicado en el diario El Correo y en Magonia el 24 de diciembre de 2005.