El monstruo del lago Ness fue bautizado en Nature el 11 de diciembre de 1975 (Vol. 258), en un artículo firmado por el naturalista sir Peter Scott y el abogado estadounidense Robert Rines. Los autores reconocían que la existencia de la criatura no estaba demostrada y, sin embargo, proponían que recibiera el nombre científico de Nessiteras rhombopteryx (El monstruo de Ness con aleta en forma de diamante), como único representante de su género y especie. Se basaban para darle esa denominación en dos fotografías tomadas en el lago por una cámara subacuática el 8 de agosto de 1972 en las que se veía una especie de aleta de 2 metros de longitud con forma de diamante.
Scott y Rines admitían que «resulta claramente insatisfactorio, desde el punto de vista zoológico, basar un nombre en fotografías en vez de en restos de un animal o en alguna parte de él. Esto significa que, por el momento, no hay holotipo o especimen tipo. Pero el Código Internacional de Nomenclatura Zoológica permite la descripción a partir de una ilustración, y el procedimiento parece justificado por la urgencia de las medidas de conservación». La razón última del apresurado bautizo era que en agosto el Parlamento había dado luz verde a la Ley de conservación de criaturas y plantas salvajes, y ellos querían que Nessie gozara de protección, pero, «para ser incluido -explicaban en Nature-, un animal debe tener un nombre común y otro científico». Scott y Rines le daban el segundo en su artículo «Naming the Loch Ness monster«.
Los autores, que se remontaban históricamente a la visión del monstruo por parte de san Columba en 565, argumentaban que Nessie debía medir entre 15 y 20 metros de largo, con un cuello de 3 ó 4 metros coronado por «una pequeña cabeza que podría incluir protuberancias con la apariencia de cuernos». Calculaban que podía haber en el lago una comunidad de unos 30 monstruos cuyos antepasados habrían quedado aislados allí tras el último deshielo global, hace unos 12.000 años. No entraban a explicar cómo era posible no sólo que una población de monstruos de ese tamaño sobreviviera en un entorno pobre en recursos, sino que además nunca se hubieran encontrado restos de ejemplares muertos por el simple paso del tiempo.
Además de las fotos de la aleta con forma de diamante -que luego se demostró que habían sido retocadas por personal a cargo de Rines- y otra igualmente dudosa tomada en 1975, los autores aportaban dos bocetos de la apariencia de Nessie, uno de los cuales reproduzco aquí. Dos días antes de la aparición del monstruo en las páginas de Nature, el secretario de Estado para Escocia respondió por escrito en el Parlamento británico a una pregunta del político conservador escocés Hector Monro sobre las leyes existentes «para la protección de la fauna silvestre, incluyendo los grandes reptiles, en el lago Ness». William Ross explicó que la legislación vigente «podría utilizarse para proteger la vida silvestre, incluyendo los grandes reptiles, en el lago Ness, una vez demostrado que era necesaria una protección especial».
Mes y medio después, el 28 de enero de 1976, el también conservador David James preguntaba a Ross de qué poderes gozaba «para proteger a Nessiteras rhombopteryx«, y el secretario de Estado respondía que podía incluir a cualquier animal salvaje en la lista de protegidos y que existía «el personal profesional adecuado para evaluar la validez de las pruebas sobre la existencia de la criatura». Una existencia que nunca se ha demostrado, pero que no impidió a Nessie hace 35 años saltar de su lago escocés a una de las más prestigiosas revistas científicas, y de ésta al debate parlamentario.
Reportaje publicado en Magonia el 8 de febrero de 2010.