
«Presento las causas básicas de la atracción hacia las personas del propio sexo, es decir, por qué un hombre se siente atraído sexualmente por otro hombre, o una mujer, por otra. También expongo un modelo de recuperación y numerosos testimonios de personas que yo he tratado y que ya han logrado realizar el cambio de la homosexualidad a la heterosexualidad. Todos podemos lograr lo que nos propongamos. Si estamos decididos, contamos con el amor de Dios y el apoyo de otras personas la curación es posible. Por supuesto, en el momento actual, muchos dirán que no es posible salir de la homosexualidad. Eso es, sencillamente, un mito, porque el cambio es posible», sostiene en una entrevista el autor de Comprender y sanar la homosexualidad. La tesis de Cohen -que la homosexualidad es una enfermedad- es aberrante, un disparate anticientífico y algo que hay que combatir desde la razón; pero ni él ni el libro hacen apología de ningún tipo de delito.
Entiendo que el colectivo homosexual se sienta ofendido por lo que dice Cohen. A mí también me desagrada. Pero, si cada uno vamos pidiendo la retirada de la venta de los títulos que nos ofenden, si las masas enfurecidas de todos los colores se ponen manos a la tea, acabaremos sin libros. Como ha apuntado irónicamente Ricardo Galli, «si tenemos que entrar en esta pendiente resbaladiza, propongo que lo hagamos en serio, dejémonos de tonterías. Tomemos ejemplo de nuestros amigos fundamentalistas religiosos y declaremos una fatwā contra cualquier libro que sea legal pero que no nos guste. Es más, si alguien recuerda reglas básicas de la libertad de expresión, o de un proceso democrático, toca responderle que es un simplón, que defiende libelos, o terapias reparadoras a homosexuales (faltó así para que me acusen de homófobo)».

Cuando algunos nos hemos expresado en términos parecidos a éstos en las redes sociales, no han faltado quienes nos han recriminado que, sin embargo, reclamamos la retirada de cursos universitarios pseudocientíficos, y de colgantes y pulseras mágicos. No veo ninguna contradicción en rechazar el boicot a los vendedores del libro de Cohen y apoyar la movilización contra un curso universitario de homeopatía o pedir la retirada de la venta de la pulsera Power Balance. Creo que en la Universidad no cabe todo. La Universidad es el lugar donde se transmite el saber a las nuevas generaciones y un sitio en el que, por tanto, no ha de tener cabida la pseudociencia. Y los productos milagro son, simple y llanamente, ilegales.
Hace unos años, puede que me hubiera sumado alegremente a la masa enfurecida que ha protestado ante El Corte Inglés, la Casa del Libro y Amazon por la venta del libro de Richard Cohen. Igual es que, con la edad, me he vuelto más blando o más tonto; pero, cuando supe de la movilización, no dudé ni un segundo de cuál iba a ser mi postura, de que aquello no me gustaba nada. Cohen y su editorial tienen que estar, por otro lado, muy contentos porque el efecto Streisand ha funcionado una vez más: el intento de quema popular ha dado una impensable publicidad gratuita a un libro publicado en España ¡hace casi doce años! y que hasta ahora, seguramente, conocían cuatro gatos.