
En la primera frase del artículo de portada de la nueva revista, el locutor dice: «Desde tiempos pretéritos el hombre soñó con volar en el intento de contemplar desde los cielos toda la creación terrena, es como si tuviera la máxima necesidad de elevarse huyendo de los anclajes que le sujetan a tierra firme». El texto está dedicado a Manfred von Richthofen, el Barón Rojo, y, aunque pésimamente redactado, no es lo más aberrante de una selección de originales en los que las comas tienen una sorprendente propensión a separar sujetos de verbos, a caer de cualquier manera entre las palabras. Pero eso no es nuevo en el periodismo paranormal español, como no lo es que el director de una revista ponga la cara en la portada. Fernando Jiménez del Oso lo ha hecho en Más Allá, Espacio y Tiempo, y Enigmas, además de en varias colecciones de libros.
Lo impactante de LRV es que su director protagoniza la portada del primer número disfrazado de soldado alemán, con sonrisa bobalicona y sentado entre Manfred von Richthofen y su hermano Lothar. El salto cualitativo hacia la egorrevista culmina en la sección editorial, donde no aparece otra foto del periodista, sino una de un bebé, su primogénito, junto al siguiente texto: «Aprovechamos la ocasión de nuestro nacimiento, para dar la bienvenida a otro recién llegado a quien deseamos ventura y felicidad en su vida: Alejandro Cebrián Casasola, el último guerrillero de La rosa de los vientos. Que la Fuerza y los Hados le acompañen». Por si eso fuera poco, LRV es, sin duda, la más floja de la revistas esotéricas que pueden encontrarse en los quioscos.