
Mi interés por los ovnis se remonta a la segunda mitad de los años 70. Entonces adolescente, devoraba con avidez todo lo que caía en mis manos sobre la exploración del espacio, la existencia de extraterrestres y sus posibles visitas. En mi ingenuidad, creía que aquello que se decía en los medios de comunicación y en los libros tenía que ser verdad. Si no todo, casi todo. ¡Cómo iba a arriesgarse alguien a mentir y que pudieran cazarle! Por suerte, compré el libro Ovnis: el fenómeno aterrizaje, de Vicente-Juan Ballester Olmos, nada más publicarse. Corría el año 1978 y mi biblioteca ufológica no tenía más de media docena de títulos. Al final de su obra, Ballester Olmos invitaba a quien quisiera a escribirle para colaborar en el estudio de los avistamientos de ovnis ocurridos en su región, dentro de un proyecto sistemático de revisión de casos para separar la paja (aquéllos con explicación convencional) del grano (los no explicados). Lo hice…
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