
«La red formada por los mismos probablemente fue determinada en origen por el estado geológico del planeta, y se ha venido lentamente elaborando en el curso de los siglos. No es preciso suponer aquí la obra de seres inteligentes; y, a pesar de la apariencia casi geométrica de todo su sistema, por ahora nos inclinamos a creer que los mismos se han producido por la evolución del planeta, igual que en la Tierra el canal de la Mancha o el de Mozambique», escribe Schiaparelli en 1893. Dos años más tarde, aunque sigue sin abrazar la artificialidad de los supuestos cursos de agua, dice que «no puede ser considerada como absurda» la idea de que haya de por medio «una raza de seres inteligentes».
Schiaparelli está en el arranque de la obsesión marciana de la que he hablado aquí en repetidas ocasiones y con diferentes ejemplos. «La prensa, la literatura, luego la radio y el cine, se encargaron de crear un mundo misterioso, fascinante o peligroso, pero siempre más o menos análogo a la Tierra, un mundo del que si Schiaparelli fue el Colón, Lowell sería su Vespucio; Colón y Vespucio de un mundo imaginado y creído como verdadero por muchos, hasta que se desvaneció, de manera total, cuando los satélites artificiales mostraron con detalle la atormentada pero aparentemente yerma y desierta superficie marciana…», escribe Hernanz en su estudio.
Por eso, este libro me parece el más apropiado para el arranque de una pequeña serie de lecturas recomendadas sobre el planeta rojo en un año en el que un ingenio humano, el Laboratorio Científico Marciano de la NASA, llegará al mundo vecino para seguir desentrañando sus secretos.
Giovanni Schiaparelli: La vida en Marte. Traducido y comentado por José Carlos Hernanz. Prologado por Marcio Ares-Stella. Interfolio Libros (Col. «Leer y Viajar Imaginario», nº 3) . Madrid 2009. 281 páginas