
Las feromonas son sustancias químicas que provocan diferentes respuestas en los individuos de la misma especie que el emisor. Con todas las licencias, una especie de perfume natural. Su presencia en los insectos se conoce desde mediados del siglo XX y provocan comportamientos de diversos tipos, aunque el más popular sea el vinculado a la atracción sexual. Hay que felicitar a Emyco, porque su departamento de I+D+i supuestamente no sólo ha encontrado las pruebas de la existencia de feromonas en nuestra especie -algo que los científicos buscan desde hace décadas-, sino que además ha identificado la composición de una que afecta a la atracción sexual, ha determinado la dosis precisa para conseguir ese objetivo y la ha sintetizado sin problemas. Tienen que haber hecho todo eso si uno se cree lo que dice la compañía y cuentan algunos medios, para lo cual hay que ser muy ingenuo. Porque, si uno consulta la literatura científica, comprobará que sigue sin estar demostrada la existencia de feromonas en el ser humano. «Indirectamente, parece que existen; pero todavía no hay pruebas», me ha indicado el biólogo Eduardo Angulo, profesor de la Universidad del País Vasco que hace meses trató este tema en su blog. Está claro, el calzado cazahombres es otro cuento chino comercial como las cremas que modifican el ADN, el agua magnética y el cactus que absorbe radiaciones.