
El acto, que se celebra a las 19 horas en la casa de cultura Okendo (Avenida Navarra, 7) , lleva por título: «¿Afecta a la salud la contaminación electromagnética?». La respuesta es: no. Es lo que diría la inmensa mayoría de los científicos. Pero me temo que los ponentes de Antenarik Ez Donostia mantendrán todo lo contrario, convencidos de que todos los científicos del mundo están conchabados en una conspiración de alcance planetario. A ese infantilismo se une el hecho de que, en España, el ‘lobby’ antiantenas cuenta entre sus filas con los más destacados negacionistas del sida y anticientíficos que sostienen que el cáncer no hay que tratarlo, que los transgénicos son cosa del Diablo y que se puede vivir solo de agua de mar. ¿Son esos los socios políticos que le gustaría tener a López de Uralde?
Después de miles de estudios y varias décadas, no hay ninguna prueba de que el miedo a las ondas de telefonía móvil tenga más base real que el anterior a que los hornos microondas provocaran cáncer. El mundo está lleno de móviles, y los estudios epidemiológicos no han registrado ningún aumento de los tumores achacable a esos dispositivos. Pero aquí no estamos hablando de ciencia, sino de negocio, económico y político. Hay gente que está mucho ganando dinero gracias del pánico electromagnético: vendiendo productos milagrosos, haciendo auditorias ambientales, representando legalmente a posibles afectados… Ya saben: se crea un peligro inexistente, se mete miedo a los ingenuos con la inestimable complicidad de los medios y luego se vende el remedio inútil. Y también existen partidos políticos a los que la realidad importa un bledo cuando hay cuatro votos de por medio. Da la impresión de que Equo, cuyo líder basa su rechazo a la energía nuclear en la bomba de Hiroshima -argumento falaz donde los haya-, es uno de ellos.