Oiane Flaño, el periodista Mauricio-José Schwarz y el físico Sergio L. Palacios hablaron el pasado 21 de diciembre en Al Día en Punto, en Punto Radio Bizkaia, del fin del mundo y la profecía de los mayas.
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Los pringados del fin del mundo maya
Una semana después del fin del mundo maya, seguimos aquí. A los que pronosticaron desde sus tribunas desastres globales y el advenimiento de una nueva era, parece que se los ha tragado la tierra. Las coloristas portadas con el Sol devorando nuestro planeta, terremotos del estilo de los de 2012, la película de Roland Emmerich, y colisiones planetarias catastróficas no hay que olvidarlas, sino tenerlas siempre presentes como muestras del rigor de revistas como Más Allá y Año Cero. Y tampoco hay que dejar que caigan en el olvido los pringados de este Apocalipsis que nunca llegó. Aquí tienen una pequeña galería con algunos de ellos, desde meditadores y chiflados constructores de arcas de Noé hasta estrellas de espectáculo ansiosas de publicidad. Hubo festivales para turistas en los complejos arqueológicos mayas y todo tipo de bromistas disfrazados en sitios como el monte Bugarach, pero los de aquí abajo creían de verdad que iba a pasar algo extraordinario. Ellos y otros como ellos son los grandes engañados del fin del mundo maya.
«El mundo sólo se va a acabar para aquéllos que fallezcan mañana», digo en elcorreo.tv
Mi opinión sobre el fin del mundo maya de mañana, condensada en dos minutos y medio para elcorreo.tv.
El fin del mundo maya y el rechazo a la homeopatía por IU, en Punto Radio Bizkaia
Eparquio Delgado, Mauricio-José Schwarz, Patxi Herranz y yo hablamos el martes en Bizkaia y Punto, en Punto Radio Bizkaia, del fin del mundo maya y de la aprobación por IU de una propuesta de rechazo de las medicinas alternativas, en la duodécima entrega del curso 2012-2013 de Magonia, mi espacio semanal dedicado al pensamiento crítico en la emisora de Vocento.
La catastrófica tormenta solar del 21 de diciembre de 2012: otro invento de las revistas esotéricas


Hasta aquí lo que han vendido Sierra, De Vicente y otros a su público en los últimos años: que, a finales de 2012, el Sol enfurecería con consecuencias catastróficas. «No son pocos -otra vez la misma fórmula para no dar nombres- los que vinculan el momento con un periodo de fuertes tormentas en el astro rey, con erupciones de helio y corrientes magnéticas que podrían afectar severamente a nuestro planeta», escribía Sierra en Más Allá (Nº 234) en agosto de 2008. «Podría suponer el fin de nuestra civilización y el despertar de una nueva conciencia», auguraba De Vicente en noviembre del año pasado. Pero ¿qué dice la ciencia?
Una vez más, la realidad desmonta la ficción de los periodistas del misterio para vender revistas y llenar horas de programas de radio y televisión. A punto de vivir el 21 de diciembre de 2012, ni es cierto que estemos ante «el fin del calendario maya» –el más antiguo conocido se proyecta 7.000 años en el futuro– ni, por supuesto, brilla en el cielo «el Sol de Apocalipsis». La actividad solar registra un pico cada once años y ahora estamos viviendo uno de ellos hasta 2014. En estos periodos, son más frecuentes las erupciones solares que pueden lanzar hacia la Tierra grandes cantidades de partículas eléctricamente cargadas que, además de provocar auroras, causen problemas en el suministro eléctrico y la comunicación por satélite. ¿El fin del mundo? No, por mucho que Sierra, De Vicente y otros lo presenten así.
El Sol, bajo vigilancia

Además, en contra de lo que sostienen Sierra y De Vicente, no hay ninguna prueba de una activación del Sol «sin precendentes» que vaya a provocar una gran eyección de masa coronal. Como el fin del mundo maya, esa amenaza inminente es un invento de quienes viven de la credulidad de la gente. La vigilancia de la actividad solar es fundamental para detectar las llamaradas que pueden proyectar hacia la Tierra nubes de partículas cargadas y, en caso de que sea necesario, desconectar redes eléctricas y satélites hasta que pase el peligro. En septiembre de 1859, una gran erupción solar provocó el fallo de todas las telegráficas de Europa y América. Se conoce como el Evento Carrington, en honor al astrónomo británico Richard Carrington, quien detectó la llamarada solar. Nuestra dependencia de la tecnología hace que ahora estemos mucho más expuestos ante un fenómeno de ese tipo, pero es la tecnología, en este caso la espacial, la que también nos puede ayudar a minimizar los daños, que en ningún caso supondrían el fin del mundo, por mucho que se empeñen Sierra, De Vicente y compañía.